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Saturday, August 17, 2024

Clima, juglares y epopeya

Se continúa la serie dedicada al Clima y la Filología. Puede verse el primer capítulo en https://fmarcosmarin.blogspot.com/2024/07/clima-y-filologia.html . Se ofrece esta serie con la intención de mostrar una serie de correlaciones entre fenómenos naturales y hechos humanos con repercusión en la lengua. El clima, entiéndase bien, afecta al medio ambiente, al entorno en el que se desenvuelven los humanos y, por ello, puede ser un factor que intervenga en su comportamiento, que incluye la actuación lingüística. La idea de que las lenguas del desierto tengan que ser distintas de las de climas húmedos puede ser errónea; pero lo que es acertado es pensar que el comportamiento de los hablantes que viven en el desierto y el de los que disponen de lluvias abundantes muestre diferencias y que se reflejen en las correspondientes actuaciones lingüísticas, testimoniadas en los textos. 

En este capítulo se correlacionará el período cálido (también llamado “anomalía climática”) medieval, tal como se dio en la Península Ibérica, con un fenómeno fonológico y otro literario. El fonológico afecta a la sílaba y a la condición de lengua isoacentual del castellano anterior al siglo XIII. El literario se refiere a un tipo de textos en los que la estructura silábica tiene particular importancia, la epopeya castellana.

El mapa precedente, tomado de Benito Ferrández Gerardo (PresentacionBenito.pdf (histocast.com) muestra los períodos en los que se alcanzó el pico de temperaturas en el período cálido medieval. Se aprecia claramente que a ese pico no se llegó en todos los lugares simultáneamente y que, para la Península Ibérica se pueden señalar tres períodos, dos de ellos, entre 950 y 1100, en el oeste del Portugal actual y en la Baja Andalucía. El tercero, que cubre la mayor parte del territorio peninsular, tuvo lugar entre 1150 y 1200. Durante el siglo XI, según el meteorólogo español Inocencio Font Tullot, ya citado, la calidez fue la nota dominante y no se registraron inviernos severos, salvo el de 1077 y el muy lluvioso de 1084- 1085. Las sequías, en cambio, fueron de extrema gravedad en 1057-1058, 1088 y 1094. El ambiente cálido se mantuvo durante el siglo XII, en el que fueron pocos los inviernos fríos y tampoco abundaron los veranos agobiantes. Para nosotros hoy, posiblemente lo más llamativo es que durante todo este período el clima fue en general predecible. Ello permitió planificar la siembra y administrar el terreno, algo que conviene tener en cuenta especialmente en el alto Ebro y el valle del Duero. Se destacan estas zonas porque fueron las reconquistadas en estos siglos y además el lugar donde empezaron a hablarse variantes iberorrománicas evolucionadas, o sea, diferenciadas del latín, como el gallego, el astur-leonés y el castellano. Estos dos últimos dialectos latinos tendrán mayor relevancia para lo que sigue.

Un clima predecible ayudaba a resolver la preocupación de hacer frente a las necesidades humanas, la principal de las cuales, a la que se destinaba el 90% del esfuerzo, era procurarse alimento. La tranquilidad que proporcionaron las buenas cosechas y un buen aprovechamiento del terreno generaron un incremento de la capacidad económica, con dos efectos adicionales. El primero es que atrajo a cristianos andalusíes (llamados mozárabes por los cristianos de los territorios a los que llegaron, quizás con un sentido irónico-despectivo “el que se las da de árabe sin serlo”, discutible). El segundo es que permitió el avance de los cristianos. Las fechas así lo indican. En el siglo VIII Alfonso I conquistó Zamora (748) y amplió el reino astur con Galicia hacia el noroeste. En el siglo IX hubo una nueva progresión hacia León (856), Oporto (868), Simancas (889); pero en el X fue contenido por la consolidación del califato. Sin embargo, ni siquiera un general tan triunfante como Almanzor (939-1002), que contribuyó en gran medida a detener el avance cristiano con numerosas victorias, incluido el saqueo de Santiago de Compostela en 997, recuperó territorio. Burgos, fundada en 884, en 930 pasó a ser capital del entonces condado de Castilla. En lo que fue inicialmente el reino de Pamplona-Nájera, luego Reino de Navarra, la ciudad de Nájera fue reconquistada en 925. Terminados los terrores apocalípticos del año 1000 y muerto Almanzor en 1002, los habitantes de la Península Ibérica prosiguieron el avance hacia el sur durante el siglo XI y se logró la consolidación de la frontera con la conquista de Toledo (1085) y la de Zaragoza (1118), que aseguraron los límites del Tajo y del Ebro, respectivamente. La conquista de Valencia por el Cid Campeador (1094) no se pudo mantener por la presión de los invasores almorávides. También conviene destacar que durante el largo y fructífero reinado de Alfonso II el Casto (nacido en 760, rey 780-842) se enviaron tres embajadas al rey franco y emperador Carlomagno, la primera en 795. Desde muy temprano, por tanto, se fraguó la relación entre los cristianos peninsulares y el gran rey de los francos.

En el siglo X se conjuntan al norte del Duero y en el alto Ebro una serie de circunstancias: la seguridad del clima favorece una cierta tranquilidad económica, con una racionalización de la explotación agrícola y ganadera que tiene apoyo en una serie de monasterios, que también contribuyen a una síntesis cultural que permite el desarrollo de bibliotecas y escritorios. La guerra contra los sarracenos, llamados moros, crea un ambiente épico que da lugar al nacimiento de una épica cantada por los juglares. Los cantares de gesta que definen esta epopeya se refieren a héroes castellanos, como los Infantes de Lara, el conde Garci Fernández o el Cid Campeador; pero también recogen hechos atribuidos a los caballeros de la corte de Carlomagno. Una consecuencia del tema carolingio en la épica castellana puede verse en la Crónica de la repoblación de Ávila, de 1256, cuyo autor testimonia que “cantavan en los corros” esta canción paralelística:

Cantan de Roldán, cantan de Olivero,

Non de Çorraquín Sancho   que fue buen cavallero.

Cantan de Olivero, cantan de Roldán,

 E non de Çorraquín Sancho   que fue buen barragán.

