Friday, November 30, 2012

Romano Bilenchi y Jorge Guillén


Romano Bilenchi: La Fuente


De "Le Stagioni" en Una città.



Il raconto "Le Stagioni" di Romano Bilenchi apparve sul quotidiano fiorentino La Nazione del 3 novembre 1957, e fu poi ristampato nelle raccolte Una città e altri racconti (Galatina, 1958) e Siccità e altri racconti (Milano, 1977).


La piscina era al principio di una vallata e aveva accanto una fonte, alta a tre archi, dove, durante l'estate, le donne dei quartieri vicini lavavano i panni; ogni tanto, un cavallo rompeva le file serrate e rumorose delle donne, si accostava timoroso alla fonte e beveva adagio dopo avere a lungo fissato l'acqua che si rinnovava schiarendosi lentamente. I cavalli giungevano anche a copie, nitrivano con serpentini scatti di giogia e si mordevano sul collo. Le donne, allora, si riposavano; qualcuna accarezzava un cavallo che subito protendeva il muso verso di lei. Poi i cavalli se ne andavano per la strada alta di polvere soffice e bianca urtandosi e mordendosi ancora sul collo e sui fianchi. Le donne tornavano a lavare chi più indolente chi più spedita di prima. Rimanevo a guardare le donne e i cavalli e quando i cavalli erano scomparsi dietro la grande curva della strada entravo nella piscina.

Jorge Guillén, "Variaciones", en Homenaje,


De Aire nuestro, Milano, All'Insegna del Pesce d'Oro, 1968.



      A la fuente, gran fuente de tres arcos,
      Venían a lavar su ropa blanca
      Las mujeres de aquellos barrios próximos.
      Un caballo surgió, que ya rompía
  5   Las apretadas filas rumorosas,
      Temeroso acercándose a la fuente.
      Y bebió poco a poco de aquel agua
      Que había contemplado con sosiego.
      El agua, renovada, se aclaraba
 10   Lentamente. Después, otros caballos
      Vinieron en parejas, y relinchos
      Con serpentinos trémolos de gozo
      Sonaban, y en los cuellos se mordían.
      A ratos descansaban las mujeres.
 15   Alguna acariciaba algún caballo
      Que hacia ella tendía ya el hocico.
      Y, por fin, los caballos se marcharon
      -Bajo la polvareda blanda y blanca
      Del camino, más alto con el polvo-
 20   Siempre en solaz, rozándose y mordiéndose
      Todavía los cuellos, los ijares.
      Las lavanderas a lavar tornaron,
      Quien indolente, quien más expedita.
      Yo miraba caballos y mujeres.

 En la fuente de aquel valle,
 Alta fuente de tres arcos,
 Lavaban su ropa blanca,
 Bajo el sol de aquel verano
 Ruidoso de las afueras,
 Mujeres de aquellos barrios.
 Irrumpiendo entre las filas
 Femeninas un caballo
 Temeroso hasta la fuente
 Se llegaba y muy despacio
 Bebía, no sin haber
 Algún tiempo contemplado
 La transparencia mayor
 O menor del agua. Varios
 Caballos venían juntos,
 Relinchaban retozando,
 En el cuello se mordían
 Mientras hacia alguna mano
 Se tendía algún hocico,
 Pronto a ser acariciado.
 Y juntos, al fin se fueron
 Por el camino, más alto
 De polvo blanco, mordiéndose
 Con amor cuellos y flancos.

Caballo sediento
Se acerca a una fuente,
Frescura consiente
La tarde sin viento.

Agua contemplada
Se bebe con gozo.
Como una algarada
Resuena el retozo.

Fuente, mujerío,
Agua, ropa, voces
Que no cesan, goces
Solares de estío.

El agua no sacia.
Un cuello se inclina
-Más caballos- hacia
Caricia vecina.

Con la polvareda
Blanca del camino
Se va el grupo equino.
La hermosura queda.

Friday, November 2, 2012

Tarzán cumple cien años



estoy columpiándome sobre una rama, a veinte metros de altura. En el claro, a mis pies, la tribu de antropoides se afana en su principal ocupación: alimentarse. Admiro su brillante pelaje y los músculos poderosos bajo él. Miro con cierta repugnancia mi cuerpo blanco y lampiño, que no se puede comparar a esa fastuosa cubierta animal. El sol está casi en su cenit y la luz, tamizada por las hojas, brilla en tornasoles húmedos. No siento calor, ni humedad, ni miedo, tengo ocho años y soy el gran cazador blanco, el señor de África. Uno de mis peludos compañeros se acerca demasiado bamboleándose y lo alejo con un gruñido. Tarzán quiere estar solo, mientras el mediodía de la selva pasa lentamente por su vida.


The All-Story Magazine October 1912: Tarzan of the Apes, A Romance Of The JungleEl imaginario de África debe casi todo a dos libros dominantes: Las minas del rey Salomón y Tarzán de los monos. Hace cien años, en octubre de 1912, The All-Story, una revista barata, publicó en folletín la primera edición de Tarzan of the Apes. El subtítulo: A Romance of the Jungle, 'una novela de la selva.' Esas revistas, en papel de muy escasa calidad, tuvieron una participación esencial en el desarrollo de la lectura en los Estados Unidos.
Edgar Rice Burroughs (1875-1950) inició con este libro una larga serie de novelas de tema africano, que compaginó con las de tema marciano o venusino, con el personaje de John Carter, otro de los mitos de la juventud de entreguerras (y posterior). Burroughs, por cierto, nunca viajó a África (ni a Marte o Venus, por supuesto); pero su percepción y transmisión de ese continente es inseparable de nuestra vida.
La edición encuadernada, en tela, no se publicaría hasta el 6 de junio de 1914, por "A.C. McClurg" con copyright de "W.F. Hall Printing Co. Chicago".

Muy poco después, en 1918, se realizó la primera versión cinematográfica, muda, dirigida por Scott Sidney. Gordon Griffith fue el primer actor que hizo de Tarzán, un Tarzán muy joven, casi un niño. Griffith tenía diez años. Elmo Lincoln fue, por su parte, el primer actor que representó a Tarzán adulto, al avanzar la historia. En esta primera película el personaje central, representado por Griffith, aparece inicialmente tan desnudo como los monos que le prestan su apellido, hasta que descubre a unos negros que, para bañarse, se quitan el taparrabos, que pasa a ser, desde entonces, uno de los elementos esenciales de la caracterización del personaje.


Aunque la película se aparta bastante del libro en que se basa, no hay que olvidar que Burroughs intervino en el guión, por lo que hay que suponer que los cambios (tan esenciales como que Tarzán no aprenda a leer solo, sino ayudado por un esclavo huido) suponen una reinterpretación del personaje por su autor. En todo caso fue la primera de una exitosa serie que consagró a actores como Johnny Weissmuller, campeón olímpico de natación con el equipo norteamericano, aunque en realidad había nacido en Timisoara, hoy Rumanía y entonces parte del imperio austro-húngaro. Su condición de nadador explica la gran cantidad de minutos en el agua y las luchas con cocodrilos que necesariamente acompañan sus películas. Las versiones cinematográficas de Tarzán abarcan todos los géneros e interpretaciones posibles, tal fue el atractivo de ese mundo que él representa.
"Misteriosa" es el adjetivo que suele acompañar esta imagen de África. El nuevo El Dorado anterior a la primera guerra mundial ofrece, como el primero, vegetación lujuriosa, paisajes vírgenes, animales exóticos, pueblos salvajes de costumbres depravadas, caníbales, y una distinción que ha marcado la visión occidental de sus gentes, la que se establece entre el negro bueno, que quiere ser civilizado, y el negro malo, que mata y devora a otros hombres y que está por detrás de las fieras, que sólo matan -se supone- para comer.
No importa que las fieras maten también para divertirse y que nadie haya matado más que el hombre "civilizado". Para evitar esa reflexión, nada mejor que concentrar la maldad en otro tipo de civilización, la representada por exigencia de la propaganda de la guerra que se desarrollaba a medida que avanzaba la serie de Tarzán: los alemanes, enemigos del imperio británico también en África.
Los buenos tampoco son todos los anglosajones, entre ellos también hay malvados y los malos no son todos los demás. Hay una mayor complejidad que ha permitido que el personaje fuera admirado y asimilado por muchas culturas. Ya se ha dicho que hay negros buenos. Más interesante, quizás, es que, además de los árabes comerciantes de esclavos, que son los tipos más depravados de la serie, junto con algunos alemanes, haya también árabes buenos, honorables y, en consecuencia, honrados en los libros.
Al releer Tarzán, hoy, se es cada vez más consciente de cómo quedaron grabados en nuestra mente algunos estereotipos: "a nadie desprecia tanto el árabe como al hombre demasiado locuaz", por ejemplo. Es a veces un poco inquietante reconocer nuestros prejuicios en la relectura, que en muchos casos trae a la memoria fragmentos que permanecían allí,  absorbidos literalmente. Ahora, de pronto, nos damos cuenta de por qué esperábamos que África fuera de cierto modo o que creyéramos que, en ese continente y esa realidad, sólo nos íbamos a encontrar con los negros y los árabes amigos y que el resto serían enemigos despreciables. El paso de la adolescencia a la madurez, además de un conocimiento mejor y más directo del mundo, ha implicado el trabajo de reconstruir la imagen de África. En el fondo, sin embargo, siempre queda algo que esperamos, que anhelamos, y que procede de las páginas de los libros. Nacimiento y muerte, sol y sangre, amor y odio, elementos de la vida y la literatura, se mezclan en ellas.
Pero yo todavía no sé nada de eso, tengo ocho años, no siento calor, ni humedad, ni miedo y

