Friday, November 2, 2012

Tarzán cumple cien años



estoy columpiándome sobre una rama, a veinte metros de altura. En el claro, a mis pies, la tribu de antropoides se afana en su principal ocupación: alimentarse. Admiro su brillante pelaje y los músculos poderosos bajo él. Miro con cierta repugnancia mi cuerpo blanco y lampiño, que no se puede comparar a esa fastuosa cubierta animal. El sol está casi en su cenit y la luz, tamizada por las hojas, brilla en tornasoles húmedos. No siento calor, ni humedad, ni miedo, tengo ocho años y soy el gran cazador blanco, el señor de África. Uno de mis peludos compañeros se acerca demasiado bamboleándose y lo alejo con un gruñido. Tarzán quiere estar solo, mientras el mediodía de la selva pasa lentamente por su vida.


The All-Story Magazine October 1912: Tarzan of the Apes, A Romance Of The JungleEl imaginario de África debe casi todo a dos libros dominantes: Las minas del rey Salomón y Tarzán de los monos. Hace cien años, en octubre de 1912, The All-Story, una revista barata, publicó en folletín la primera edición de Tarzan of the Apes. El subtítulo: A Romance of the Jungle, 'una novela de la selva.' Esas revistas, en papel de muy escasa calidad, tuvieron una participación esencial en el desarrollo de la lectura en los Estados Unidos.
Edgar Rice Burroughs (1875-1950) inició con este libro una larga serie de novelas de tema africano, que compaginó con las de tema marciano o venusino, con el personaje de John Carter, otro de los mitos de la juventud de entreguerras (y posterior). Burroughs, por cierto, nunca viajó a África (ni a Marte o Venus, por supuesto); pero su percepción y transmisión de ese continente es inseparable de nuestra vida.
La edición encuadernada, en tela, no se publicaría hasta el 6 de junio de 1914, por "A.C. McClurg" con copyright de "W.F. Hall Printing Co. Chicago".

Muy poco después, en 1918, se realizó la primera versión cinematográfica, muda, dirigida por Scott Sidney. Gordon Griffith fue el primer actor que hizo de Tarzán, un Tarzán muy joven, casi un niño. Griffith tenía diez años. Elmo Lincoln fue, por su parte, el primer actor que representó a Tarzán adulto, al avanzar la historia. En esta primera película el personaje central, representado por Griffith, aparece inicialmente tan desnudo como los monos que le prestan su apellido, hasta que descubre a unos negros que, para bañarse, se quitan el taparrabos, que pasa a ser, desde entonces, uno de los elementos esenciales de la caracterización del personaje.


Aunque la película se aparta bastante del libro en que se basa, no hay que olvidar que Burroughs intervino en el guión, por lo que hay que suponer que los cambios (tan esenciales como que Tarzán no aprenda a leer solo, sino ayudado por un esclavo huido) suponen una reinterpretación del personaje por su autor. En todo caso fue la primera de una exitosa serie que consagró a actores como Johnny Weissmuller, campeón olímpico de natación con el equipo norteamericano, aunque en realidad había nacido en Timisoara, hoy Rumanía y entonces parte del imperio austro-húngaro. Su condición de nadador explica la gran cantidad de minutos en el agua y las luchas con cocodrilos que necesariamente acompañan sus películas. Las versiones cinematográficas de Tarzán abarcan todos los géneros e interpretaciones posibles, tal fue el atractivo de ese mundo que él representa.
"Misteriosa" es el adjetivo que suele acompañar esta imagen de África. El nuevo El Dorado anterior a la primera guerra mundial ofrece, como el primero, vegetación lujuriosa, paisajes vírgenes, animales exóticos, pueblos salvajes de costumbres depravadas, caníbales, y una distinción que ha marcado la visión occidental de sus gentes, la que se establece entre el negro bueno, que quiere ser civilizado, y el negro malo, que mata y devora a otros hombres y que está por detrás de las fieras, que sólo matan -se supone- para comer.
No importa que las fieras maten también para divertirse y que nadie haya matado más que el hombre "civilizado". Para evitar esa reflexión, nada mejor que concentrar la maldad en otro tipo de civilización, la representada por exigencia de la propaganda de la guerra que se desarrollaba a medida que avanzaba la serie de Tarzán: los alemanes, enemigos del imperio británico también en África.
Los buenos tampoco son todos los anglosajones, entre ellos también hay malvados y los malos no son todos los demás. Hay una mayor complejidad que ha permitido que el personaje fuera admirado y asimilado por muchas culturas. Ya se ha dicho que hay negros buenos. Más interesante, quizás, es que, además de los árabes comerciantes de esclavos, que son los tipos más depravados de la serie, junto con algunos alemanes, haya también árabes buenos, honorables y, en consecuencia, honrados en los libros.
Al releer Tarzán, hoy, se es cada vez más consciente de cómo quedaron grabados en nuestra mente algunos estereotipos: "a nadie desprecia tanto el árabe como al hombre demasiado locuaz", por ejemplo. Es a veces un poco inquietante reconocer nuestros prejuicios en la relectura, que en muchos casos trae a la memoria fragmentos que permanecían allí,  absorbidos literalmente. Ahora, de pronto, nos damos cuenta de por qué esperábamos que África fuera de cierto modo o que creyéramos que, en ese continente y esa realidad, sólo nos íbamos a encontrar con los negros y los árabes amigos y que el resto serían enemigos despreciables. El paso de la adolescencia a la madurez, además de un conocimiento mejor y más directo del mundo, ha implicado el trabajo de reconstruir la imagen de África. En el fondo, sin embargo, siempre queda algo que esperamos, que anhelamos, y que procede de las páginas de los libros. Nacimiento y muerte, sol y sangre, amor y odio, elementos de la vida y la literatura, se mezclan en ellas.
Pero yo todavía no sé nada de eso, tengo ocho años, no siento calor, ni humedad, ni miedo y