Los abulenses se quejaban de que se prefiriese cantar las hazañas de los caballeros carolingios a las de uno de sus coterráneos, activo en 1158, que se enfrentó él solo a sesenta caballeros moros y rescató a los pastores cristianos que llevaban cautivos. Los nombres de los héroes carolingios se encuentran en la onomástica hispana. Oliverius u Olivarius (para el hijo mayor, si dos hijos tienen esos nombres) y Rodlandus o Rolandus aparecen en documentos desde finales del X hasta principios del XII. Además, en una versión de la Estoria de España de 1270 se cita a Roldán, Reynalte de Montalvan, el conde don Olivero, el conde Terryn d'Ardeña, el conde don Dalbuey, el gascón Angelero, el arçobispo Torpín, don Oger de las Marchas, Salamano de Bretaña. Aparecen también una serie de motivos árabes, como el autoapellido (“yo soy Rui Díaz…”), el nombre de las espadas (también presente en la épica francesa), la presencia de la mujer en el combate o las técnicas adivinatorias ismaelitas, entre otros. Hoy ya nadie duda de la existencia de esta epopeya castellana, aunque la mayoría de sus textos se haya perdido, por ello vale la pena reflexionar sobre qué favoreció su existencia, como producto social, cómo configuró un género, el mester de juglaría, y por qué fue sustituida en el siglo XIII por el mester de clerecía.

Los estudios sobre la épica que ha perdurado en algunos pueblos hasta el siglo XX, como los de Parry y Lord sobre los serbios,  pueden dar una idea de las condiciones en las que estos juglares se movían. También algunos fueros, como el de Madrid (1202), en el que se estipulan las condiciones a las que debía sujetarse todo juglar que llegara a Madrid a caballo a principios del siglo XIII. Poseer un caballo no estaba al alcance de cualquiera, lo que quiere decir que el nivel de ingresos de los juglares épicos en esa época era elevado. Es natural, puesto que cantar esos poemas, generalmente largos, requería un esfuerzo y exigía una técnica que tampoco estaba al alcance de cualquiera. Es cierto que había varios tipos de juglares, pero los de “baja y servil condición”, en palabras del Marqués de Santillana, siglos después, no podían comprar un caballo. Los siglos X, XI y XII ofrecieron unas condiciones climáticas que permitieron el desarrollo de una economía boyante, de la que pudieron beneficiarse ciertos grupos sociales, incluidos estos grandes juglares, que mantuvieron activa una tradición épica especializada. En el siglo XIII cambió drásticamente el clima. Empezó la Pequeña Edad del Hielo y las condiciones económicas de los campesinos empeoraron gravemente. Dada la situación, es natural pensar que dejaron de poder permitirse estos recitados juglarescos. También cambió la estructura lingüística de la sílaba, una lengua isoacentual dio paso a una lengua isosilábica. La lengua de la epopeya, isoacentual, que se movía por esquemas silábico-musicales que se explicarán en otro capítulo de esta serie, dio paso a la lengua del mester de clerecía, una lengua isosilábica, que permitía componer los poemas con sílabas contadas. Aunque los clérigos presumieran de su gran maestría, no era menor la que habían necesitado los juglares para acomodar a un esquema musical exitoso una lengua cuyas sílabas, tónicas o átonas, tenían distinta longitud y que, además, estaba en un proceso de cambio. En el siglo XIII, para los clérigos, átonas y tónicas ya medían lo mismo.


Tuesday, July 30, 2024

Clima y Filología

Jacob Malkiel
 Se inicia en este cuaderno una nueva serie, dedicada al Clima y la Filología. Se ofrece con la intención de mostrar una serie de correlaciones entre fenómenos naturales y hechos humanos con repercusión en la lengua. Hoy día se habla constantemente de cambio climático, de modo que podría dar la impresión de que ese fenómeno no se ha dado en otras épocas. Me sumo, ciertamente, a la necesidad de cuidar la Tierra y evitar que el factor humano acabe destruyendo el planeta. Sin embargo, la Arqueología y la Historia me enseñan que hay otros muchos factores que intervienen en distintas épocas y que la investigación siempre es positiva. Como lingüista, reclamo la herencia de mi llorado amigo y querido maestro Jacob Malkiel y me apoyo, en lo posible, en la causación múltiple. Como historiador de las religiones citaré el Libro del Génesis, 21-22: “Al aspirar Yahveh el calmante aroma [de los sacrificios], dijo en su corazón: ‘Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre, porque las trazas del corazón humano son malas desde su niñez, ni volveré a herir a todo ser viviente como lo he hecho [por el diluvio]. 22. Mientras dure la tierra, sementera y siega, frío y calor, verano e invierno, día y noche, no cesarán’.”

Gregorio Salvador
En 1982 se publicó Introducción plural a la gramática histórica, un libro en el que se recogían artículos de investigadores consagrados y de otros jóvenes. El primer artículo, de Gregorio Salvador, se titulaba “Hipótesis geológica sobre la evolución de F- > h-“. En él se trataba de “establecer una vinculación entre un hecho geológico comprobable y un fenómeno controvertido”. En rápida síntesis digamos que se pretendía correlacionar la evolución de [f] a [h] en posición inicial (farina > harina) con el tipo de agua, nada fluorada, de la zona donde se originó supuestamente la evolución. Este tipo de agua sería el causante de la pérdida temprana de piezas dentarias, a partir de los 25-30 años. Los hablantes desdentados habrían empezado el proceso con la evolución de [f] labiodental a [ɸ] bilabial. Puede adelantarse que la hipótesis no se sostiene para esa época porque los campesinos medievales, como demuestran los restos arqueológicos, tenían una esperanza de vida de 27 años. En esas condiciones de la mayor parte de la población no podía haber un gran número de desdentados. No obstante, lo atractivo y novedoso de esa ingeniosa propuesta era la relación entre una situación externa, fijada para mucho tiempo, definida por la Geología, y una situación interna de la lengua, una alteración de su sistema. Lingüistas como Pisani, en 1953, o Coseriu, en 1956, señalaron que cabe una correlación entre la Lingüística y las Ciencias Naturales, siempre que el lingüista se limite a interpretarla en sus efectos lingüísticos.

Para las personas, la dependencia del clima es mayor en las sociedades agrarias que en las industriales. Por eso en la Edad Media la esperanza de vida era tan baja, porque las exigencias biológicas estaban ligadas a una meteorología que, además, condicionaba la actividad humana. El 90% del esfuerzo laboral era exigido por la necesidad de disponer de alimentos durante todo el año. Los restos arqueológicos humanos nos muestran cuerpos de menos de treinta años destrozados por la artrosis, el daño a la columna vertebral por llevar cargas enormes y otras muchas enfermedades que explican la brevedad de aquellas vidas.