Saturday, October 6, 2012

José Ramón de Urrutia y de las Casas







He recibido mi ejemplar de Imaginary Kingdom. Texas as Seen by the Rivera and Rubí Military Expeditions, 1727 and 1767, el interesantísimo libro de Jack Jackson (1995). Lo he comprado de segunda mano, procedente de la biblioteca de una escuela de Houston donde parece que la historia de Tejas ya no interesa (o quizás lo que no interesa es la escuela y su biblioteca). A juzgar por su perfecto estado, puede que nunca tuviera un lector en ese lugar mientras que ahora al menos tiene uno. Es un libro grato: bien impreso, con grabados y mapas, buena encuadernación y protegido por una cubierta de plástico, un gesto que demuestra que la biblioteca estaba bien atendida. Quizás en otro momento investigue qué bibliotecario, o bibliotecaria, puso tanto cuidado en su trabajo.
El volumen contiene, amén de análisis y otros documentos, la traducción de los diarios de las visitas ('inspecciones') de don Pedro de Rivera (1724-1728) y de don Cayetano María Pignatelli Rubí Corbera y San Climent, Marqués de Rubí (1766-1768), el segundo entonces inédito.
Además de la gran aportación que supone y la general estima que alcanza, el libro me ha hecho ser consciente de una figura humana vinculada con Tejas y el Suroeste, singularmente interesante, tanto que atrajo la atención y el cuidado artístico de don Francisco de Goya.
Palacio Urrutia, Zalla
José Ramón de Urrutia y de las Casas fue un vasco de Vizcaya, nació al amanecer del día 19 de noviembre de 1739 en Zalla, unos veinte kilómetros al suroeste de Bilbao. Se conserva su expediente en el Archivo General Militar, donde dice que fue su padrino Sebastián de la Cuadra y Llarena, marqués de Villarías. Sus padres fueron Feliciano de Urrutia, coronel de la Guardia valona, y Agustina de las Casas.
Hizo sus estudios primeros en la villa de Valmaseda, donde estudió latín y matemáticas, y después entró en la Academia Militar de Matemáticas de Barcelona, siguiendo la tradición familiar. Ingresó en el ejército el 6 de abril de 1755 como cadete en el Regimiento de Infantería de Murcia. Cinco años después obtuvo el título de subteniente en el Regimiento de Guadalajara. En 1764 embarcó para México con el Regimiento de América. Su cometido era el de topógrafo en un grupo de ingenieros encargado de trazar nuevos mapas de los territorios del Norte de la Nueva España y estudiar las comunicaciones. Por ello fue asignado a la inspección del Marqués de Rubí y recorrió una buena parte de lo que hoy es Tejas, así como el camino entre El Paso y Santa Fe, en lo que ahora es Nuevo México.
En 1764 había terminado la Guerra de los Siete Años, en la que España se había visto involucrada por los Pactos de Familia con Francia. La derrota supuso la pérdida de la Florida (para no tener que entregar a los ingleses La Habana). Sin embargo, tres meses antes del fin de la guerra, un pacto secreto con Francia había dado a España el territorio entonces francés de la Luisiana, al Este de Tejas. Aunque la frontera entre Gran Bretaña y España se fijaba en el Misisipí, el papel estratégico de esa frontera, que ya no era entre España y Francia, había cambiado notablemente y el rey Carlos III decidió que era precisa una nueva inspección de los presidios (guarniciones) y los caminos así como un estudio para el refuerzo de esa nueva y, se suponía, más delicada frontera. De hecho, aunque mucho más tarde, los temores españoles se cumplieron y el México ya independiente perdió todo el territorio tejano, que acabó pasando a los Estados Unidos.
El marqués de Croix, virrey de la Nueva España, asignó al joven subteniente Urrutia  a la expedición, como ingeniero, sin dejar de pertenecer a su regimiento.
Plano de la ciudad de San Antonio de Béxar
y fortificación de la misión de San Antonio de Valero, "El Álamo'.
 Levantó los planos de los presidios de El Paso y Santa Fe y, entre otros muchos presidios en Coahuila, Nuevo León, Nayarit, Sonora y Tejas, visitó el de San Antonio de Béxar. A su regreso fue ascendido a teniente por sus valiosos servicios a la corona. Permaneció poco tiempo en la capital. En 1768 acompañó a don José de Gálvez en su visita al Noroeste (Sonora, Sinaloa y Baja California). Colaboró allí con el ingeniero catalán Miguel Constanzó en el levantamiento de varios planos, fundamentales para el desarrollo militar y misionero que se desarrolló poco después.
La Real Orden del 24 de agosto de 1768 lo destinó a trabajar en el desagüe de la gran laguna de Huehuetoca, un lugar pestífero donde el agua de las lluvias provocaba tremendas inundaciones, lo que causaba una acumulación de mosquitos y la convertía en un foco de malaria. Urrutia realizó los planos; pero contrajo la enfermedad, que lo acompañaría toda su vida. El proyecto, uno de los más significativos de la copiosa ingeniería civil virreinal, se llevó a término. Iba del lugar llamado Vertideros o el Vertidero, pasando frente a Huehuetoca y atravesando la loma de Nochistongo, hasta el Salto, hoy en el Estado de Hidalgo. Entre Huehuetoca y Nochistongo este desagüe era subterráneo y formaba una bóveda sostenida con puntales de madera. En esta obra espectacular, dirigida por el maestro Henrico Martínez (Heinrich Martin),  colaboraron indios de la zona y también otros llegados de muy lejos. Permitió la población de una zona extensa y hoy muy rica.
La mayor parte de los planos levantados por Urrutia en estos años se encuentra en el Museo Británico, en Londres.
Batería de Urrutia, Cádiz
 De regreso a España, tuvo una recidiva de la malaria en Canarias, por lo que fue destinado a la Academia de cadetes de Infantería en Ávila. Rechazó el puesto de director, prefiriendo el de profesor de Matemáticas.
En 1779, ya restablecido, fue enviado a Cádiz, para contribuir con sus conocimientos de ingeniería en la defensa contra los ingleses. Todavía pueden verse las ruinas de la batería de Urrutia, que construyó en la Punta del Boquerón, al sur del municipio de San Fernando. En 1845 se levantó un plano de la fortificación para proceder a su reforma, tras la cual presenta el aspecto actual.
Cuando dirigía las obras de la batería de San Carlos, frente al Peñón de Gibraltar, fue herido de bala, lo que no le impidió unirse a los hombres del duque de Crillón, cuando pasaron por el estrecho, con ellos participó en la reconquista de Menorca, donde realizó obras posteriormente.
En 1783, tras la firma del tratado de paz, fue nombrado comandante general de Algeciras. Allí trazó un plano del Estrecho. Pasó luego a dirigir las obras del Canal de Castilla, el gran proyecto de Fernando VI, para dar salida fluvial a las comarcas de la Meseta.
El 25 de abril de 1787 una Real Orden lo envió durante más de cuatro años a recorrer distintos países de Europa, Inglaterra incluida, para estudiar la organización de sus ejércitos. En Rusia fue tan bien acogido que le ofrecieron participar en la campaña contra los turcos, al mando de una división. Además de aportar sus conocimientos de ingeniero, combatió al frente de sus tropas, siendo el primero en subir por la trinchera o en recibir en línea a la caballería turca. El mariscal en jefe, Grigori Alexandrovich Potemkin lo condecoró con la Cruz de San Jorge, la Espada del Mérito y le ofreció el cargo de Mariscal del Imperio Ruso. La última distinción lo comprometía por vida, así que no pudo aceptar.
A su regreso a España, en 1791, seguía siendo Brigadier, aunque todos los que se habían quedado hubieran ascendido. Ya se sabe el dicho: "el que se fue a Sevilla perdió su silla", válido hasta hoy. En este caso, sin embargo, la justicia se impuso y en 1791 Carlos IV lo nombró Mariscal de Campo, con retroactividad en la fecha a 1780, reconquista de Mahón. Inmediatamente fue enviado a la guerra contra Marruecos, como comandante de Ceuta, sitiada por los moros, a los que derrotó. En 1793, ascendido a Teniente General, fue enviado por Carlos IV a Navarra a luchar contra la Revolución Francesa. Expulsó a los franceses del Roncal y pasó a Cataluña. Fue nombrado Capitán General de Cataluña. Lo primero que hizo fue pagar los atrasos a la tropa y recuperar la moral. Humanizó la guerra con un convenio para devolverse los prisioneros heridos tras la batalla. El 4 de septiembre de 1795 Carlos IV lo ascendió a Capitán General.
En diciembre de 1797, tras la muerte de Francisco Sabatini, fue nombrado ingeniero general del Ejército. Creó entonces, en la práctica, el cuerpo de Ingenieros Militares.

