Wednesday, November 30, 2022

Un ejemplo de la orientalización de Alandalús (y más allá…)

Si comemos espárragos, si nuestra comida empieza por una sopa y termina por un postre (en inglés, “from soup to nuts”), si usamos pasta de dientes, si nos afeitamos con regularidad o nos cortamos el pelo con flequillo, si nos cambiamos de ropa por la mañana o por la tarde o según las estaciones, si usamos desodorante, se lo debemos a un gran músico y humanista oriental en Alandalús, quien, además, introdujo una quinta pareja de cuerdas en el laúd y modificó la música cordobesa creando nuevos tipos, en los que algunos han querido ver rasgos originales del flamenco.  

Las crónicas, por sí solas, no permiten reconstruir la realidad y la evolución de Alandalús. Es preciso el tratamiento de conjunto de las varias fuentes, que requieren además un análisis temático específico, para recomponer y reordenar las diversas noticias, como piezas de un rompecabezas cuya clave aún no se ha encontrado. También se requiere un adecuado tratamiento documental y filológico, estableciendo qué es preciso volver a traducir y que hay que editar o reeditar. El marco anecdótico del relato tradicional, que tradicionalmente ha sido el usado para la interpretación de muchas de estas fuentes y que, como todo, ha contribuido al aumento del conocimiento, puede ser mejorado con tratamientos de carácter sociológico y antropológico, que son a veces de introducción difícil en ciertas áreas de estudio. En esta bitácora presentaremos un ejemplo paradigmático de orientalización.

Al-Muqtabis de Abū Marwān Ḥayyān ibn Ḫalaf ibn Ḥusayn ibn Ḥayyān (Córdoba 987/377 – 1076/469) es una antología de obras y datos historiográficos. Aunque muchas partes del texto se han perdido, es libro citado con mucha frecuencia por los autores posteriores y del que reproducen en sus obras fragmentos extensos. Gracias a ello se puede tener una idea bastante amplia del conjunto, sin desesperar de que se puedan encontrar nuevos manuscritos.

El perdido tomo I de al-Muqtabis, por lo que se sabe, contenía una descripción geográfica de la Península, leyendas sobre sus primeros habitantes, la Hispania romana y visigótica, la invasión sarracena del 711, los emires dependientes de Damasco y los emiratos de Abd al-Rahmán I y Hisham I, es decir, lo sucedido entre 710 y 796. El tomo II, que ha sobrevivido en parte, contenía los reinados de al-Hakam I, Abd al-Rahmán II (una parte, que tenía E. Lévi-Provençal, entre los años 796/180 a 846/232, se había perdido) y Muhammad I (hasta 880/267).

De él se utilizarán unos datos relativos a una muy destacada intervención o influencia individual revolucionaria de las costumbres de Alandalús e incluso del Magreb y de Europa que se produjo en el siglo IX, el momento en el que ya se impone el tipo cultural oriental de base árabo-islámica en Alandalús y en el que Córdoba empieza a ser conocida en Oriente y atrae la imaginación de artistas y curiosos en Bagdad.

Se trata de un personaje que todavía hoy llama la atención por sus iniciativas y que, como tantos otros representantes de la cultura oriental, merece ser conocido mejor en el mundo. El historiador árabe del siglo XVII al-Maqqari, en su Nafh al-Tib (‘brisa fragante’) dice: “Nunca hubo, antes o después de él, un hombre de su profesión que fuera más querido y admirado por todos”.

Su nombre era Abu l-Hasan Ali ibn Nafic (Mosul, califato abasí, c. 789 - Córdoba, emirato omeya, c. 857), apodado Ziryab, palabra persa que significa ‘mirlo’, por la calidad de su voz, su profundidad melódica y también por su tez oscura.  Fue músico, geógrafo, poeta, astrónomo, restaurador y lingüista y además se le puede considerar uno de los árbitros de la elegancia en modas y comportamiento, muy especialmente en la higiene personal.