Jac. van Ginneken
La relación del clima con la historia está consolidada en los estudios históricos, sobre todo aquellos que incluyan una interpretación económica. En todas las épocas, los historiadores han dado noticia de meteoros que causaban alteraciones en el discurrir del tiempo, grandes sequías o inundaciones, temperaturas inusuales, por calor o por frío, y sus consecuencias. La derrota de Napoleón en Rusia siempre se explica por el clima ruso, por el durísimo invierno de 1812-13. En cambio, no se encuentra esa relación en las historias de las lenguas. En ellas el factor humano, que se considera lingüística externa, tiene menos importancia que los factores de lingüística interna, como la fonología, la tipología o la sintaxis o incluso que otro factor externo, la Literatura. Es posible que lo que ocurra en un momento determinado no tenga una gran influencia en la historia de una lengua; pero ha llegado la hora de plantearse en qué medida el clima de períodos más amplios puede tener una correlación con las lenguas habladas en ese territorio. Gregorio Salvador advierte del riesgo de interpretaciones no comprobadas, que pueden encontrarse en autores de prestigio como el profesor de Nimega Jac. van Ginneken. Para este autor las lenguas de los climas fríos tenían más fonemas cerrados que las de los climas cálidos, en los que predominaban los fonemas abiertos. Ni el finlandés ni varias lenguas africanas confirman esta hipótesis. Lo que hay que destacar no son los resultados concretos en un momento de la investigación, sino la oportunidad que la apertura a nuevos enfoques científicos brinda a los humanistas.

I. Font Tullot
¿Por qué en este momento vale la pena dedicar horas de estudio a replantearse la relación entre clima e historia de las lenguas? Posiblemente porque hoy se conocen mucho mejor los detalles de cada una de estas ciencias y porque otras relaciones entre ciencias naturales, como la Biología, y ciencias humanas, como la Lingüística, nos han hecho perder el miedo a intentarlo. Para los estudiosos de la historia de los romances ibéricos, sus orígenes y consolidación, que se mueven entre el siglo VIII y el siglo XV, es útil saber que entre los años 701 y 1300 se produjo un período climático de aumento de la temperatura y cierta estabilidad de lluvia y calor en el mundo. En la Península Ibérica esa mejoría climática se estableció dos siglos más tarde que en el centro y norte de Europa. Inocencio Font Tullot, el meteorólogo español de lectura imprescindible para este período, destacó la calidez como rasgo más destacable de los siglos XI y XII. Las excepciones fueron el invierno de 1077, las lluvias de 1084 a 1085, que debilitaron Toledo y propiciaron su reconquista y las sequías de 1057-1058, 1088 y 1094. Pese a conservar las buenas temperaturas, en el siglo XII ya se notó un descenso en el noroeste ibérico en 1110-1111, 1113-1114 y 1133-1134. Al fin del siglo XII, en torno a 1190, el invierno fue tan frío que se congelaron algunos ríos. Hubo inundaciones en las dos vertientes hidrológicas. En la atlántica las provocaron el Miño en 1102, el Tajo en 1138 y 1168 y, también ese último año, el Guadalquivir. En la vertiente mediterránea se desbordó el Llobregat en 1143 y en los años 1172-1173 hubo varias inundaciones en diversos territorios del reino de Aragón. El clima ibérico del siglo XIII muestra un aumento de la pluviosidad en la vertiente atlántica, que pasó a la mediterránea en el último tercio del siglo. Ese tercio, en cambio, fue muy seco en Galicia y Cantabria, cuyas ganaderías padecieron un gran retroceso. Empero, en general, el clima de 1001 a 1300 fue mucho más propicio a las labores agrícolas y al bienestar de los campesinos que los siglos posteriores a 1300. Lo fue porque habitualmente el tiempo meteorológico fue predecible. Se pudieron organizar las siembras con un tercio del terreno para cereales, un tercio para legumbres y un tercio de barbecho, lo que daba mayor confianza en la recolección y mayor seguridad a la perspectiva alimentaria. Recuérdese que la seguridad de las cosechas era imprescindible para los humanos y para la ganadería. El circuito alimentario era totalmente dependiente de la meteorología de cada año.

A partir de 1300 el clima cambió súbitamente y se pasó a la llamada Pequeña Edad del Hielo, en la que lo distintivo no es sólo la gran caída de las temperaturas anuales medias, sino la irregularidad de las lluvias y la imposibilidad de predecir el tiempo meteorológico. Este ambiente se mantuvo hasta 1850. En un mundo dominado por la actividad agraria, se produjo un grave debilitamiento de la población en general, con largas hambrunas. Nótese que esta Pequeña Edad del Hielo fue la época en la que se produjeron la Peste Negra (1347-1353) en la que murió el 35% de la población europea, la instauración de la dinastía Ming en China (1368-1644), el fin de la Reconquista (1492), el descubrimiento y evolución posterior de América (1492-1821), la reforma protestante (1517), la Independencia de los Estados Unidos (1776), la Revolución Francesa (1789) y la independencia de las naciones iberoamericanas (1821), entre otros muchos acontecimientos.

La evolución del clima, por ejemplo, explica por qué los vikingos no pudieron instalarse en Norteamérica. Después de 982 empezaron a colonizar la costa sur y oeste de Groenlandia. El nombre que dieron a ese territorio, que significa “tierra verde”, era claramente un reclamo y un atractivo para que fueran más europeos nórdicos para instalarse allí. La temperatura media podía ser hasta cuatro grados superior a la actual. Durante muchos meses los animales podían vivir a la intemperie y la temperatura del agua permitía que hubiera mucho bacalao cercano a la costa. Los análisis de restos humanos certifican que la alimentación en esta época era en un ochenta por ciento de procedencia terrestre y en un veinte por ciento marina. Los vikingos, como germanos, no eran partidarios de mezclarse con la población inuit, esquimal. Cada uno vivió por separado. Estamos bastantes seguros de que desde Groenlandia llegaron a Terranova y desde allí muy probablemente al continente, a la península del Labrador. En ese largo período mantuvieron relaciones marítimas constantes con Islandia y Escandinavia, porque la estabilidad climática permitía una navegación bastante tranquila y segura. Cuando ya habían consolidado la colonización del oeste de Groenlandia y hubieran tenido recursos humanos para instalarse en el continente americano, la temperatura cambió completamente. Se sucedieron largos inviernos de nieve y frío, los hielos cerraron el paso marítimo hacia el oeste y el mar dejó de estar tranquilo y permitir la navegación con Europa. Los colonos de Groenlandia dejaron de recibir ayuda y mercancía de Islandia y Noruega. El bacalao se desplazó hacia aguas más cálidas, al sur. El ganado tenía que estar tanto tiempo en establos invernales que al llegar la tardía primavera tenían que sacar a las vacas en brazos, porque no podían andar. La dieta pasó a ser de un 80% de origen marino y tuvieron que aprender de los esquimales a utilizar los recursos que estos empleaban para sobrevivir, hasta que, lentamente, acabaron desapareciendo en el siglo XV. En el siglo XVIII se recuperó el contacto y en 1814 pasó a depender de Dinamarca, separada entonces de Noruega. Mas la posibilidad de una colonización nórdica de Norteamérica había pasado. Ni el Canadá ni los Estados Unidos hablan una lengua germánica nórdica, por causas climáticas.