Hacia 1798 suele fecharse este gran cuadro de Goya, hoy en el Museo del Prado. El pintor trata al personaje con notable simpatía. En la mano derecha tiene el catalejo del topógrafo y en la izquierda bastón y sombrero, que dejan al descubierto el espadón. Faja de Capitán General. Luce en la solapa, en exclusiva, la Cruz de San Jorge del Imperio Ruso. El fondo montañoso puede aludir a la topografía vizcaína; pero también al carácter recio y sin componendas del personaje, considerado por sus contemporáneos como un ejemplo de hombre justo.
La cara, una típica fisonomía vasca, no resalta especialmente, de acuerdo con el carácter retraído y discreto del retratado; pero en la indumentaria los colores cálidos dan luminosidad y simpatía al personaje, que destaca tanto como científico como en su condición de militar. Es también un hombre cuidadoso de sí mismo y elegante, sin excesos. Todo en la imagen indica un tratamiento particularmente favorable por parte de un pintor que no se contenía cuando había de comunicar su opinión del retratado.
El rey Carlos IV lo llamó a Palacio el 9 de julio de 1800, para ofrecerle un título de Castilla y la Grandeza de España, para él y sus descendientes. Urrutia respondió:
"Señor, he vivido siempre tan ocupado que no he tenido tiempo para casarme, ni tengo dinero para sostener decorosamente la Grandeza de España".
El rey le replicó:
"Pues menos tiempo vas a tener ahora, porque te nombro Inspector de las tropas de las Indias y sus plazas y fábricas de armas, pertrechos y municiones; además de recibir la encomienda del Campo de Almodóvar en la Orden de Calatrava".
Un retrato de Godoy pintado por Goya, protagonista en Sotheby's
Retrato ecuestre de Godoy, por Goya
Pero ya se sabe que se sube hasta que se tropieza con las ambiciones de los cretinos. No regresó a América. El valido, Manuel Godoy, emprendía la guerra contra Portugal, la llamada "Guerra de las Naranjas", por el envío a la reina María Luisa de un obsequio consistente en un ramo de naranjas portuguesas, objeto de chanza por parte de la oposición a Godoy, que divulgó sátiras más o menos ingeniosas, pero todas malévolas, sobre las relaciones entre el ministro y la reina. Godoy había sido nombrado "Generalísimo", como don Juan de Austria, nada menos. No resulta extraño que Goya lo retratara en lo que parece un caballito de cartón.
Cuando el rey le pidió que se pusiera al frente del ejército expedicionario, a las órdenes del Generalísimo, Urrutia (desde mayo de 1797 Capitán General de Extremadura) rehusó: le parecía que esa guerra era injusta y que los proyectos en América eran mucho más necesarios. Otros generales rehusaron también, como cuenta Godoy en sus Memorias; pero Urrutia fue semi-desterrado a Sevilla por un tiempo y no recuperó ya el favor real.
Falleció en Madrid, el primero de marzo de 1803, a las cuatro y media de la tarde. En mayo de ese año la Gaceta de Madrid anunció la venta de un retrato del difunto general Urrutia por seis reales, en la Librería de Castillo, en la calle de Carretas. Su sobrina María Uría y Alcedo fue su heredera universal. No sabemos más.
En su oración fúnebre, en la catedral de Valladolid,  Fr. Leoncio de Villaodriz, rector de Teología del convento de Capuchinos, concluyó: "Fue proverbial en la época, para indicar una cosa justa, la expresión: 'El Sr. Urrutia lo ha hecho', 'el señor Urrutia lo ha dicho.'"

Monday, September 3, 2012

Miguel García Posada

Mi alejamiento de ciertos sectores de España es tal que me entero hoy, con profundo dolor, de la muerte de Miguel García Posada, ocurrida el pasado 18 de enero. Hacía años, muchísimos, que no nos veíamos, simplemente porque no coincidíamos espacialmente. Tuve siempre por él gran admiración y leí lo que pude suyo con claro aprecio. Es sintomático que nadie me avisara, ni me lo recordara en este largo y cálido verano de 2012 en Madrid.
Coincidimos Miguel y yo en las oposiciones a cátedras de Institutos Nacionales de Enseñanza Media, en Madrid, en el año de 1973. Presidía Don Emilio Orozco y el otro catedrático de Universidad era don Francisco Ynduráin. El tribunal se completaba con tres catedráticos de Instituto cuyos nombres no recuerdo. Miguel eligió el Beatriz Galindo y yo el Isabel la Católica. El Ministerio de Educación no publicó los nombramientos hasta noviembre de ese año y no empezamos el curso en nuestras cátedras hasta el otoño de 1974, por eso sólo pasé menos de un curso --felicísimo-- en el Isabel, porque en 1975 gané la plaza de la Universidad de Zaragoza e inicié mi periplo universitario como profesor permanente (1976 Valladolid, 1981 Autónoma de Madrid, 2001 Roma 'La Sapienza', 2004 Universidad de Tejas en San Antonio).
El año académico 1973-74 fue especialmente duro para Miguel. Yo sobreviví gracias a las clases de la Complutense, con don Rafael Lapesa y a unas clases de lengua para relaciones públicas que me proporcionó don Fernando Lázaro Carreter. Luego me hizo todo el daño que pudo; pero siempre le agradeceré que, gracias a su recomendación, sobrevivimos ese año sin pedir a nadie. Miguel tuvo que irse a Albarracín, con sus suegros. Allí lo visité y pasamos un día inolvidable, hablando del lugar, de los proyectos, de la vida y del cambio de España, que ya era inminente, aunque todavía el Régimen parecía tener cierta fortaleza. Lectores de Il Gattopardo, el optimismo de la edad no nos permitió reconocer que todo cambiaría para que todo siguiera igual. Si nos vimos después, fue siempre en actos colectivos y, sinceramente, no me acuerdo. Ese momento fijó mi imagen de Miguel.
Leo ahora las crónicas de su muerte y me alegro de no estar en España y de haber dejado todo dispuesto para que se haga lo posible por evitar que me ocurra algo parecido. Lo traeré a colación porque la dureza de la vida de un crítico español queda manifiesta, así como la envidia y los rencores que carcomen ese pobre país. Él no fue blando, es cierto; pero es que su nivel era muy superior a la mediocridad que siempre acaba dominando en esos pagos, por el bien conocido sistema clientelista. Una herencia de Roma que alcanza en la Península Ibérica niveles que no se han conservado en la Itálica.
Para los plumíferos "encarnó el prototipo del crítico a la vieja usanza, al estilo de Rafael Conte y algunos más". Es decir, su clara batalla por la literatura real, no por la porquería partidista al uso o los autores de masas, lo hizo protagonista de polémicas. Especialmente ácido fue en sus juicios de Arturo Pérez-Reverte, de quien no es éste lugar para opinar y cuyos artículos, en general, estimo sobremanera. Cuando tuvo ocasión, con motivo de una novela de Miguel, Pérez-Reverte ejercitó la vendetta sin rebozo.
Pero la anécdota que define perfectamente lo que es el mundo hispano de las letras es la protagonizada por un colega que, oculto en un pseudónimo (con ese valor cívico característico por su ausencia) habló de una reunión científica “enriquecida por la ausencia de García-Posada”. Una autodefinición, sin duda.
Como su obra y trayectoria están bien resumidas en Wikipedia, entre otros sitios, sólo quiero añadir, para terminar, una reflexión que arranca de su libro en prosa La ausencia. Un viaje interior a través de los recuerdos. Es, por supuesto, el libro que, de algún modo, algunos otros amigos, como Jorge Urrutia, ya han escrito y que los demás quizás escribamos si dejamos a un lado cosas sólo en apariencia más importantes. El heterónimo es Rafael Bouzano, quien no acude al entierro de su tía Isabel, la mujer a quien más quiso. Escribe para compensar esa falta, justificada por la vanidad: va a una reunión de grandes especialistas, como invitado especial. Durante su viaje al Norte compone un viaje interior al Sur, recreando su vida y sus recuerdos.
Escribir sobre nuestras contradicciones es más difícil de lo que parece, en buena medida porque no solemos ser conscientes de muchas de ellas. Además, uno no debe vivir desviviéndose, como siempre me decía mi maestro, don Américo Castro. ¿A qué huele el tiempo? A tierra mojada, a cristalitos de mica del granito que brilla con el sol del verano, a medianoches rellenas de un pescado inolvidable, a ensaladilla rusa, a la chaqueta de un amigo que nos echó el brazo por el hombro cuando estábamos mal, a labios que dejaron un recuerdo imborrable; a mujeres que guisaron y mujeres que besaron, a la nube que vela y muestra nuestra vida.

