Saturday, February 8, 2020

Señalar y significar


El paseante recorre la ciudad y, en su camino, está expuesto a una gran cantidad de elementos que le proporcionan información por diversos medios y que percibe por distintos sentidos: ve y oye, sobre todo, y completa esa información con el olfato, el gusto y el tacto. Parte de esa información recibida es natural y parte artificial, procede, sobre todo, de otros seres humanos que han dejado una información que el paseante percibe y a la que da una interpretación. Pero hay que tener presente que la interpretación que el paseante hace abarca tanto la información natural como la artificial. Si huele a humo y la intensidad del olor es muy grande, puede interpretar que hay un incendio y que conviene avisar a la policía, por ejemplo. Suele decirse que la información se transmite y se recibe por medio de una señal o varias, que sería el elemento externo, aunque la terminología dista de ser uniforme y conviene manejarla a partir del conocimiento de dónde se originaron los términos. En consecuencia, puede decirse que hay señales naturales, como el humo del fuego, y artificiales, que son también de muy distinto tipo.

Encuentra constantemente el paseante elementos gráficos, percibidos visualmente, que indican de un modo particular la presencia humana. A algunas de esas manifestaciones externas les da un sentido: un ciego cruza la calle con un bastón blanco y los autos se detienen para que pase, un semáforo cambia de verde a rojo y eso se interpreta por quienes ven la luz de frente como obligación de detenerse. El bastón blanco, la luz roja son señales. Las señales no son sólo visuales, pueden estar dirigidas a otros sentidos: cuando la luz del semáforo cambia al verde, un pitido prolongado indica que está permitido el paso, el roce de los labios de una persona contra la piel o los labios de otra se interpreta como afecto, el olor de estofado en la escalera se interpreta como la cercanía de la hora de la comida. La producción de una manifestación externa a la que se da un sentido es un acto sémico. Ese radical sem- que aparece en palabras como semiótica, semántica, semasiología procede de una forma griega que quiere decir ‘señal’ o, como verbo, ‘marcar con una señal’ y, de ahí, ‘significar’. La unidad mínima semiológica recibe por ello el nombre de sema. En el proceso se produce una manifestación externa, por un lado, lo que supone que alguien la emite, un emisor, y una recepción, o sea, un receptor que recibe e interpreta la señal.
Eugenio Coseriu
La comunicación establecida por medio del lenguaje arranca de un yo para pasar a un tú. Ya George W. F. Hegel (1770-1831) había notado esta especial característica del lenguaje, la de un ser ahí cuya existencia sólo puede realizarse en un ser para otro y, si G. von der  Gabelentz, en 1901, precisaba que “el lenguaje humano es una expresión articulada del pensamiento mediante sonidos”, una página antes había dicho que “el lenguaje exige primero un Yo y luego un Tú”. De ese modo lo recordaba otro de los grandes nombres que hay que tener en cuenta en estos estudios, Eugenio Coseriu, en 1973. No obstante, esta relación entre el yo y el es un esquema comunicativo mínimo. Hay todo un mundo externo, un mundo de referidos, objeto de la comunicación lingüística. Así pudo decir Edward Sapir, en 1931, que el lenguaje es también:

"Una organización simbólica, creadora, cerrada, que no sólo influye en gran medida sobre la experiencia obtenida sin su intervención, sino que define de hecho la experiencia, sobre la base de su perfección formal y también porque proyectamos inconscientemente sobre el campo de la experiencia las expectativas implícitas contenidas en ella".
Puesto que también Sapir señala la semejanza entre el lenguaje y un sistema matemático, puede considerarse, de modo concreto, que a partir de él se presentan las dos posibilidades no excluyentes de continuar el estudio del lenguaje: la que insiste en el aspecto formal, inmanente, y llevará a la lengua y a la lingüística, y la que lo hace en el aspecto social, transcendente, y conduce por ello a los problemas abordados por la antropología y las ciencias sociales, en general.

Se puede simplificar mediante la distinción de dos maneras de entender lo que se llama Semiología, a partir de su definición más general como el estudio de los principios generales que rigen el funcionamiento de los sistemas constituidos por señales susceptibles de interpretación y que, entonces, pasan a llamarse signos. Para los seres humanos el más relevante de esos sistemas de signos es la lengua.

Antonio García Berrio
Además de la lengua hay otros hechos significadores, lo que ha permitido considerar la Semiología de dos modos distintos según su objeto .La Semiología puede limitarse a la asociación de un hecho perceptible y un estado de conciencia, a lo que se llama comunicación. También puede tener un objetivo más amplio y extenderse a todos los hechos significadores, cual el vestido, como propuso el semiólogo francés Roland Barthes (1915−1980), en cuyo caso el objeto de la Semiología sería la significación. Hay, por lo tanto, una Semiología dirigida fundamentalmente a la comunicación y otra dirigida a la significación. Los lingüistas, en general, adoptan la perspectiva de la Semiología como ciencia cuyo objeto es la significación. De esta manera caben en la Semiología, además del estudio del lenguaje, el estudio del arte, de la moda, del cine, de la publicidad o de cualesquiera hechos significadores. En el mundo hispanohablante ésa es la trayectoria de un gran semiólogo, como Antonio García Berrio.

A veces se utiliza también el término Semiótica como equivalente de Semiología. Originariamente, los griegos utilizaron la palabra como parte de la diagnosis, es decir, la interpretación de los síntomas como signos, ese término es utilizado por los hablantes sobre todo en un sentido limitado, el diagnóstico médico; pero su sentido general es mucho más amplio. Entre señales, signos y significados, el ser humano es un animal semiótico. Claro que lo que importa no es la emisión de señales, sino su interpretación.