En una próxima página de este cuaderno espero presentar algunas relaciones entre el clima y determinados acontecimientos que marcan el inicio de las lenguas iberorrománicas, sin descuidar las lenguas semíticas. Más que de proponer nuevas creencias, se trata de ofrecer nuevas reflexiones o incluso nuevas presentaciones de reflexiones anteriores de otros autores. Quienes estén más interesados en esos inicios y en esas reflexiones quizás se animen a consultar Dominio y lenguas en el Mediterráneo Occidental hasta los inicios del español.

Thursday, May 2, 2024

Anna Peirats habla de Ultreia y entrevista al autor de Dominio y lenguas en el Mediterráneo Occidental hasta los inicios del español

Miércoles, 1 mayo 2024 - 08:55

Inaugurado el pasado 20 de julio de 2023, el sello editorial Ultreia -adscrito al Institut Isabel de Villena d'Estudis Medievals i Renaixentistes (IVEMIR-UCV) de la Universidad Católica de Valencia-, nació con la intención de aportar publicaciones científicas en el ámbito de las Humanidades, mediante monografías escritas en lenguas románicas, además del inglés. Ultreia se estructura en tres colecciones: Isabel de Villena, de estudios sobre Humanidades y espiritualidad entre los siglos XIII y XVII; Incunabula, de edición crítica y anotada de textos de las mismas centurias del periodo tardomedieval; y Ramón Arnau García, sobre estudios de Humanidades en diferentes áreas, como la lingüística, las Humanidades Digitales, la literatura a partir del siglo XVII, etc. 

Esta última colección se inaugura con el libro de Francisco Marcos Marín, Professor Emeritus de la University of Texas at San Antonio y catedrático jubilado de Historia del Español y Lingüística General, lingüista experto con una amplia trayectoria profesional. Sus investigaciones sobre los orígenes del español, especialmente los contactos entre árabe, clásico y andalusí, afrorrománico, romance andalusí y lenguas iberorromances, han sido temas constantes en su producción científica. Sobre estos temas, capitales en su ensayo Dominio y Lenguas en el Mediterráneo Occidental hasta los inicios del español, el profesor Marcos Marín charla en esta entrevista que incita al lector advertir el enfoque interdisciplinar que nos ayuda a reflexionar sobre el origen del idioma español. 

¿Qué aporta esta monografía al conocimiento científico? 

Dominio y Lenguas...
aporta una novedosa perspectiva para comprender los cambios lingüísticos en el Mediterráneo occidental basada en Filología, Lingüística, Historia, Etnología, Arqueología y Biología. Se inicia con novedades sobre el bereber y su contacto con el latín, el fenicio en el Norte de África y sobre el vascuence y su ingreso en Hispania. En el dominio hispano el foco se amplía al considerar la interacción del iberorrománico del norte y del sur (andalusí) con el vascorrománico y el afrorrománico. El árabe constituye un dominio especial que se fue conformando en varias generaciones. Estas investigaciones multidisplinares abren el camino para una nueva construcción de la historia de la lengua apoyada en reglas lingüísticas, glosarios y corpus susceptibles de tratamiento en Inteligencia Artificial.

¿Qué le motivó a escribir sobre esta temática?
 
El planteamiento inicial, hace ya muchos años, fue la necesidad de reelaborar la historia del español desde nuevas bases y teorías, siempre desde el respeto a la valiosa trayectoria científica de la escuela española de Filología. A lo largo de mi vida profesional se han ido incorporando muchas novedades, teóricas, computacionales, textuales. Especialmente me interesa la visión de la Historia de España de sur a norte, porque cambia el modo de ver muchos procesos histórico-lingüísticos. También disponen ahora los investigadores de estudios amplios y rigurosos sobre el contacto entre el árabe y sus hablantes con los hispanos a partir del comienzo del siglo VIII. En el orden computacional, una de sus consecuencias será el avance en el uso de recursos lingüísticos para su integración en algoritmos de Inteligencia Artificial como vectores. Lo que estamos viendo ya, en campos como el acadio, es maravilloso. 

¿Qué puede encontrar el lector en esta monografía? 

Un completo panorama lingüístico histórico del Mediterráneo hasta el siglo X y novedades en el papel de hablantes de vascuence, bereberes hablantes de latín africano y la arabización con su interacción lingüística, primero con la formación del árabe andalusí y su influencia en el romance andalusí y posteriormente con el desplazamiento hacia el norte de los cristianos andalusíes y la incorporación de musulmanes andalusíes a los reinos cristianos. En lo que puede confiar el lector es en el mucho trabajo que hay detrás de las nuevas propuestas y en que el libro ampliará su percepción sobre los inicios del español. 

¿Qué supone esta publicación en su trayectoria investigadora? 

Completar un ciclo de investigación iniciado hace casi sesenta años y abrir una nueva etapa, mirando a los jóvenes, apoyada en otros componentes de mi carrera, como los computacionales, los de ciencias de las religiones y los arqueológicos. Es una invitación a investigar con una nueva mirada. Es un libro que me hace mirar mi propia vida, como proponía Bonhoeffer, con ternura de pasajero.