Ibn Ḥayyān incluye la llegada de este gran artista oriental a Alandalús y la enorme influencia que ejerció, no sólo allí, sino en el norte de África y en Europa durante el emirato de Abdalrahmán II, inmediatamente tras la muerte de Hisham II, quien lo había invitado tras recibir una carta de Ziryab desde Kairouan en la cual lo solicitaba. El músico, según el texto de ibn Ḥayyān copiado por Al-Maqqari, había salido de Bagdad con un dinero dado por su maestro, celoso del discípulo tras una exitosa representación de éste ante el califa Harun al-Rashid, y había pasado por Egipto y por Túnez, al parecer siempre con la intención de llegar a Alandalús, atraído por la fama del emirato cordobés. Obviamente, todo esto debe tomarse cum mica salis, porque forma parte de la propaganda a la que son tan dados los cronistas; pero no hay duda de que, por una razón o por otra, Ziryab llegó a Córdoba y se asentó allí, espléndidamente recompensado por el emir omeya.

Vale la pena recordar la escena que había acontecido en Bagdad. Harun al-Rashid pidió a Ishaq, el maestro de Ziryab, que lo llevara a su presencia para escuchar algunas canciones. Ziryab había aprendido algunas de las más difíciles canciones de Ishaq y, cuando el califa, muy satisfecho por lo que había cantado al principio de su intervención, le pidió que cantara al estilo de su maestro, con el laúd, de éste, Ziryab le contestó que podía cantar esas canciones y que podía usar el laúd de su maestro; pero que él tenía otras canciones más bellas, para las que necesitaba su laúd, que había quedado a la puerta de palacio.

Cuando le trajeron su laúd, el califa lo miró y dijo que no notaba nada diferente. Ziryab entonces le explicó las diferencias, en un texto que deja bien claro el carácter innovador y que explica la importancia que adquirió como músico:

Aunque la madera y el tamaño son los mismos, el peso no lo es. Mi laúd pesa cerca de un tercio menos que el de Ishaq y mis cuerdas están hechas con seda que no fue hilada con agua caliente, pues eso las debilita. La cuerda del bajo y la tercera están hechas de tripa de león, que es más suave y sonora que la de cualquier otro animal. Estas cuerdas son más fuertes que cualesquiera otras y pueden resistir mejor el roce del pico.

Otra de las novedades de Ziryab había sido precisamente ésa, la sustitución del plectro hecho con una púa de madera por otro hecho con pico, garras o plumas de águila, más fuerte y sonoro. También añadió una quinta cuerda al laúd, hacienda su sonido más delicado. El arabista Julián Ribera, al escribir sobre la música andalusí, señaló que las cuatro series de cuerdas del laúd, según los músicos, correspondían a los cuatro humores del cuerpo, el primer par era amarillo, como la bilis, el segundo era rojo por la sangre, el tercero blanco como la flema y el cuarto, el par bajo, negro como el humor melancólico. El par añadido por Ziryab, entre el segundo y el tercero, era rojo.

Ziryab se convirtió en el director de la cultura en la corte cordobesa, fundó una escuela de música (el conservatorio de Córdoba lleva hoy su nombre) e introdujo un buen número de novedades, en el modo de vestir, de comer y en la higiene personal, una de ellas la invención de una pasta de dientes cuyos ingredientes no se han conservado. Además, introdujo grandes novedades en la música y se le considera el creador del estilo llamado hoy andalusí en Marruecos. Su influencia se extendió por todo el mundo occidental, incluido el magrebí, marcando una de las cimas de Alandalús en lo referente a la cultura. Es muestra clara, igualmente, de que en Alandalús el proceso de orientalización había triunfado y que el canon, ya entonces, era el canon propio. Ibn Hazm de Córdoba (994-1064), en el siglo XI, posiblemente la cima andalusí, antes de la pérdida de Toledo en 1085, lo expresará así en El collar de la paloma, según la traducción de Emilio García Gómez:

¡Vete en mal hora, perla de la China!

Me basta a mí con mi rubí de España.