Saturday, August 25, 2012

John Keat's The Day is Gone, with a translation

The day is gone, and all its sweets are gone!
Sweet voice, sweet lips, soft hand, and softer breast,
Warm breath, light whisper, tender semitone,
Bright eyes, accomplished shape, and lang'rous waist!
Faded the flower and all its budded charms,
Faded the sight of beauty from my eyes,
Faded the shape of beauty from my arms,
Faded the voice, warmth, whiteness, paradise -
Vanished unseasonably at shut of eve,
When the dusk holiday -or holinight
Of fragrant-curtained love begins to weave
The woof of darkness thick, for hid delight;
But, as I've read love's missal through today,
He'll let me sleep, seeing I fast and pray.

(John Keats, 1795-1821)

¡El día ya se ha ido, con todas sus dulzuras!
¡Voz dulce, dulces labios, mano suave, más suave el seno.
Aliento tibio, suspiro ligero, tierno semitono,
Ojos brillantes, contorno acabado, lánguida cintura!
Marchita la flor y el encanto de sus brotes,
Marchita la visión de lo bello en mis ojos,
Marchita la forma de lo bello en mis brazos,
Marchita la voz, tibieza, blancura, paraíso -
Desvanecido intempestivamente, clausurada víspera,
Cuando la fiesta del anochecer -fiesta nocturna
De amor fragante el manto a tejer empieza
Recio el ladrido de la oscuridad, para delicia oculta;
Mas, como he terminado del misal del amor hoy la lectura,
Me dejará dormir, al ver que ayuno y rezo.

(FMM, 13 de agosto de 2012)

Monday, August 20, 2012

La amistad

Hace mucho que quería escribir sobre la amistad, sobre la amistad y, de alguna manera, por ello, sobre el amor. Las dos palabras están relacionadas y también se relacionan con "ameno". Los lingüistas ven muy plausible su relación con expresiones infantiles (italiano mamma, español mamá, vascuence ama, latín amita 'tía paterna') e incluso con el testimonio de uno de esos radicales comunes a todas las lenguas del mundo, el radical -M-. Se trata en consecuencia, de términos que categorizan relaciones sentidas muy profundamente, muy básicas. Una muy querida amiga ha estudiado precisamente la amistad y hay un amplio despliegue de escritos que, con mayor o menor fortuna, la han tratado.
Aristóteles, sin duda el gran categorizador de la Antigüedad, hizo una primera clasificación tripartita (libro octavo de la Moral a Nicómaco) que sigue sirviendo.
En primer lugar tendríamos la amistad del placer, es decir, la que nos hace juntarnos con otros con quienes compartimos aficiones, diversiones: con éste vamos de tapas, con este al cine, con aquél, a jugar al fútbol o a verlo. La segunda es la amistad del interés. Aclaremos, del interés lícito: esta amiga nos ayuda con las matemáticas, aquél conoce a quien puede sacarnos de un apuro con el auto, éste sabe dónde comprar las mejores chuletas de cordero y ése hace las mejores paellas. Nosotros, seguramente, también servimos para algo, porque todos tenemos amigos así y somos así amigos de alguien. Como dice el Estagirita: "cuando se ama por interés y por utilidad, sólo se busca en el fondo el propio bien personal. Cuando se ama por placer, sólo se busca realmente el placer mismo. En estos dos casos, no se ama aquel que se ama por lo que es realmente, sino que se le ama sólo en tanto que es útil y agradable. Estas amistades sólo son amistades indirectas y accidentales; pues no se ama porque el hombre amado tenga tales u cuales cualidades, cualesquiera que por otra parte sean ellas; sino que se le ama en un caso por el provecho que procura y por el bien que facilite, y en otro por el placer que proporciona."
Está claro que lo que sucede con estos modelos basados en lo efímero es que, a la larga, crean insatisfacción. La prueba de fuego es la permanencia, que es lo que da profundidad. Ahí es donde se requiere un principio que opere a lo largo del tiempo, un principio que no puede ser corporal, en esa dicotomía de cuerpo y alma tan helénica. La amistad más profunda, en consecuencia, es la amistad espiritual. "La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas." Alma, aquí, es simplemente un principio activo, como activo es el órgano que se menciona luego. "La amistad perfecta es la de los hombres virtuosos y que se parecen por su virtud; porque se desean mutuamente el bien en tanto que son buenos, y yo añado, que son buenos por sí mismos. Los que quieren el bien para sus amigos por motivos tan nobles son los amigos por excelencia." Anteriormente se ha preguntado si es una exigencia de la amistad la bondad, si se puede amar a quien, diríamos hoy, no lo merece. No con amistad perfecta, podríamos responder ahora. Por eso son tan terribles los desencantos, las pérdidas del sentido común de las vidas, cuando las personas se hacen conscientes de que esa unión perfecta era ilusoria.
En realidad, incluso con nuestros mejores amigos, lo que tenemos es una mezcla de los tres tipos. Aunque hayamos pasado años sin un intercambio de utilidad, sabemos cuándo recurrir a la parte útil de un amigo y, sin duda, siempre esperamos de esa relación algún placer compartido. Cuando pasan los años, la necesidad de la amistad útil crece, porque lo hacen nuestras necesidades.
¿Se puede amar lo perenne o sólo hay verdadero amor a lo que es eterno? Es otra pregunta del filósofo. Ocurre rápidamente la reflexión de que en tiempos en los que lo trascendente no cuenta, los amores son efímeros. Seguramente es una simplificación que esconde el deseo de vivir esa perfección. El maestro lo advierte y se inclina por el papel fundamental de la continuidad: "La amistad sólo es completa cuando media el concurso del tiempo y de todas las demás circunstancias que hemos indicado; y gracias a estas relaciones llega a ser igual y semejante por ambas partes, condición que debe existir también cuando se trata de verdaderos amigos." 

Thursday, July 5, 2012

Un paseo por Madrid


La mañana del 13 de mayo de aquel año, miércoles, fue especialmente hermosa y soleada. La temperatura permitía salir en mangas (largas) de camisa. La calle de Almansa, como el barrio, está en obras. Algo de los nuevos tendidos eléctricos. Entre los alcorques de los árboles y las zanjas de las obras pasear es un ejercicio de alpinismo. Los árboles, por cierto, plátanos en Almansa, acacias en Los Vascos, la perpendicular, están hermosos. El Ayuntamiento parece que ha hecho un esfuerzo de conservación y se nota.

Tengo que ir al cruce de Santa Engracia y Alonso Cano, a renovar el permiso de conducir español, que ha caducado en estos días. Voy a hacerlo a la mutualidad del taxi, que se encarga de todo y hace también el reconocimiento médico-psicotécnico. El camino me lleva por Reina Victoria a la plaza de Cuatro Caminos, que cruzo por su lado sur, para luego ir bajando por la calle de Santa Engracia. Ese nombre siempre me hace pensar en mi padre. A pesar de que el régimen franquista cambió los nombres de las calles y Santa Engracia pasó a ser García Morato, el héroe de la aviación española, mi padre siempre la llamaba por su nombre antiguo, como llamaba la Calle Ancha a la Calle Ancha de San Bernardo. A veces lo hago yo también, un poco por recuerdo, un poco para burlarme de las nuevas generaciones (¿manifestación de la envidia de la edad?). La calle Ancha tenía tranvías y pasa por delante de la antigua sede de la Universidad Complutense. Universidad se llama el distrito donde nací, como si estuviera predestinado. Pero hoy no voy hacia allá, me quedaré un poco más arriba y un poco más al Este, en Chamberí.