Monday, December 4, 2023

Puntos de partida para analizar los inicios del español

En octubre de 2023 presenté mi segunda tesis doctoral, en el programa de Ciencias de las Religiones de la Universidad Complutense, Pueblos, lenguas y cambio cultural en el Mediterráneo Occidental de los siglos V al X. Se publicó en Valencia, por Ultreia, el libro Dominio y lenguas en el Mediterráneo Occidental hasta los inicios del español. Con ello traté de dar respuesta a una serie de preguntas que me habían quedado desde la presentación de mi primera tesis doctoral, también en la Universidad Complutense, en 1969, en aquella ocasión en el área de Filología Románica y publicada como Poesía narrativa árabe y épica hispánica por editorial Gredos. Podría valer como indicación de la continuidad de la investigación el hecho de que ambas tesis fueron dirigidas por arabistas, ambos miembros de la Real Academia de la Historia; la primera por Elías Terés Sádaba, la segunda por María Jesús Viguera Molíns. Estos años también me han permitido ampliar notablemente mi formación en arqueología, en Tejas con el magisterio de Carolyn Boyd y el grupo de Shumla y en Jerusalén con el apoyo del Instituto Español Bíblico y Arqueológico y de Polis. Me han convencido también, sobre todo, de que la necesidad de aprender lleva siempre a nuevas simas de desconocimiento y, de nuevo, hacia arriba, no como Sísifo, sino como los maestros que nos enseñan el camino.

Tuve ocasión de ofrecer en este cuaderno de bitácora una descripción del contenido del libro Dominio y lenguas, por lo que no volveré sobre ella (Francisco A Marcos-Marín: July 2023 (fmarcosmarin.blogspot.com). Como mi investigación no ha terminado, me ha parecido oportuno recoger en este mismo marco de referencia un resumen de los puntos que, de momento, parecen suficientemente consolidados y que sirven de partida para continuar el estudio sobre los inicios del español.

Esta enumeración resultará excesivamente sucinta a quien no lea Dominio y lenguas y puede que en ese caso resulte menos útil. En cambio, confío en que sirva de guía para la reflexión de quienes conozcan ese libro. Por supuesto, lo que se enuncia como “bases” requiere el uso de la bibliografía incluida en esa obra y es más amplio de lo que aquí se resume.

1.     Estrato anatólico a través de Cerdeña de la población del Norte de Iberia en el fin de la Edad del Bronce. Inmediatamente después la cultura celta se constituye como la principal cultura indoeuropea en Iberia y se amplía con la formación de la cultura celtíbera.

BASES: Investigación propia apoyada en DNA, Arsuaga, Martín Almagro Gorbea.

2.     A partir del 200 a.J.C. se incrementa el contacto entre bereber y latín en el Norte de África. La influencia del latín es muy superior a lo que se pensaba tradicionalmente y hay que tener en cuenta propuestas propias para la explicación de la sustitución posterior de préstamos latinos o griegos por árabes.

BASES: Bibliografía sobre el bereber que amplía y corrige los escritos tradicionales de Schuhardt y Wagner. Investigación propia, con la adaptación al español y su inclusión en una amplia tabla comparativa de español, bereber, latín y romances italianos.

3.     La cristianización de Hispania se produjo sobre todo desde África.

BASES; Historia de la iglesia española, investigación propia sobre santos africanos en Hispania y lugares de culto.

4.     La lengua fenicio-púnica perduró en el N. de África hasta el siglo V J.C.

BASES: Investigación propia apoyada en testimonios de San Agustín, De Vita, Historia de la Iglesia Norteafricana.

5.     A finales del siglo V los hablantes de euskera se desplazan desde la Aquitania francesa, ocupan el territorio céltico de los vascones y toman el nombre de éstos.

BASES: Lingüística: Michelena, para la división dialectal, Abaitua y Unzueta, González Ollé. Histórica: crónicas visigóticas y textos literarios que pueden reinterpretarse. Bio-Arqueológica: excavaciones de tumbas de guerreros euskéricos, DNA, Arsuaga: “No es que los vascos tengamos un gen que los demás no tienen, es que no tenemos un gen que tienen otros pueblos del área”.

6.     La lengua latina (incluyo los posteriores romances afrorrománicos e iberorrománicos), además de en Hispania, se instala y se mantiene en el Norte de África, desde la Africa Prouincia hasta la Mauretania Tingitana (parte de la diocesis Hispaniae de Diocleciano), es lengua de la administración, el comercio, la epigrafía, la literatura y amplias zonas geográficas bilingües hasta el Atlas. El bilingüismo con el bereber está activo en el siglo VIII y se mantiene en algunos lugares hasta los siglos XI y XII.

BASES: Actas de la iglesia vándala, estudios bizantinos, literatura latina, patrística, tesis de Villanueva para Mauritania, epigrafía, noticias de geógrafos árabes.

7.     Los bereberes norteafricanos conformaron la mayor parte de los movimientos humanos que acompañaron la conquista de Hispania y la formación de Alandalús. Estos bereberes hablaban bereber y romance afrorrománico y la mayoría no hablaba árabe. Las hablas afrorrománicas estuvieron activas en la península ibérica al menos hasta el último tercio del siglo VIII y deben tenerse en cuenta para estudiar la formación de los romances ibéricos, especialmente el andalusí y para los estudios antroponímicos y toponímicos.

BASES: La investigación propia se apoya en arqueología, toponimia, Oliver Asín, Zozaya, María Jesús Viguera e historiadores en número creciente.

8.     A principios del siglo VIII la construcción del islam como religión se encontraba en estado incipiente, recién terminada la edición del Alcorán por los Omeyas. La construcción del Islam como institución, realizada sobre todo por los abbasíes, apenas había comenzado. El proceso de arabización, islamización y orientalización de Alandalús fue un proceso lento y gradual, que sólo toma forma a finales del siglo VIII con el emirato omeya y no se consolida hasta el X con el califato omeya.

BASES: La investigación propia se apoya en la numismática (Ariza Armada, Tawfiq Ibrahim), textos cristianos en árabe y latín (investigación propia en la Biblioteca Apostólica Vaticana apoyada en D’Ottone Rambach y Monferrer), economía (Chalmeta), historiadores (Viguera, Fierro, Manzano, González Ferrín, entre muchos), léxico (Simonet, Asín, Corriente, Ferrando).

9.     En la primera mitad del siglo VIII los bereberes, hablantes bilingües de afrorrománico, llegan a Pancorbo y son contenidos por los vascones euskerizados. No pueden ir hacia el Este, dominado por los hispano-andalusíes Beni Qasi (hijos de Casio) y se extienden hacia el oeste, al norte del Duero.

BASES: investigación propia sobre el terreno, para precisar datos de arqueología, arquitectura y toponimia.

