Wednesday, April 12, 2017

¿Se puede ser filólogo en el siglo XXI? ¿Cómo?


Cuando mis alumnos de Historia del Español o de otra materia con enfoque histórico empiezan a darse cuenta de que las cosas no son exactamente como ellos pensaban, les hago -con esta misma fórmula o con otras parecidas- esta pregunta: ¿En qué medida, por medio de qué instrumentos y en qué aspectos considera usted que su aportación a la Filología puede modificar y mejorar el curso de esa ciencia? En Filología queda mucho por hacer, ni siquiera está hecha la mayor parte del trabajo. Tampoco se podrán enumerar a continuación todas las posibilidades, por lo que se señalarán tres líneas entre otras posibles. La primera de ellas corresponde a la revisión y reconstrucción del trabajo previo a partir de los datos aportados por nuevas perspectivas o descubrimientos o por innovaciones metodológicas. Por ejemplo, un campo que no se ha tenido en cuenta en los manuales es el referido a la crítica feminista, que incluye aspectos tan importantes filológicamente como La Querelle des femmes (‘la Querella de las mujeres’), que ya interesan a un número creciente de investigadores.

Libro de Alexandre (h. 1205)
Una segunda línea podría ser la computacional, con sus muchas variantes, desde las bases de datos a la "hidráulica colectiva" de fuentes en colaboración (crowdsourcing). El computador requiere un cuidadoso trabajo de preparación de los programas aplicables, que sólo puede hacer el crítico, tras la investigación preliminar y el replanteamiento de viejas cuestiones. Por ejemplo, el editor de textos medievales y clásicos, más que el de textos modernos, está limitado por la exigencia de su trabajo sobre copias que ya han sido objeto de un trabajo previo de «edición», en el sentido de los problemas derivados de la transmisión de la obra y que, con seguridad, no siempre se han atenido a los mismos criterios formales. Como el ordenador no puede tener en cuenta preferencias subjetivas -pues no es sujeto- no puede dejarse desviar por éstas: el único subjetivismo posible será el del analista del programa o programas. Sin embargo, esto no es óbice para la presencia del editor humano, cuya actuación está necesariamente presente en aspectos como la selección de los textos y su justificación, el etiquetado (o marcado de rasgos «significativos») o la respuesta a preguntas hechas desde algún tipo de menú. En ambos casos, empero, los procedimientos que se van a seguir deben expresarse de modo explícito. Una vez que se ha hecho así, el computador sigue estos pasos sin desviación. Con ello no se quiere decir que el ordenador haga posible llegar a la cima de la edición «definitiva», sino que siguiendo un conjunto preciso y precisado de criterios será imposible obtener un texto mejor que el que, con esos criterios, valga la insistencia, se haya conseguido. Se repite a menudo, pero parece ser que nunca bastante, que el computador es incapaz de hacer algo por sí mismo. A quien corresponde tomar las decisiones es al filólogo.

La edición tampoco es el único trabajo posible del filólogo. El estudio informático del cambio lingüístico, desde la recopilación de corpus cada vez más completos y corregidos, hasta la posibilidad de simular sobre datos exactos (en lo posible) todos los procedimientos, reglas y cronologías relativas que se quieran, abre nuevos campos que se amplían progresivamente.

En tercer lugar, cabe plantearse el trabajo posible desde la relación con otras ciencias. La combinación de Arqueología o Filología goza de una larga tradición; pero la Arqueología del siglo XXI no es la del siglo XIX y esos cambios deben reflejarse. A veces la Arqueología y la Filología mejoran combinándose con la Bioquímica, lo que origina toda una línea de investigación en genes, pueblos y lenguas. Que los resultados sean imprecisos o discutibles no significa que se deba abandonar una vía, simplemente que habrá que mejorar el método y quizás replantearse el enfoque de la investigación. Hoy se sabe mucho más, por ejemplo, del ADN de los pobladores prehistóricos de Europa o del Norte de África que de las lenguas que hablaban. Mayor novedad y excepcional interés ofrece la aplicación combinada de Física,Ingeniería y Filología, mediante la adaptación y evolución de técnicas y maquinaria que originariamente se concibieron para otros usos; pero cuya aplicación a la Filología abre caminos de indudable interés. El desarrollo de instrumentos para analizar el interior de los cuerpos opacos, como los rayos-X y todas las variantes de esa radiación, completan lo que antes sólo mejoraba la lectura superficial, como la lámpara de cuarzo y la luz ultra-violeta o la infrarroja. La investigación del siglo XXI incorpora ya la posibilidad de leer un libro cerrado, penetrando capa a capa en sus páginas y esa posibilidad ofrece posibilidades tan sugerentes como, por citar ejemplos reales, la recuperación de los fragmentos de libros antiguos que sirvieron para encuadernar otros más modernos o la lectura de volúmenes completos carbonizados en un incendio, como el producido por la erupción del volcán Vesubio en el año 79 d. JC que destruyó las ciudades de Pompeya y Herculano en el sur de Italia. Estas técnicas permitirán la recuperación de fragmentos e incluso de textos completos dados por perdidos, que obligarán a revisar el trabajo filológico anterior.
Me gusta pensar que los nuevos filólogos tendrán abierto un camino que sólo he podido entrever y que se irán encontrando soluciones. Y también me gusta recordar que la Filología es la ciencia que enlaza las Humanidades con la Técnica y que gracias a ella se podrán reconstruir con detalle los espacios lingüísticos que han ido dando origen, en la Historia, a las culturas que nos identifican. Sin el latín, por ejemplo, Europa sería sencillamente impensable; pero el latín no es sólo la lengua de Roma, es la lengua que ha ido cambiando o haciéndose presente en otras lenguas (románicas o no) que hoy día definen la presencia de la cultura europea en el mundo: el nuevo rapto de Europa.