La acera o vereda o banqueta de la derecha es la del Oeste. A estas horas da el sol, mitigado por las sombras de los árboles, que se mantienen a lo largo de toda ella. Es una de las zonas urbanas más arboladas de Madrid. La calle es ancha y las aceras amplias. Hay muchos autos, como en todas partes; pero el camino bordea los antiguos terrenos del Canal de Isabel II, la gran obra de Bravo Murillo, cuya calle corre divergente de Santa Engracia desde la glorieta de los Cuatro Caminos, en realidad cinco: Reina Victoria hacia la Ciudad Universitaria y el Oeste. Bravo Murillo hacia el Norte y el Sur, única calle que conserva su nombre al cruzarla, Santa Engracia, divergente como dije, también hacia el Sur y, hacia el Este, para cruzar la Castellana y unirse a las Rondas y la carretera de Zaragoza, ya con otro nombre, Raimundo Fernández Villaverde.

Ya no hay tranvías en Cuatro Caminos, ni existe, muy cerca de donde ahora vivo, el antiguo Metropolitano, el campo del Atlético de Madrid al que iba con mi padre (uno de sus alumnos era portero suplente del Atleti). Yo entonces era del Athletic de Bilbao, como mi familia materna, así que el Atleti me resultaba simpático. Lo pronunciábamos distinto: A-tlé-tic era el de Bilbao, el bueno, Al.leti era el de Madrid. Esa costumbre de pronunciar tlé desde pequeño me ayudó luego mucho para pronunciar las palabras del náhuatl. En el viejo Metropolitano vimos una vez un campeonato juvenil de fútbol. Eran los años cincuenta. Muchísimos años después recuerdo una parada del portero polaco encima de la misma raya de gol. La regla dice que el balón tiene que traspasar totalmente la línea, así que no fue gol. Nosotros íbamos con los polacos, que eran católicos y estaban oprimidos por los rusos, países satélites de  Rusia, se llamaban entonces. Mis primeros pasaportes, años después, serían validos para Europa, primero, luego para todo el mundo, “excepto Rusia y países satélites”.

Los antiguos terrenos del Canal de Isabel II, bajo los cuales se almacenaba el agua sana que tanta fama dio a Madrid, no sé si siguen albergando hoy depósitos o algo. Siguen las oficinas y en parte de ellos hay parques públicos, otros son zonas verdes, todavía cerradas. También persiste, muy modernizado, el viejo club deportivo del Canal, donde a veces veníamos con mi madre a la piscina o a jugar al parque. Entonces no sabía que con el tiempo la llamaría alberca o pileta. Entrábamos con algún carnet que nos prestaban, recuerdo vagamente que a veces teníamos algunos problemas y a mi madre discutiendo con el guarda. Lo que más me gustaba eran los tubos anchos de la canalización, allí almacenados para sustituciones. Eran ideales para esconderse y trepar por ellos. Como todo lo bueno, estaba prohibido. No hacíamos ni caso.

Paseando y recordando, como no podía ser menos, me pasé de largo mi destino, que estaba en la otra acera, y me encontré en la glorieta de Iglesia, así llamada porque en ella se encuentra la de Santa Teresa y Santa Isabel, donde se casaron mis padres, el 15 de septiembre de 1945 (según me dijeron, porque yo no estaba, las cosas se hacían ordenadamente en esa época).

La glorieta se llama oficialmente del Pintor Sorolla, que vivió por allí cerca, pero es un nombre que sólo usan los funcionarios de Correos o del Ayuntamiento. Sorolla es el autor del cuadro sobre la Pedriza del Guadarrama que se conserva en el Meadows, en Dallas. Las asociaciones son a veces sorprendentes. La iglesia es del siglo XIX y fue reconstruida en los cuarenta gracias a la ayuda de Felix Huarte, uno de los constructores que se enriquecieron en ese período. Durante la guerra la construcción había sufrido numerosos daños. Es valioso su retablo barroco de finales del siglo XVII, procedente de la iglesia de San Pelayo de Villaumbrales de Campos y no de la Villa de Becerril de Campos (Palencia), como se repite. Debo el dato a don Eloy Merino Jato, hijo menor del Sacristán - Organista de Villaumbrales entre 1921 y 1972. Una imagen de la Virgen del Carmen ocupa el centro del mismo y su cofradía - la de Nuestra Señora del Carmen - es la encargada de sacarla en procesión, como patrona del Barrio de Chamberí, todos los 16 de julio. Siempre entro en la iglesia y recuerdo a mis padres. Pienso en su boda, según la foto tradicional, mi madre de negro, con ramo de flores blancas. Nunca aceptó haberse casado de negro y mi padre cargó con ese reproche toda su vida. Él no quería vestirse de pingüino, como decía, por lo que no había posibilidad de que ella se casara de blanco. Admiro mucho a mi padre; pero me alegro de no haber heredado esa intransigencia.
  Tengo otras, propias, por supuesto.
Volví sobre mis pasos y resolví mis trámites administrativos, sin mayores inconvenientes. Desde allí, por José Abascal y Cea Bermúdez, fui al banco; pero llegué tarde. Por las fiestas de San Isidro, cierra esta semana a las 12:30. Ya ni me enfado, es suficientemente triste que un país esté convencido de que se puede vivir bien sin trabajar. Regresé por la zona deportiva que ocupa ahora lo que fue el Campo de las Calaveras, un viejo cementerio que ya no era tal en mi niñez. Por aquí aprendí a montar en bicicleta y, en ese campo de fútbol, fuimos mi padre y yo a ver jugar al Rayo Vallecano un año que tuvo que desplazarse desde Vallecas por obras en su cancha de origen. Mucho antes, de niño, me llevaba, algo más al norte, a los campos de la Federación, los domingos por la mañana, a ver algún partido de Regional Preferente.

Volví a las obras, las zanjas, los árboles de Reina Victoria, de los Vascos, de Almansa, de la urbanización. Regresé al presente.

Postdata, gracias a don Eloy Merino Jato:

En el libro de la parroquia de San Juan y San Pelayo de Villaumbrales existente en el Archivo Diocesano del Obispado de Palencia consta que: "En fecha 6 de Marzo de 1946 se vendieron a la Catedral de San Isidro de Madrid, el retablo mayor de San Pelayo y otro más pequeño, junto con dos tallas, por un importe de veinte mil pts." El Sr. Patriarca D. Leopoldo Eijo Garay lo vendió a la parroquia de Santa Teresa y Santa Isabel por veintiún mil pts. antes del año 1.949, fecha de su reconstrucción.

¿Dónde está entonces el retablo mayor de San Pelayo de Becerril de Campos? Don Eloy me aclara que en 1943 el párroco de la iglesia del Sagrario de Málaga, D. Francisco Solá Avilés se desplazó a Becerril de Campos en busca de retablos, pues de las siete iglesias que existían, cinco estaban en ruinas. Cinco retablos de Becerril de Campos fueron a Malaga. El retablo mayor de San Pelayo de Becerril de Campos está en la capilla 19 de la catedral de Málaga, dedicada al Sagrado Corazón.

Wednesday, June 20, 2012

El discurso del método

La mesa redonda celebrada el pasado 18 de junio en la UNED, Madrid, dentro del seminario anual del Máster en Lingüística Española, versó sobre el método.
Es una obviedad; pero no puedo por menos de recordar mi primera lectura de je pense, donc je suis. Naturalmente, no entendí nada más que las palabras francesas, las palabras, repito. Luego vi la traducción latina que todos repetimos casi como una letanía: cogito, ergo sum, uno de los cojitos más célebres de nuestra vida.
Más de medio siglo después quizás empiezo a darme cuenta de lo que quería decir Descartes. No se trata ahora de hacer una exégesis de su pensamiento, sino de reflejar, de alguna manera, cuál es la relación entre pensamiento y esencia en uno mismo, es decir, qué piensa cada uno que es o, desde el otro lado, cómo el pensamiento nos ha hecho ser a cada uno.
La necesidad de presentar en público el método propio en la materia científica correspondiente implica adquirir también una conciencia de las propias limitaciones; pero también, recordando al viejo Dumbledore, una reflexión sobre las propias elecciones, que son las que nos definen.
Ser historiador, especialmente si es de una materia como la lengua, que impone historiar muchas cosas, obliga a enfocar el pensamiento de un modo específico, en el que la profundidad temporal es relevante. Uno se da cuenta de que Atila puede ser un personaje más presente en su vida que cualquiera de los famosillos de turno, a los que, sin ir más lejos, desconoce. También se elige, es inevitable, un período preferente por encima de otro. Se puede tardar mucho en incorporar a la propia reflexión que lo contemporáneo también es historia y que precisamente por su inmediatez puede ser una historia más difícil de hacer y, en consecuencia, mucho más atractiva. Pasar del medievalismo a la realidad contemporánea del español en los Estados Unidos de América, por ejemplo, puede ser una muestra de ese desarrollo del ser y el pensamiento.
Interesarse por la dimensión cultural de la historia, desde la Lingüística, es parte del bagaje cultural del filólogo; pero lleva a abrir puertas a terrenos que, de otra manera, serían poco explicables. Así, es mucho más fácil entender que la preocupación por lenguaje y cultura en distintas sociedades lleve a la Etnolingüística y que el paso desde allí a la Arqueología ya es bastante más natural, porque se ha creado un entorno, también humano, propicio.
De esta manera, la reflexión metodológica va desgranando las facetas que han ido construyendo la propia vida y la expresión de ésta. Preocuparse por hacerlo en varias lenguas es inseparable de ese interés por cultura y sociedad que transciende la formación filológica. Quien se ha educado recorriendo el Mediterráneo con Ulises o Eneas, para seguir luego con Breda o Lepanto, sin olvidarse de la Noche Triste o el paso de los Andes, está definitivamente marcado para una aproximación interminable a los otros pueblos, a las otras gentes. Las lenguas son parte inseparable de todo ello.
Para dar una cierta coherencia a todos estos procesos son necesarios los modelos, los patrones, es decir, un cierto formalismo se va constituyendo en parte del ser, es un formalismo esencial, en el que comprender es categorizar. No es sólo eso, claro; pero el mundo como geometría es en sí, o sea esencialmente, bello. La pureza de las líneas permite elevar lo que se encuentra en el interior de esas formas, que en la pura visión empirista desaparecen en una visión amorfa.  De nuevo el lenguaje se nos presenta, ahora mucho más lejano, casi incomprensible, llevándonos cada vez más y cada vez más cerca hacia la última pregunta del ser como existencia: un no sé qué que quedan balbuciendo.

