Saturday, October 6, 2012

José Ramón de Urrutia y de las Casas







He recibido mi ejemplar de Imaginary Kingdom. Texas as Seen by the Rivera and Rubí Military Expeditions, 1727 and 1767, el interesantísimo libro de Jack Jackson (1995). Lo he comprado de segunda mano, procedente de la biblioteca de una escuela de Houston donde parece que la historia de Tejas ya no interesa (o quizás lo que no interesa es la escuela y su biblioteca). A juzgar por su perfecto estado, puede que nunca tuviera un lector en ese lugar mientras que ahora al menos tiene uno. Es un libro grato: bien impreso, con grabados y mapas, buena encuadernación y protegido por una cubierta de plástico, un gesto que demuestra que la biblioteca estaba bien atendida. Quizás en otro momento investigue qué bibliotecario, o bibliotecaria, puso tanto cuidado en su trabajo.
El volumen contiene, amén de análisis y otros documentos, la traducción de los diarios de las visitas ('inspecciones') de don Pedro de Rivera (1724-1728) y de don Cayetano María Pignatelli Rubí Corbera y San Climent, Marqués de Rubí (1766-1768), el segundo entonces inédito.
Además de la gran aportación que supone y la general estima que alcanza, el libro me ha hecho ser consciente de una figura humana vinculada con Tejas y el Suroeste, singularmente interesante, tanto que atrajo la atención y el cuidado artístico de don Francisco de Goya.
Palacio Urrutia, Zalla
José Ramón de Urrutia y de las Casas fue un vasco de Vizcaya, nació al amanecer del día 19 de noviembre de 1739 en Zalla, unos veinte kilómetros al suroeste de Bilbao. Se conserva su expediente en el Archivo General Militar, donde dice que fue su padrino Sebastián de la Cuadra y Llarena, marqués de Villarías. Sus padres fueron Feliciano de Urrutia, coronel de la Guardia valona, y Agustina de las Casas.
Hizo sus estudios primeros en la villa de Valmaseda, donde estudió latín y matemáticas, y después entró en la Academia Militar de Matemáticas de Barcelona, siguiendo la tradición familiar. Ingresó en el ejército el 6 de abril de 1755 como cadete en el Regimiento de Infantería de Murcia. Cinco años después obtuvo el título de subteniente en el Regimiento de Guadalajara. En 1764 embarcó para México con el Regimiento de América. Su cometido era el de topógrafo en un grupo de ingenieros encargado de trazar nuevos mapas de los territorios del Norte de la Nueva España y estudiar las comunicaciones. Por ello fue asignado a la inspección del Marqués de Rubí y recorrió una buena parte de lo que hoy es Tejas, así como el camino entre El Paso y Santa Fe, en lo que ahora es Nuevo México.
En 1764 había terminado la Guerra de los Siete Años, en la que España se había visto involucrada por los Pactos de Familia con Francia. La derrota supuso la pérdida de la Florida (para no tener que entregar a los ingleses La Habana). Sin embargo, tres meses antes del fin de la guerra, un pacto secreto con Francia había dado a España el territorio entonces francés de la Luisiana, al Este de Tejas. Aunque la frontera entre Gran Bretaña y España se fijaba en el Misisipí, el papel estratégico de esa frontera, que ya no era entre España y Francia, había cambiado notablemente y el rey Carlos III decidió que era precisa una nueva inspección de los presidios (guarniciones) y los caminos así como un estudio para el refuerzo de esa nueva y, se suponía, más delicada frontera. De hecho, aunque mucho más tarde, los temores españoles se cumplieron y el México ya independiente perdió todo el territorio tejano, que acabó pasando a los Estados Unidos.
El marqués de Croix, virrey de la Nueva España, asignó al joven subteniente Urrutia  a la expedición, como ingeniero, sin dejar de pertenecer a su regimiento.
Plano de la ciudad de San Antonio de Béxar
y fortificación de la misión de San Antonio de Valero, "El Álamo'.