10.  En la zona alta del Ebro, entre la Bureba y la Rioja, entran en contacto afrorrománico, iberorrománico y vascorrománico y se inicia el romance castellano, con variantes dialectales tan diferenciadas como la riojana, la soriana y la burgalesa.

BASES: modificaciones de conclusiones de la Filología tradicional por investigación propia sobre el terreno con apoyos en Oliver Asín y Alarcos Llorach.

11.  Parece oportuno ampliar los datos sobre el romance andalusí teniendo en cuenta la presencia del afrorrománico en su etapa inicial. También hay que tener en cuenta que el romance andalusí, mal llamado mozárabe, pervivió hasta el siglo XII y el árabe andalusí hasta el XV-XVI y que en esos siglos necesariamente pasaron por procesos de cambio.

BASES: Las investigaciones propias se apoyan en autores tradicionales como González Palencia y modernos como Corriente y Ferrando.

12.  En el último capítulo se exponen algunos rasgos del afrorrománico que constituyen un primer esbozo de gramática histórica del mismo. Puede destacarse que los datos fonéticos, los mejor conocidos, permiten pensar en una división dialectal del afrorrománico, aunque en la tesis no se postula un número posible de dialectos. También se señalan rasgos propios del iberorromance, especialmente de la primera etapa del castellano, anterior al siglo XIII. Lo más destacable fonéticamente es que se trataba de una lengua isoacentual, no isosilábica como el español moderno, con siete timbres vocálicos, en los que las vocales medias abiertas tónicas alternaban con diptongos ascendentes con segundo elemento variable como variantes combinatorias. En la sintaxis, la tipología pasa a ser SVO o, quizás más precisamente, VO, porque el verbo puede preceder o no al sujeto. Este rasgo, que se ha intentado explicar por influencia del árabe, es también celta, por lo que puede corresponder a un sustrato latino anterior. En el léxico destacan los romancismos en el árabe andalusí, con incidencia literaria y, especialmente desde el siglo X, los arabismos en los iberorromances.

BASES: Este capítulo, junto con la investigación sobre latín y bereber, es probablemente el más debido a investigación propia, basada sobre todo en Corriente, en investigadores italianos sobre el afrorrománico y en Emilio Alarcos Llorach. En nota se señalan algunas de las razones por las que este gran filólogo no desarrolló más sus puntos de vista, para evitar confrontaciones con la Filología establecida. Ahora me satisface ampliar esas ideas o apuntes suyos, deliberadamente moderados, que no llegaron a propuestas, celebrar su memoria y cerrar con ella el cuaderno de 2023, el centenario de su nacimiento.

Sunday, July 30, 2023

Dominio y lenguas en el Mediterráneo Occidental, hasta los inicios del español

 

Para trazar el camino que condujo a los inicios de la lengua española y los romances ibéricos este libro repasa la historia lingüística y cultural del Mediterráneo Occidental. Se combinan datos novedosos de la Lingüística, la Arqueología, la Historia, la Biología y la Ciencia de las Religiones. Desde el debido respeto a una honda tradición cultural, se replantean esos inicios como el resultado del contacto de lenguas y pueblos en esa área geográfica, con propuesta de soluciones diferentes que permiten una mejor comprensión de lo ocurrido en el devenir histórico. Se resalta la importancia de los contactos permanentes entre el norte y sur del Mediterráneo, la pervivencia del latín en el norte de África y el desarrollo de los dialectos afrorrománicos, la vasquización tardía o el contacto del latín ibérico y el norteafricano en los inicios de Alandalús. La caracterización del espacio andalusí dentro del mundo árabe e islámico, tras un lento proceso de instalación, permite conocer mejor las relaciones entre el romance andalusí y los demás romances ibéricos y africanos, en un marco románico más amplio.

El objetivo principal de este libro es recoger y transmitir reflexiones y resultados de una investigación que ha evolucionado en paralelo a la vida profesional de su autor. Arranca de la pregunta sobre cómo era la situación lingüística de la Península Ibérica tras la llegada de los sarracenos, en qué ambientes se iniciaron las lenguas romances iberorrománicas y con qué contactos. Para disponer de una base suficiente para ese objetivo era necesario remontarse a siglos atrás y plantearse también reflexiones técnicas que requerían el auxilio de otras ciencias, como la Arqueología o la Biología, además de las ciencias históricas, como la Historia general o la Historia de las lenguas. También había que situar la investigación en un marco geográfico, más amplio que la Península Ibérica, porque a lo largo de los siglos son muchas las migraciones de un extremo a otro del Mediterráneo. Por eso, aunque se ha tratado de restringir la exposición de los datos sobre todo al Mediterráneo occidental, es preciso expandir ese marco y abarcar otras áreas en las que se producen fenómenos que pueden iluminar aspectos más grises del estudio. Todo ello se ha tratado de presentar y razonar en la primera parte de la obra, que está compuesta de dos capítulos. El primero se dedica sobre todo a los principios metodológicos de la investigación, a veces con la exposición de conceptos y referencias básicos, porque se trata de escribir un libro legible para el público interesado, no sólo para los especialistas. Por eso se presentan en él términos que forman parte del acervo conceptual de la Lingüística desde hace mucho tiempo y que hacen la comprensión y el manejo del texto más sencillo, como pueden ser los relacionados con la estructura y el cambio, lengua, norma, dialecto, diacronía, dominio. También se exponen de modo sencillo las relaciones de Lingüística y Arqueología o Lingüística y Biología aplicadas al objeto de estudio. Para facilitar la comprensión se acude a ejemplos concretos con repercusiones en Hispania, como pueden ser las migraciones indoeuropeas o la vasquización. Indoeuropeos y vascos representan su papel en la historia de la lengua española y es recomendable aclarar algunas ideas.

El segundo de los dos capítulos metodológicos acerca al lector al marco geográfico y cultural más reducido, para mostrar cómo la historia de la Península Ibérica es inseparable de la del Norte de África, con la que tiene lazos antropológicos, culturales, sociales y lingüísticos constantes y fuertes. Si bien se tiene en cuenta ese mundo desde antes de 218 a. JC, fecha del inicio de la presencia romana, se procura extenderse más a partir del siglo V d. JC, hasta el siglo X. En esa época se producen dos fenómenos lingüísticos constitutivos y definidores de ese dominio: la latinización, primero y la arabización, después. También se producen dos fenómenos sociales o culturales constituyentes, la cristianización y la islamización. De latín y su pervivencia depende la formación de los romances ibéricos, conservados en su mayoría, y también de los romances africanos, el afrorrománico perdido. Junto a la Romania emergente hay una Romania submersa que cada vez se conoce mejor y que merece más profundo estudio. También pueden discutirse conceptos históricos, como el de Alandalús o España. Filología e Historia se intercomunican, como la semántica y la historia cultural. Para ayuda del lector esta parte metodológica termina con un cuadro en el que se relacionan cronológicamente, datos antropológicos, lingüísticos, históricos y culturales.