Wednesday, May 16, 2012

Intereses y meditaciones

Supongo que, como es normal con el paso de los años, cada vez tienen más que ver con el sentido de la vida que, en mi caso, se plantea desde la libertad como rasgo específico. A mi juicio el lenguaje es una consecuencia de la libertad: de todos los animales, el hombre es el único que puede elegir y por eso necesita la estructuración de la realidad que codifica y transmite por el lenguaje . Hay otro punto fundamental en relación con esto, que es el de cómo habla Dios a los hombres; pero éste, naturalmente, sólo importa a los creyentes.

El hombre tiene una capacidad de lenguaje que está relacionada con una capacidad de reconocer. Soy platónico en esto. Sólo podemos reconocer las sombras que el fuego proyecta sobre el fondo de la caverna si existen esas figuras proyectadas y si, por nuestra propia naturaleza, somos capaces de establecer la asociación entre lo que vemos, las sombras, y su origen, las figuras reales.

He hecho explícitas estas notas a partir del  estupendo artículo de Fernando González Ollé sobre las gramáticas de la RAE [en J. J. Gómez Asencio, El castellano y su codificación gramatical. Volumen III (de 1700 a 1854). Burgos, Instituto castellano y leonés de la lengua, 2011, 717-766]. Ya le he dicho, a Fernando, que, frente a lo que me escribe al enviármelo, considero que está totalmente dentro de mis intereses, porque me importa ver cómo los gramáticos asocian las sombras y las figuras (y cómo él las asocia en ellos), del mismo modo que me importa cómo se asocia el firmamento, los astros, con el conocimiento que el hombre tiene del mundo y cómo se asignan mitos a ello y se representan artísticamente, empezando, como es natural, por las pinturas rupestres: la Astrolingüística es mi última esfera de interrogación. Daré una ponencia en la UNED el lunes 18 de junio, en la reunión de los profesores del Máster. Hay programas de Astronomía para el ordenador que me ayudan enormemente; pero la gran ayuda procede, sin duda, del formidable Bachillerato que estudiamos. En la Astrolingüística me planteo la interpretación del cielo como un código, como un lenguaje que hay que descifrar, primero, memorizar y transmitir después. Los astros ocupan una determinada posición en la época en la que es mejor plantar o en la que es mejor desplazarse a un sitio donde se podrá recolectar más comida, o indicarán cuándo se desplazan los animales y hay más de ellos o es más fácil cazarlos. En consecuencia los astros también se asociarán a los ritos que la interpretación mitológica de ese lenguaje astral origine.

Porque una vez que se han realizado esas asociaciones, es decir, que se ha categorizado ese conocimiento, hay que transmitirlo. No sabemos cómo lo hacían oralmente los autores de las pinturas; pero está claro que sí sabemos cómo lo hacían artísticamente, aunque nos falte mucho para darles esa interpretación adecuada. Por supuesto, es más fácil aprender la posición de los astros si hay un mito que la haga más asimilable, como la alternancia de Perseo, Andrómeda y Casiopea, entre otras. Orión es el Cazador, Ceres la recolectora; pero asociaciones parecidas existen también, a su manera (en su lengua), entre los aztecas, los navajos, los mayas y otros pueblos. Están ahí, ante nuestros ojos sordos y mudos, para que, además de verlas y mirarlas, las interpretemos.

Humani nihil a me alienum puto. Todo está dicho; pero me gustaría que se recordara I Corintios 13:11-13 y (porque hay que precaverse de los peligros) I Juan 4:1-6.


Saturday, May 12, 2012

El "castellano" del Río de la Plata

He tenido ocasión de reseñar recientemente un libro que me parece merecedor de reflexión. Se trata del editado por  Ángela Di Tullio y Rolf Kailuweit,  El español rioplatense: lengua, literatura, expresiones culturales. (Madrid-Francfort: Iberoamericana-Vervuert, 2011. Pp. 319. ISBN 978-84-8489-636-4). Resumo algo de lo dicho en la recensión crítica, suprimo las observaciones formales y añado otros detalles.
Aunque los compiladores dividen los trabajos, con buen criterio, en cuatro secciones, en opinión de este crítico se pueden analizar en tres: estudios sobre caracterización lingüística específica o general (Virginia Bertolotti, Andrea Pešková, Christph Gabriel, Ingo Feldhausen, Esther Rinke), contribuciones sobre la constitución propia de la variedad argentina, entre rechazo y aplicación de la norma general (Antonella Cancellier, Valeria Sardi, Guiomar E. Ciapuscio, Carla F. Miotto, Ángela di Tullio, Rolf Kailuweit, Kathrin Engels), y artículos de tipo empírico (Jaqueline Balint-Zanchetta, Christoffe Apprill, Stefan Pfänder, Facundo Nazareno Saxe). Estos últimos están generalmente basados en corpus, en los que se analizan los rasgos lingüísticos e identitarios con base en obras literarias y en el tango. Llama la atención el hecho de que ninguno de los autores tiene apellidos españoles criollos. Su herencia cultural, por lo tanto, tendrá tintes centroeuropeos o "tanos", algo perfectamente asumible; pero que conviene señalar para el lector general.  Éste hallará una abundante información y una rica variedad de ejemplos que da a este volumen interés y utilidad para investigadores y docentes, dentro de que, como toda obra colectiva, se puedan encontrar desiguales las contribuciones. El español, el francés, el italiano, dialectos y variantes de todos ellos, con las referencias oportunas al inglés y, de manera polémica, al gallego (Eva Gugenberger), muestran el trabajo arduo dentro del espacio de lenguas en cruce.
Se parte de asunciones, como que hay una oralidad totalmente espontánea y una representación literaria de la realidad. Los compiladores, en su introducción, son claros en su negación de que la lengua objeto de la lingüística sea sólo la lengua oral y argumentan con buen criterio que el texto literario es un producto también lingüístico. Muy oportuna es su postura de que el vínculo entre oralidad y argentinidad les parece anacrónico. Quedará claro en las contribuciones que los rasgos lingüísticos específicos argentinos se presentan y se quieren presentar en la obra literaria. Algunas de sus consecuencias resultan útiles en el contexto de la formación de las variedades lingüísticas de los Estados Unidos. Así, en la página 230, K. Engels y R. Kailuweit apuntan la idea del desarrollo y pervivencia del cocoliche (habla mixta ítalo-hispana) como lengua del aprendiz, una variedad aprendida y mantenida a partir de la segunda generación, que ya domina la variedad local, porteña en el entorno estudiado. Esta segunda generación, que se expresa habitualmente en el castellano del área, aprende el cocoliche. Esta circunstancia puede estar apareciendo en el desarrollo de las hablas mixtas que se agrupan bajo la denominación de ‘spanglish’, que aparece con cierta frecuencia como recurso lingüístico de identidad en hablantes que dominan el inglés e, incluso, las dos lenguas, cual se aprecia en escritores y profesores tejanos como Norma Cantú.
Es recurrente en los estudios incluidos la cuestión del Estado y la lengua nacional argentina, aunque los autores se inclinan por una caracterización de usos rioplatenses (ambas orillas, argentina y uruguaya), frente a usos del interior de la Argentina. Los editores destacan el papel fundamental de la inmigración europea, con su doble función de consolidación de las instituciones e instrumento de población. Frente al inmigrante, el autóctono estaba alfabetizado, ejercía sus derechos cívicos y estaba empleado. Si bien la educación era una palanca de movilidad social, el sistema escolar no creaba una clase “culta” por sí mismo, sino que, por sí mismo, recuérdese, sólo podía proporcionar una base “semiculta”, que favorece un tipo de escuela externa a los aspectos más profundos de la producción cultural. Como se observa en los Estados Unidos también ahora, los productos de esa escuela son lectores de diarios, revistas y folletines. El resultado en la Argentina de ayer como en los Estados Unidos de hoy es el incremento de esos medios de comunicación semicultos, sin olvidar que en la época argentina de referencia (fines del XIX, principios del XX), no existían ni la radio ni la televisión, es decir, que toda esa formación se concentraba en las publicaciones impresas. Las manifestaciones prototípicas de ese espacio cultural creado por la relación estrecha entre Argentina y Uruguay son el tango y el sainete criollo.
La modalidad rioplatense se define por una serie de rasgos lingüísticos que son considerados dentro de una escala de posicionamientos que van desde la simple variante hasta el germen de una nueva lengua nacional. Es muy interesante y está bien documentada la aportación de Juan Bautista Alberdi a la evolución de las ideas sobre el español de la Argentina. Ciapuscio y Miotto (pp. 169 ss.)  no presentan la consecuencia de que existan dos niveles que constituyen una diglosia, A, el francés y B, el argentino, que sí será explícita en artículo siguiente, de Di Tullio. Una figura crucial, como Miguel Cané, expresó perfectamente (p. 194) las limitaciones de la educación lingüística del rioplatense por el desequilibrio en su trato con los libros franceses y la literatura española: “Las primeras impresiones positivamente desagradables que sentí respecto a la manera con que hablamos y escribimos nuestra lengua, fue cuando las exigencias de mi carrera me llevaron a habitar en el extranjero, países donde también impera el idioma castellano”.
En esta parte central del libro también se dedica espacio a la distinción entre la construcción con las preposiciones de o en del sintagma “español de/en la Argentina”. Como se aprecia, este tipo de discusiones tienen lejanos antecedentes y son permanentes. La percepción como problema de la variedad rioplatense (o de cualquier otra variedad hispanoamericana)  no es exclusiva de los españoles de España o de América, sino que está muy presente en las corrientes que se mantienen con fuerza. Particular importancia tiene la educación; pero también la prensa participa de esta idea en muchos períodos.  Respecto a la participación de foráneos en las discusiones, es oportuno recordar la cita de Victoria Ocampo (p. 198): “El extranjero de fama trata de dar respuestas sentidas; pero el hecho es que, por lo general, sólo despierta protestas. Si es irónico, lo encuentran superficial; si es sincero, insolente. Al fin de cuentas, le darán la espalda”.  Por lo general, debajo de la cuestión lingüística hay un planteo de actitudes temerosas ante el supuesto neo-imperialismo español, a cuyo servicio estaría la lengua. Esta actitud no ha desaparecido y produce un antagonismo que se muestra en cada crisis económica y se manifiesta léxicamente en términos extremos como “gallego bruto” y “sudaca”. Ambos términos reflejan por igual el espíritu de campanario.
Desde el punto de vista lingüístico y cultural –hay coincidencia en los autores—el habla rioplatense se constituyó por medio de textos literarios. Es otro ejemplo claro de que la separación entre lengua oral – lengua escrita – lengua literaria es una falacia que carece de justificación, salvo para construir corpus.