 Levantó los planos de los presidios de El Paso y Santa Fe y, entre otros muchos presidios en Coahuila, Nuevo León, Nayarit, Sonora y Tejas, visitó el de San Antonio de Béxar. A su regreso fue ascendido a teniente por sus valiosos servicios a la corona. Permaneció poco tiempo en la capital. En 1768 acompañó a don José de Gálvez en su visita al Noroeste (Sonora, Sinaloa y Baja California). Colaboró allí con el ingeniero catalán Miguel Constanzó en el levantamiento de varios planos, fundamentales para el desarrollo militar y misionero que se desarrolló poco después.
La Real Orden del 24 de agosto de 1768 lo destinó a trabajar en el desagüe de la gran laguna de Huehuetoca, un lugar pestífero donde el agua de las lluvias provocaba tremendas inundaciones, lo que causaba una acumulación de mosquitos y la convertía en un foco de malaria. Urrutia realizó los planos; pero contrajo la enfermedad, que lo acompañaría toda su vida. El proyecto, uno de los más significativos de la copiosa ingeniería civil virreinal, se llevó a término. Iba del lugar llamado Vertideros o el Vertidero, pasando frente a Huehuetoca y atravesando la loma de Nochistongo, hasta el Salto, hoy en el Estado de Hidalgo. Entre Huehuetoca y Nochistongo este desagüe era subterráneo y formaba una bóveda sostenida con puntales de madera. En esta obra espectacular, dirigida por el maestro Henrico Martínez (Heinrich Martin),  colaboraron indios de la zona y también otros llegados de muy lejos. Permitió la población de una zona extensa y hoy muy rica.
La mayor parte de los planos levantados por Urrutia en estos años se encuentra en el Museo Británico, en Londres.
Batería de Urrutia, Cádiz
 De regreso a España, tuvo una recidiva de la malaria en Canarias, por lo que fue destinado a la Academia de cadetes de Infantería en Ávila. Rechazó el puesto de director, prefiriendo el de profesor de Matemáticas.
En 1779, ya restablecido, fue enviado a Cádiz, para contribuir con sus conocimientos de ingeniería en la defensa contra los ingleses. Todavía pueden verse las ruinas de la batería de Urrutia, que construyó en la Punta del Boquerón, al sur del municipio de San Fernando. En 1845 se levantó un plano de la fortificación para proceder a su reforma, tras la cual presenta el aspecto actual.
Cuando dirigía las obras de la batería de San Carlos, frente al Peñón de Gibraltar, fue herido de bala, lo que no le impidió unirse a los hombres del duque de Crillón, cuando pasaron por el estrecho, con ellos participó en la reconquista de Menorca, donde realizó obras posteriormente.
En 1783, tras la firma del tratado de paz, fue nombrado comandante general de Algeciras. Allí trazó un plano del Estrecho. Pasó luego a dirigir las obras del Canal de Castilla, el gran proyecto de Fernando VI, para dar salida fluvial a las comarcas de la Meseta.
El 25 de abril de 1787 una Real Orden lo envió durante más de cuatro años a recorrer distintos países de Europa, Inglaterra incluida, para estudiar la organización de sus ejércitos. En Rusia fue tan bien acogido que le ofrecieron participar en la campaña contra los turcos, al mando de una división. Además de aportar sus conocimientos de ingeniero, combatió al frente de sus tropas, siendo el primero en subir por la trinchera o en recibir en línea a la caballería turca. El mariscal en jefe, Grigori Alexandrovich Potemkin lo condecoró con la Cruz de San Jorge, la Espada del Mérito y le ofreció el cargo de Mariscal del Imperio Ruso. La última distinción lo comprometía por vida, así que no pudo aceptar.
A su regreso a España, en 1791, seguía siendo Brigadier, aunque todos los que se habían quedado hubieran ascendido. Ya se sabe el dicho: "el que se fue a Sevilla perdió su silla", válido hasta hoy. En este caso, sin embargo, la justicia se impuso y en 1791 Carlos IV lo nombró Mariscal de Campo, con retroactividad en la fecha a 1780, reconquista de Mahón. Inmediatamente fue enviado a la guerra contra Marruecos, como comandante de Ceuta, sitiada por los moros, a los que derrotó. En 1793, ascendido a Teniente General, fue enviado por Carlos IV a Navarra a luchar contra la Revolución Francesa. Expulsó a los franceses del Roncal y pasó a Cataluña. Fue nombrado Capitán General de Cataluña. Lo primero que hizo fue pagar los atrasos a la tropa y recuperar la moral. Humanizó la guerra con un convenio para devolverse los prisioneros heridos tras la batalla. El 4 de septiembre de 1795 Carlos IV lo ascendió a Capitán General.