La segunda parte es el producto o el desarrollo de las ideas que se presentan o sugieren en la primera. El capítulo tercero trata de llevar al lector a una descripción de los dominios lingüísticos en la Africa prouincia romana y su evolución antes del siglo VIII. Se elige este siglo porque la fecha de 711 es una fecha simbólica de un gran cambio, el derivado de la arabización e islamización, triunfante o fallida, del dominio geográfico que nos ocupa. Por ello hay que dar un lugar a lenguas como el bereber o el fenicio-púnico, que preceden y coexisten con el latín durante largos períodos, en cualquier caso. La interrelación entre latín y bereber merece bastantes páginas y lleva a conclusiones que pueden ser de interés sobre el proceso de préstamo léxico. Lo mismo ocurre sobre la lengua de los vándalos, de cuyo uso del latín se aduce un testimonio indiscutible. Como la investigación sobre varios de estos aspectos ha estado sometida a ideas y conceptos de las potencias europeas y su presencia en África, se ha insistido en lo que ha cambiado en la perspectiva de la investigación reciente, que trata de liberarse de ciertos complejos que, por otra parte, no son propios ni marcados en el africanismo o el arabismo españoles (aunque a veces puedan aparecer), lo cual, ciertamente, constituye una ventaja. El cristianismo y su mundo cultural, latino, merecen también un lugar aquí.


Alandalús no se formó de la noche a la mañana, ni era igual en 750 o en 950 o en 1492. Su historia muestra el desarrollo de cambios muy profundos, con una creciente orientalización, que está ya constituida entre los siglos IX y X. Ese proceso de orientalización andalusí se muestra en tres aspectos distintos, con ejemplos concretos, que pueden resultar anecdóticos inicialmente; pero que se presentan consolidados en esos tres aspectos, el administrativo de sellos y monedas, el cotidiano que puede representar la cerámica y el trascendente del más allá, que los cementerios recogen con certeza. Todo ello va acompañado, textualmente, del crecimiento del árabe como lengua litúrgica de los cristianos, proceso consolidado y bien conocido en Oriente y que tiene también sus ejemplos e instalación en Alandalús.

Objetivo necesario era llegar a los inicios del español. A ello se dedica el quinto capítulo desde una metodología y epistemología predominantemente lingüísticas. Es preciso consolidar la idea de que el latín tuvo un largo proceso hasta que dejó de usarse en el Norte de África, por ello la respuesta a la pregunta de qué lengua usaban para comunicarse los hispanos y los bereberes sarracenos tiene una respuesta sencilla, el latín, en sus variantes iberorrománicas y afrorrománicas. Esa facilidad de entendimiento ayuda a explicar el proceso de conquista y formación de Alandalús. Se repasan también, para crear una descripción completa que permita llegar a conclusiones sostenibles, el dominio de los vascos, desde la tesis de la vasquización tardía, el papel de los germanos y el del púnico y el latín o el bereber y el latín, todo ello en los marcos que ofrecen la Arqueología, la Toponimia y la Lingüística. Se llega así al punto final, la visión de los inicios del español dentro de un marco en el que interrelacionaron afrorrománico, iberorrománico, vascorrománico y romance andalusí. Ese dominio lingüístico inicial fue complejo y presenta facetas que abren vías de investigación que podrán cambiar lo que se sabe de los orígenes y evolución de las lenguas peninsulares.


Más información: Ultreia (ucv.es) : https://ultreia.ucv.es/index.php/ultreia 

Saturday, March 20, 2021

Al sur de Jerusalén: sacrificios, tumbas, textos

     Al salir de la ciudad antigua de Jerusalén por la puerta de Jaffa, se llega inmediatamente a una carretera de circunvalación y a un parque que ya está situado sobre el cauce del arroyo,  Gei Ben Hinnom, el Valle de los hijos de  Hinnom. El nombre procede de la designación de una familia no semítica. El clan de Hinnom fue anterior al período del Primer Templo, unos mil años a. JC. El valle era entonces un lugar de abominación. Más adelante Gei Ben Hinnom pasó a ser Ge Hinnom (Valle de Hinnom), Gehenna en español o inglés y Gehennem en árabe y hebreo. En el imaginario popular sería el paso hacia el infierno.

Pero ese camino del infierno es hoy en su parte superior una especie de paraíso burgués: buenas casas, un parque, un gran teatro musical al aire libre, entre otros servicios. Poco a poco, a medida que el cauce se hunde entre terraplenes rocosos y sustenta estrechos campos de olivos, camino a Jerusalén Este y la aldea árabe de Silwan, se une al Cedrón en su valle y se convierte en esa tierra de nadie urbana entre árabes y judíos. Esa zona ofrece la maravillosa vista de Jerusalén desde el sur y en ella parece haberse detenido el tiempo, entre los árabes que no pueden y los judíos que no se atreven.


Sobre el lado sur se levanta el cerro en altura, dominado por la iglesia escocesa de San Andrés. El terreno constituye una planicie ondulada que se extiende, con un pequeño desnivel, hasta los terrenos convertidos en parque de la primera estación de ferrocarril: First Station. 
Esa zona superior domina Jerusalén desde el sur, que es la parte con mejor defensa natural de la ciudad. Por ello la visión desde arriba tiene, en la guerra tradicional, gran importancia estratégica. Se supone que Pompeyo (Josefo, Guerra, 1:141) pudo establecer allí su campamento cuando sitió la ciudad en 63 a. JC. La parte sur de la ciudad, dominada por los partidarios de Aristóbulo y la más fortificada, era el objetivo de los romanos tras la entrega de la parte noroeste por los partidarios de Hircano. Un siglo más tarde, la situación se repitió con el sitio definitivo de la ciudad por los romanos a las órdenes de Tito el año 70 d. JC. (Josefo, Guerra,5:106-135). Es también posible que Tito instalara su propio campamento en esta zona. La defensa más débil de Jerusalén se sitúa en el norte y noroeste, por donde se produjeron los ataques. Durante los cinco meses del asedio es plausible que Tito se estableciera en un lugar que también contara con una defensa natural y esta parte alta del valle cumple esa condición.