Thursday, May 10, 2012

El cariño


El cumpleaños de una persona querida es siempre una acción de gracias. Los años pasan y el círculo se convierte en un cono, la base es amplia y la punta mínima. Por eso es tan agradable disfrutar de una gran familia. Sobre todo cuando, desde lejos, uno se libra de los posibles inconvenientes (aunque sufra la distancia, cuando toca).

Seguramente estas reflexiones banales están favorecidas porque el día de cumpleaños que va terminando en este hemisferio (y ya terminó para ella en el suyo) es el de mi hija mayor. Ser la médico de este familión requiere, desde luego, una paciencia sin límites, una firmeza compacta, un saber amplio y una habilidad maquiavélica, hacia fuera y hacia dentro. La he visto atender todo tipo de situaciones médicas, desde las más duras a las más alegres, siempre con idéntica actitud: la profesional. Algunas veces lo hemos pasado realmente muy mal juntos en alguno de esos casos. Sin duda el sobrenombre de Grumpy que eligió es un oxímoron. Pero dejar al Dr. House el de beautiful person fue, en cambio, acertado, porque hay que tener mucho salero para disfrutar una vida de felicidad en una casa de dos profesionales españoles de la sanidad pública, de dos hospitales y dos entornos diferentes. Menos mal que les encanta la música, porque la cosa tiene bemoles.

Ha sido un acierto abrir el blog de Grumpy and a Beautiful Person a las aportaciones que ya no son del círculo, sino del tronco del cono, e incluso permitir escribir a la punta del mismo, aunque se haya moderado. Cuando se tiene gracia para escribir un blog personal y no uno habitualmente profesional, como éste, que hoy es una excepción, se produce una transmutación en las relaciones familiares. Todos sabemos que acabaremos saliendo en algún momento, con nuestros prudentes pseudónimos y, con humor, desde luego, con nuestros más destacados desaciertos. Y es que quien no tiene sentido del humor no tiene sentido del amor.

Hacer que tantos compartamos un camino mirando hacia la misma meta es el mayor ejercicio de amor que conozco. No me extraña que la respuesta sea masiva. Pero sobre todo quiero agradecer lo que me ha supuesto de compañía en el día de hoy. Ya sé que es un reflejo; pero lo de In me you see a man alone no ha funcionado hoy para nada y, de hecho, al elegir entre prepararme mi cena reglamentaria y dedicar un momento a estas líneas, ni lo he dudado: los hábitos se han roto sin remordimiento, incluso con cierta alegría torera (y ya hace falta que esté contento para que use ese adjetivo tan ajeno a mí, aunque tan cercano a los gustos de la mayoría).

Claro que ya sé que tendré que escribir pronto algo dentro del tono habitual de mi blog, para no dejar estos párrafos en el primer plano más de lo imprescindible. Pero estarán allí, escondidillos, y podré asomarme de vez en cuando y recordar un diez de mayo de 2012 que fue mejor que los otros días del año, gracias a todos.

Sunday, April 22, 2012

The Lesson

Then Jesus took his disciples up the mountain and gathering them around Him, He taught them saying:

  • Blessed are the poor in spirit, for theirs is the Kingdom of Heaven
  • Blessed are the meek...
  • Blessed are they who mourn...
  • Blessed are the merciful...
  • Blessed are they who thirst for justice...
  • Blessed are you when persecuted...
  • Blessed are you when you suffer...
  • Be glad and rejoice, for your reward is great in Heaven...
Then Simon Peter said, 'Do we have to write this down?'
And Andrew said, 'Are we supposed to know this?'
And James said, 'Will we have a test on it?'
And Philip said, 'What if we do not know it?'
And Bartholomew said, 'Do we have to turn this in?'
And John said, 'The other disciples do not have to learn this.'
And Matthew said, 'When do we get out of here?'
And Judas said, 'What does this have to do with real life?'
Then one of the pharisees present asked to see Jesus' lesson plans and inquired of Jesus His terminal objectives in the cognitive domain.
And Jesus wept...


Friday, March 30, 2012

Ana María Barrenechea

Hace ya bastantes años un joven profesor se encontraba por primera vez en Buenos Aires, promocionando su Aproximación a la Gramática Española y conociendo a quienes trabajaban en la entonces célebre editorial Kapelusz, que la había editado a través de Cincel-Kapelusz, su filial española. Eran, como se ve, otros tiempos: había espacio para investigadores jóvenes y las empresas argentinas tenían filiales en España.

La conversación derivó hacia los profesionales argentinos de la Lingüística, las instituciones y recayó, como era natural, en Ana María Barrenechea, la gran maestra: "¿Le gustaría tener una entrevista con la Dra. Barrenechea?". La respuesta afirmativa fue instantánea. Lo que ya no fue tan instantáneo fue organizar el traslado. La proyección internacional de la Argentina no se equiparaba al ya visible deterioro interno: el subte era un medio de transporte muy poco fiable, los colectivos circulaban cuando Dios quería y la voluntad divina no iba normalmente con el viajero apresurado; un taxi podía tardar un tiempo imprevisible, según los atascos, más previsibles que el tiempo, sin duda. Al final, un auto de la editorial transportó al visitante y el encuentro tuvo lugar. La imagen que permanece es la de una mujer muy delgada, extraordinariamente amable una vez establecida la filiación directa con Rafael Lapesa y Alonso Zamora Vicente, los maestros de los dos, y entusiasta, como don Alonso y el visitante, de la zarzuela española. En posteriores visitas tuve ocasión de comprobarlo e incluso de participar lo mejor que pude (nunca tan bien como don Alonso, desde luego) en actividades zarzuelísticas.