En diciembre de 1797, tras la muerte de Francisco Sabatini, fue nombrado ingeniero general del Ejército. Creó entonces, en la práctica, el cuerpo de Ingenieros Militares.

Hacia 1798 suele fecharse este gran cuadro de Goya, hoy en el Museo del Prado. El pintor trata al personaje con notable simpatía. En la mano derecha tiene el catalejo del topógrafo y en la izquierda bastón y sombrero, que dejan al descubierto el espadón. Faja de Capitán General. Luce en la solapa, en exclusiva, la Cruz de San Jorge del Imperio Ruso. El fondo montañoso puede aludir a la topografía vizcaína; pero también al carácter recio y sin componendas del personaje, considerado por sus contemporáneos como un ejemplo de hombre justo.
La cara, una típica fisonomía vasca, no resalta especialmente, de acuerdo con el carácter retraído y discreto del retratado; pero en la indumentaria los colores cálidos dan luminosidad y simpatía al personaje, que destaca tanto como científico como en su condición de militar. Es también un hombre cuidadoso de sí mismo y elegante, sin excesos. Todo en la imagen indica un tratamiento particularmente favorable por parte de un pintor que no se contenía cuando había de comunicar su opinión del retratado.
El rey Carlos IV lo llamó a Palacio el 9 de julio de 1800, para ofrecerle un título de Castilla y la Grandeza de España, para él y sus descendientes. Urrutia respondió:
"Señor, he vivido siempre tan ocupado que no he tenido tiempo para casarme, ni tengo dinero para sostener decorosamente la Grandeza de España".
El rey le replicó:
"Pues menos tiempo vas a tener ahora, porque te nombro Inspector de las tropas de las Indias y sus plazas y fábricas de armas, pertrechos y municiones; además de recibir la encomienda del Campo de Almodóvar en la Orden de Calatrava".
Un retrato de Godoy pintado por Goya, protagonista en Sotheby's
Retrato ecuestre de Godoy, por Goya
Pero ya se sabe que se sube hasta que se tropieza con las ambiciones de los cretinos. No regresó a América. El valido, Manuel Godoy, emprendía la guerra contra Portugal, la llamada "Guerra de las Naranjas", por el envío a la reina María Luisa de un obsequio consistente en un ramo de naranjas portuguesas, objeto de chanza por parte de la oposición a Godoy, que divulgó sátiras más o menos ingeniosas, pero todas malévolas, sobre las relaciones entre el ministro y la reina. Godoy había sido nombrado "Generalísimo", como don Juan de Austria, nada menos. No resulta extraño que Goya lo retratara en lo que parece un caballito de cartón.
Cuando el rey le pidió que se pusiera al frente del ejército expedicionario, a las órdenes del Generalísimo, Urrutia (desde mayo de 1797 Capitán General de Extremadura) rehusó: le parecía que esa guerra era injusta y que los proyectos en América eran mucho más necesarios. Otros generales rehusaron también, como cuenta Godoy en sus Memorias; pero Urrutia fue semi-desterrado a Sevilla por un tiempo y no recuperó ya el favor real.
Falleció en Madrid, el primero de marzo de 1803, a las cuatro y media de la tarde. En mayo de ese año la Gaceta de Madrid anunció la venta de un retrato del difunto general Urrutia por seis reales, en la Librería de Castillo, en la calle de Carretas. Su sobrina María Uría y Alcedo fue su heredera universal. No sabemos más.
En su oración fúnebre, en la catedral de Valladolid,  Fr. Leoncio de Villaodriz, rector de Teología del convento de Capuchinos, concluyó: "Fue proverbial en la época, para indicar una cosa justa, la expresión: 'El Sr. Urrutia lo ha hecho', 'el señor Urrutia lo ha dicho.'"