Sunday, September 10, 2023

Amando de Miguel, recuerdos comunes

"Cuanto más recuerdas, más profunda es la oscuridad que te envuelve". Comprendo estas palabras del cirujano Kighare Menka, protagonista de la novela de Wole Soyinya Crónicas desde el país de la gente más feliz de la tierra. Las comprendo; pero no las comparto. El recuerdo de las personas perdidas, de queridos amigos, como en este caso, no me hace sentirme en ninguna oscuridad. Es posible que sea debido a la diferencia entre un cirujano nigeriano y un profesor euro-americano. Puede que se deba a que no hay puntos que hayan quedado en negro tras estos años de amistad. Las amistades de la madurez también tienen un sentido de la vida más realista. ¿Se refiere esa oscuridad al presente? Parece que sí, como si nos dejáramos envolver por la sensación creciente de vacío que aumenta con la pérdida de tantas personas queridas; pero tampoco estoy de acuerdo, posiblemente porque pienso que con la edad cobra más fuerza la esperanza, mientras que se va debilitando la biología. Esos valores del ser humano, de los que tantas veces hablé con Amando, se hacen más vivos y más claros tras su falta. No, definitivamente la oscuridad no me envuelve.

Como para muchos de mis coetáneos, mi primer encuentro con Amando de Miguel se remonta a la época universitaria, a los sesentayocho. En esa época la relación fue sobre todo por medio de Jorge Urrutia, mucho más integrado en ese grupo, como demuestra la interesante fotografía que incorporo. Para empezar, nuestra amistad tuvo que esperar mucho más tiempo, hasta un congreso organizado en Venecia por Luis Luque, con la presencia de otro añorado amigo, Manuel Alvar Ezquerra. Una de las participantes resumió en ese congreso, en 2007, si no recuerdo mal, la sensación que en muchas personas dejaban las intervenciones de Amando: "No sé si tienes razón o no; pero lo dices tan bien..." Ese elogio retórico me llamó la atención como lingüista y contribuyó a un acercamiento que me llevó, de común acuerdo, a gestionar su invitación como profesor visitante en la Universidad de Tejas en San Antonio, donde yo ejercía en esos años. Nunca es fácil convencer de estas cosas a un rector norteamericano; pero con la ayuda de la Fundación Rafael del Pino, en 2008 lo hicimos posible. No había un doctorado de español. El marco del Máster fue suficiente para que Amando iniciara un curso repartido entre una clase de Sociología en inglés y una fenomenal clase en español. En ella los alumnos iban leyendo los libros de su nuevo profesor y éste discutía y aclaraba con ellos tres horas por semana lo que había detras de todas esas páginas. Es una memoria permanente y, en estos días tristes, he recibido testimonios de ese recuerdo de aquellos alumnos y de colegas de San Antonio. 

Nuestro acuerdo con la Fundación del Pino incluía la escritura entre ambos de un libro sobre nuestra visión del español actual. Así lo hicimos en Se habla español, que publicó en 2009 la desaparecida editorial Biblioteca Nueva, dirigida por Antonio Roche y que hoy está disponible en internet. Sin ninguna duda, lo mejor del libro fue lo bien que nos lo pasamos al escribirlo, repartiendo charlas entre California y Georgia, México incluido, visitando a viejos amigos, paseando por sitios estupendos y tomando centenares de fotografías, una afición común. Una escritura divertida no es el equivalente de una escritura fácil. Cada capítulo o cada medio capítulo iba y venía entre uno y otro hasta que llegaba el consenso. Colaborar no es estar de acuerdo en todo y, a veces, la visión previa de Norteamérica de Amando chocaba con la que la nueva realidad, años después de su primera estancia, le iba mostrando. Las intervenciones del público después de nuestras presentaciones también ejercían su influencia. No se ve el español igual en Tejas, Arizona o Georgia.

Las conversaciones cotidianas en estos quince años han compendiado muchas enseñanzas, bien recibidas. Amando escuchaba a su "lingüista de cabecera", como me llamaba y yo luchaba contra mucho de lo establecido, empezando por la metáfora biologicista, que no era tan fácil de borrar. Nos unía el rechazo al politiqués, tan ridículo, por otra parte. En cambio, no nos preocupaba tanto el anglicismo, porque sabíamos que todas las lenguas pasan siempre por esas alteraciones de su léxico debidas al contacto estrecho con otras. Esa alteración es más superficial que profunda, en la mayoría de los casos. Claro que el español de los Estados Unidos añadía una nota más, la de que el inglés es la lengua dominante. Esa condición marca de manera peculiar al español de los Estados Unidos, que se debate entre la necesidad de integrar las diferentes variantes dialectales o normas de los hispanos y los calcos del inglés, como el citadísimo, pero muy interesante, "llámame p'atrás" 'call me back', o "le pongo la puerta p'atrás", equivalente a 'le vuelvo a poner la puerta', entre muchos otros. Amando se hizo más consciente de la otra cara del problema, la alteración del inglés por los calcos de lenguas en contacto en los Estados Unidos. En 2023 Phillip M. Carter y Kristen D’Alessandro Merii han publicado un estudio sobre ese fenómeno en el dialecto inglés de Miami; pero los ganaderos anglos de Tejas hace muchos años que publicaban ya manuales sencillos para ayudar a los propietarios a entenderse con sus peones hispanohablantes. No se dice en Miami (o en otros lugares), por ejemplo, "to get out of a car", como es esperable en inglés, sino "to get down", en español de la zona 'bajarse del carro '. Más peligroso es "to marry with", como el español 'casarse con', en vez del general "to marry to". En su referencia a ese trabajo de Carter y Merii en The New York Times, John McWhorter amplía a otras lenguas la influencia de esos calcos en el inglés. Por ejemplo, al dialecto judeo-alemán yiddish se deben usos de "by" en lugar de "at": "We are going to be by Lenore's", 'estaremos en casa de L.', en lugar de "at Lenore's". Se trata de fenómenos bien conocidos y documentados en todas las lenguas en contacto, que pueden ser muy llamativos; pero que no son exclusivos.

Quizás porque en su vida había conocido muchos sinsabores y porque hasta el final sufrió las persecuciones de un siempre envidioso sector de la sociedad española, Amando desarrolló una alegría de vivir y un sentido del humor muy contagiosos. Apoyado en datos, con ese profundo conocimiento de la sociología cuantitativa que introdujo con gran éxito en España, me enseñó a ver mi país de nacimiento con un sentido crítico diferente, apoyado en la realidad, no en los deseos. No muy dado a la esperanza ingenua, todo hay que decirlo, pero siempre basado en que la maldad requiere mucho más esfuerzo intelectual que la incompetencia, sostenía que, por ello, España siempre acaba salvándose. Que así sea.