Supongo, tras el tiempo transcurrido, que la gran novedad para mí fue encontrarme con una persona para quien Amado Alonso, fallecido en Estados Unidos hacía ya años, seguía vivo. Mis maestros españoles no transmitían, pese a su enorme cariño y admirado recuerdo, esa idea. A partir de entonces Amado Alonso fue una compañía constante en mis muchas visitas y largas estancias en Buenos Aires. Para algunas de mis amigas mayores (las madres de mis amigas, en realidad) el maestro era "Amadito" e incluso me decían que iban a mis conferencias para encontar un eco de aquella gran voz, eco débil, inevitablemente; pero nunca totalmente decepcionante, así que volvían.

He relatado en otros lugares la célebre anécdota de los dos Alonsos, sin parentesco mutuo, Dámaso y Amado, en un college de señoritas de la costa Este de los Estados Unidos. Me la contó Dámaso, con medio suspiro, porque el pasado se embellece fácilmente:

  • I had a class with Alonso. ('Tuve clase con Alonso')
  • Which Alonso? The handsome one, or the other? ('¿Qué Alonso? ¿El guapo o el otro?')
  • Yo era 'the other', concluía Dámaso, sin evitar un brillo pícaro en los ojillos.
Sé lo que es ser 'the other'.

Tuvimos nuevas ocasiones de encontrarnos, nuestra zarzuela no fue "La canción del olvido"; pero raras veces pude disfrutar de una conversación tan larga y tan agradable. Cuando nos conocimos ella ya no ejercía la docencia en la Argentina y en algunos de mis viajes y estadías porteñas estaba en Estados Unidos, donde siguió ejerciendo y donde a veces nos cruzamos. No fui invitado a participar en ninguno de sus dos homenajes (sí he podido hacerlo en los de otros colegas argentinos) y tampoco pertenezco al grupo de los que siempre están enterados de todo y se apuntan a un bombardeo, si pueden sacar algo, así que la noticia me llegó tarde. Quiero aclararlo, porque le hubiera ofrecido mi homenaje entonces, como hago ahora. Además, en estos asuntos, me gusta recordar a otro de mis grandes maestros (he sido muy afortunado), don Jacob Malkiel, cuando decía: "Prefiero que pregunten ¿por qué no se le hace un homenaje a Malkiel? a que la pregunta sea ¿por qué se le hace un homenaje a Malkiel?". En este caso, de las dos preguntas posibles, prefiero que sea ¿por qué no participó FMM en este homenaje a Ana María Barrenechea? Ahora la respuesta está escrita.

Además de su obra de investigación propia, cuyas referencias se encuentran fácilmente en los homenajes citados y en las bibliografías, ejerció esa influencia magistral que sólo se consigue cuando hay un discípulo que la acepte y que exige del maestro un esfuerzo constante y un permanente intelletto d'amore. Como había bebido en buenas fuentes, su propio manantial fue caudaloso. Pese a las vicisitudes de la triste política argentina, a su separación, más o menos forzosa, del suelo patrio, a la dura lucha por la vida de los 80 y los 90, que sigue, su nombre permanece, no en el recuerdo, sino en la actividad. Es un nombre que acompaña y lo hace, como ella hubiera querido, junto al de Amado Alonso.

Anita Barrenechea falleció el día de San Francisco de 2010, el 4 de octubre. Fue la primera mujer presidente de la Asociación Internacional de Hispanistas. Hasta el 28 de marzo de 2012 la Asociación no se dio por enterada de este hecho. ¿Pigmeos a hombros de gigantes? Esta pregunta no me hará amigos; pero es lo que siento.






Friday, February 17, 2012

San Valentín y la castidad pública


Acaba de pasar San Valentín y, para variar, nos ha ofrecido nuevas muestras de cretinismo profundo, es decir, del dañino: prohibición de vender y comprar flores, ropa, regalos de color rojo en la Arabia Saudí. El rojo, color del diablo, como se sabe, es pecaminoso y sensual o sensual y pecaminoso, que el orden puede ser importante: ya sabemos desde Aristóteles que nada hay en el intelecto que no hay penetrado antes por los sentidos. Naturalmente, los precios se han disparado en el mercado negro. Conocedor de ese mundo hipócrita, no me extrañaría que parte de los beneficiados por esos precios sean los autores de la prohibición y que, entre quienes lleven prendas de ese color, haya esposas e hijas de los barbudos. Por mucho que Occidente se empeñe, las cosas son de una manera, precisamente ésa: el modelo de sociedad perfecta está en el Corán, dictado por Dios y, por lo tanto, perfecto. Todo lo que no esté en ese libro es imperfecto y pecaminoso o, en todo caso, innecesario e inútil.
            Incluso Laura, mi amiga bumanguesa, que es poco aficionada al fútbol y menos al Islam, sabe que hay dos jugadores iraníes en situación de grave riesgo. Lo que ahora se juegan no es un balón de futbol o un campeonato, sino dos meses de cárcel y setenta y cuatro (74) latigazos en público. La verdad, no sé si lo de “en público” es tan relevante, porque los latigazos dolerán lo mismo en privado y la vergüenza del castigo público quedará paliada por la indignación ante semejante atentado a los derechos humanos en las propias carnes. Por si algún lector hubiera estado perdido en las montañas y no supiera de qué hablamos, le recordaré que Mohammad Nosrati y Sheys Rezaei celebraron el tercer gol de su equipo, el Persépolis de Teherán, en su encuentro con el Damash Gilan, de un modo por el que tanto parlamentarios como jueces y altos cargos deportivos han reclamado una sanción inmediata. En el video publicado en Internet por el portal YouTube, se puede apreciar a Nosrati en el momento que le toca el trasero a Rezaei, mientras éste abraza efusivamente a otro compañero de equipo. Bajo millones de burkas, otras tantas comprensivas mujeres islámicas habrán elevado sus ojos al cielo, ofendidas por este gesto, antes de volver a sus habitaciones y, ya sin velos, contemplar la película occidental recibida por el satélite, donde seguramente los tocamientos (sin duda más) no les causarán ese pavoroso efecto.
            El motivo de indignación para tantas almas islámicas acendradas es una falta contra la castidad pública. Vale la pena aclarar que, si el hecho hubiera sucedido en privado, de ser descubierto, hubiera supuesto la muerte por lapidación (a pedradas, vamos) de los dos futbolistas. Pueden dar gracias a Alá, desde luego. Mientras tanto, en Francia, los indignados musulmanes queman el local de un semanario que publicó unas caricaturas irónicas tras la victoria islamista en Túnez, en las primeras elecciones “libres” celebradas tras el derrocamiento de Ben Alí. Los futbolistas tunecinos lo añorarán dentro de poco. A este paso, habrá que declarar a Hafez el Assad “especie protegida”, porque lo que venga después podría ser –como indican los ejemplos- mucho peor.
            Conviene que Occidente recuerde, porque lo ha olvidado parece que hace casi dos siglos, que el Islam no tiene marcha atrás (y si alguien la improvisa le caen 74 latigazos, por lo menos). La tolerancia basada en los valores liberales no puede funcionar como premisa para la construcción de sociedades teocráticas. No hay igualdad con velos, burkas, pedradas y latigazos. No hay igualdad con parlamentarios y jueces que tiemblan ante la policía religiosa y sancionan comportamientos que, en cualquier mundo normal, pasarían desapercibidos.
            Con todo, hay esperanza: el escritor español Pérez Reverte recordó hace poco un suceso “curioso” que tuvo lugar en 1991, en Dahrán, donde él se encontraba como corresponsal para informar de la ofensiva norteamericana para liberar Kuwait. Una soldado norteamericana al volante de un vehículo militar estaba estacionada frente al mercado As-Shula. En Arabia Saudí estaba prohibido entonces que las mujeres condujeran automóviles. La situación tiende a mejorar muy lentamente. Una pareja de mutawas –la patrulla religiosa local- se acercó a la conductora, una sargento de marines, y, tras insultarla, uno de ellos alzó la vara que estos individuos portan y le golpeó el brazo que apoyaba en la ventanilla. Para mayor ataque a la castidad pública, llevaba la manga de camuflaje remangada. La conductora, heredera por su aspecto de la inmigración escandinava, bajó con mucha calma del vehículo, se acercó al de la vara y le rompió dos costillas. El gobierno saudí retiró la mutawa de las calles hasta que terminó la guerra, una prudente medida que, sin duda, se aplicaría más si los occidentales, en vez de gimotear por los pobrecitos flagelados, rompiéramos dos costillas al del látigo. Eso sí, sin tocarle el traserito.