Nada tiene de extraño que se busque la asociación de los destructores del Templo con esta zona del Hinnom, porque el origen del valle y las asociaciones del nombre tienen un carácter infernal. Varios elementos históricos y culturales confluyen en esta visión negativa. El más antiguo y trágico es el que asocia el valle a los altares construidos en los cuales los reyes de Judá sacrificaban en el fuego a los primogénitos, al parecer en honor del dios Moloch. Es el lugar llamado Topheth en la Biblia. Aunque el rey Josías destruyó esos altares, las menciones en Jeremías, Ezequiel e Isaías hacen suponer que al menos parte de las prácticas persistieron durante cierto tiempo. En términos antropológicos, limitar la discusión a fenicios y cartagineses es poco justificable. La existencia de una deidad de la muerte, a la que se ofrecieron sacrificios humanos, tiene una amplia extensión y es esencial para entender culturas geográficamente muy alejadas, como las mesoamericanas, entre otras. En general, estos ritos se asociaban a las prácticas para propiciar la lluvia. Es un campo que queda abierto para futuras investigaciones.

El valle quedó marcado por esa parte histórica, cuyo sentido negativo se fue incrementando por costumbres posteriores, los esenios, por ejemplo, como no consideraban correcto que los propios excrementos se mantuvieran dentro de la ciudad, los recogían y los llevaban fuera, depositándolos en este valle, marcado como un lugar no habitable. La pervivencia y consistencia de esas ideas lo mantuvo como un lugar adecuado para los muertos.

    Con ese antecedente y la asociación de esta ubicación con los enterramientos de restos de niños sacrificados parece natural que el lugar se convirtiera en un centro de enterramiento, donde se pueden encontrar tumbas del Primer y del Segundo Templo. El actual Centro Menahem Beguin está construido en un punto en el que se encuentran una serie de tumbas, alguna de gran relevancia, como se verá, lo que posiblemente indica que se trataba de un lugar religiosamente marcado.

El ritual judío de enterramiento, especialmente en la época del Primer Templo, requiere tumbas amplias. El cuerpo, envuelto en plantas olorosas o perfumes y en sudarios, se dejaba reposar sobre una plataforma o solio, que en el Segundo Templo estaba dominado por un arco de medio punto o arcosolio. El cadáver se dejaba hasta que sólo quedaran los huesos, que se colocaban en un osario. Entonces podía usarse la tumba de nuevo para un muerto reciente. Este sistema era muy costoso, porque durante meses la tumba no podía utilizarse para nadie más. Por ello van desarrollándose sistemas de tumbas que permiten la colocación de varios cuerpos y de múltiples osarios. El conjunto situado en Ketef Hinnom es por ello particularmente interesante, sobre todo por el descubrimiento de una tumba intacta, la número 24, que ha permitido analizar en detalle el sistema funerario.

La tumba 24 permite obtener el esquema siguiente:

Se observa en ella la posibilidad de realizar varios enterramientos simultáneos y además la existencia de un gran espacio donde era posible celebrar ritos y también almacenar osarios y otros objetos.

            La concepción post mortem de los judíos asociada con este sistema de enterramientos descansa en tres puntos principales:

a.       La idea de infierno no parece anterior a la penetración de las ideas zoroastrianas en el siglo V a. JC.

b.      Antes y después de esa idea, ha formado parte de la cultura judía la idea de una muerte sin resurrección, en todo caso con el reconocimiento de la bondad del individuo bueno y la condena a la nada del malvado.

c.       Los partidarios de una vida futura, en cambio, situaron en este valle precisamente lo que podría ser el sentido de Gehenna, una espacie de purgatorio, un lugar de reflexión tras la muerte sobre la verdad esencial de cada uno, normalmente de once meses, ampliable a doce en casos de extrema maldad.

Los enterramientos continúan a lo largo del valle y enlazan con los del valle del Cedrón, en la confluencia de ambos. En esa zona baja del valle se encuentran tumbas del Segundo Templo e incluso posteriores, como se aprecia en las imágenes. 

Los yacimientos permiten extraer informaciones filológicas para las cuales es preciso tener en cuenta unos pequeños objetos encontrados en la tumba 24. Se trata de dos rollitos de plata con inscripciones en escritura paleo-hebrea.  Aunque ha habido mucha discusión sobre su fecha, la opinión mayoritaria y, al parecer, más fundada, se inclina a situarlos entre 650 y 587 a. JC. El mayor mide, enrollado, 27 x 97 mm, mientras que el menor, más deteriorado y fragmentado, mide 11 x 39. Tras desenrollarlos cuidadosamente, se pudieron leer.

Las líneas introductorias de cada tablilla contienen texto contra el mal o el daño a la persona portadora, lo que les confiere la condición de amuletos, llevados al cuello como adorno personal y protección simultáneamente. Mientras que las líneas iniciales varían en cada tablilla, las finales contienen una cita casi idéntica de la bendición de Aarón. El texto de Números 6: 22-26 según la Biblia de Jerusalén es el siguiente:

 "22. Habló Yahveh a Moisés y le dijo: 23. Habla a Aarón y a sus hijos y diles: «Así habéis de bendecir a los israelitas. Les diréis: 24. Yahveh te bendiga y te guarde; 25. ilumine Yahveh su rostro sobre ti y te sea propicio; 26. Yahveh te muestre su rostro y te conceda la paz.»"

Una posible interpretación de la lectura de estos textos es que podría haber existido una versión bíblica, de la Torah, muy anterior a la versión más antigua conocida y que de ella procede este texto. Esta interpretación es posible, pero no imprescindible. La coincidencia de los textos puede entenderse también porque el texto de las tablillas pudiera expresar una fórmula de bendición que luego se reflejó en el texto de Números. En cualquiera de los dos casos, lo interesante desde el punto de vista meramente filológico es la continuidad del texto y su relativa estabilidad, así como su presencia y uso en un texto escrito muy temprano.

Históricamente el valle ofrece una continuidad desde la época cananea hasta la época de los cruzados, con implicaciones que no sólo son históricas, sino, como se ha visto, también filológicas. Vale la pena detenerse en él y considerar Jerusalén desde esta perspectiva, menos habitual.