Monday, July 28, 2014

Lingüística y Pragmática

En memoria de María Teresa Navarro (1946-2014), quien, durante estos cincuenta años de amistad íntegra, ha ido ocupando cada vez más el lugar de una hermana y quien, en su infatigable lucha contra la enfermedad, ha mostrado una entereza y un dominio de la situación que han sido motivo de estímulo y admiración de todos. Recordamos a la amiga, a la hermana, a la maestra, a la apasionada del teatro, del arte y de la vida. Con un fuerte abrazo para Jorge, Elsa y Sergio Urrutia.


uando se habla hoy de la Lingüística como visión del mundo, no se está haciendo referencia, estrictamente, a lo que se suele conocer como la hipótesis Sapir-Whorf, nunca formulada por ambos autores como tal: que hay determinadas marcas o preferencias culturales que se asocian a los elementos lingüísticos de una cultura o, en otros términos, que ciertas culturas se apoyan en determinadas condiciones lingüísticas hasta el punto de que los hablantes tienen una visión del mundo condicionada,  limitada, por las lenguas que usan. Lo que hoy se suele querer decir es que existen determinadas preferencias culturales que hacen que los lingüistas antepongan una orientación a otra para su trabajo. Cuando se habla de preferencias culturales se habla de lo que, desde Saussure, se considera extralingüístico. Hay unos elementos sociales que se imponen sobre las capacidades electivas. Sería, en cierto modo, partir exactamente del punto de vista opuesto al que se señalaba en una entrada anterior de este cuaderno a propósito de Humboldt: “la idea de la verdadera relación gramatical sólo se introduce en las palabras mediante una operación del pensamiento”.

sí se llega a la necesidad de estudiar el pensamiento. Este estudio se hace en relación con diversos aspectos. Uno de ellos es el  del estructuralismo lingüístico, que vincula el pensamiento con el lenguaje a través de una doble articulación del sonido (significante o expresión) con el sentido (significado o contenido). El par {expresión, contenido} es lo que define al signo lingüístico, según este planteamiento. Sin embargo, en el estudio del lenguaje se han introducido otras perspectivas de estudio del pensamiento. Por ejemplo, en la segunda de las tesis de Karl Marx (1845) sobre Feuerbach se escribe: “El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico”. Esta negación tiene consecuencias muy importantes, que habrá que dejar para otro momento. Ahora se considerará solo desde el punto de vista del signo, de la semiosis. En un principio, la semiosis se definía como una función, la que existe entre un objeto (físico o no) y un signo. Pero esa definición simple y, presumiblemente, teórica, ha ido complicándose al intervenir otros aspectos o consideraciones. Estos se relacionan, en ciertos casos, a veces muy directamente, con la tesis de Marx que se acaba de exponer. La praxis, según el planteamiento marxista, sólo aparece en la etapa final del proceso del conocimiento como criterio de verdad. Hay, por ello, una definición de un tipo de signo, el lingüístico, desde la relación de los signos con la dimensión pragmática de la semiosis. De ahí deriva una visión pragmática del mundo (y una ciencia que la analiza) centrada en el uso del signo, en el desarrollo de “cómo hacer cosas con palabras”. 

recisamente ésa es la razón por la que es lícito considerar que la Pragmática, como una de las ciencias del conocimiento, no es Lingüística ni parte de ella, porque no puede separar el conocimiento de la práctica. No permite la consideración del signo como tal, como conjunto binario, par {expresión, contenido}. Es, naturalmente, una ciencia que necesita el análisis de los elementos lingüísticos, de los signos, pero supeditados a la relación que permiten entre los usuarios, a la praxis. 
Lo que lleva a la contradicción es que todo lo que se supedita a la praxis implica la necesidad de un proceso de selección. El único proceso posible, en el caso del marxismo, como queda explícito en la tesis tercera, es “la práctica revolucionaria”. Tampoco hay ninguna razón que pueda imponer un principio de la evolución y de la selección. Ambas, evolución y selección, interrelacionadas, son imprescindibles, no ya para estudiar las lenguas humanas, una pequeña parte del proceso, sino todo lo que concierne al universo conocido y pensado por el hombre.

Tal supuesto principio, desde la exclusiva perspectiva de la razón humana, simplemente no existe. No hay, en consecuencia, ningún motivo (o razón) para enfocar el mundo desde la perspectiva limitada del innatismo (evolución), ni desde la de la variación (selección), como se propone desde otros ámbitos de la Lingüística. Como la capacidad explicativa del estructuralismo, con su doble articulación, que es la tercera posibilidad, impide, por principio, fundamentar en él una cosmovisión, es preciso aceptar, con Shakespeare, que “There are more things in heaven and earth, Horatio, Than are dreamt of in our philosophy”  (Hamlet: 1.5.167-8, con la variante our ‘nuestra’ y no your ‘tuya’, tal como aparece en el First Folio, 1623). Es decir, todos tenemos que suponer (dream of) para aprender (philosophy), y aun así no se consigue abarcar la realidad.

Wednesday, July 9, 2014

Laura V. Monti (1916-2014): Primera doctora en Letras de la UCA

Me sumo, con sincero pesar, al dolor por esta pérdida, que se puede considerar, como bien dice Asunción, en su nota, el fin de una generación. Lo hago desde la admiración a una persona ejemplar y una profesional de gran categoría.

por Asunción Zumárraga


Laura nació en Guaymallén, provincia de Mendoza, R. Argentina, el 24 de mayo de 1916 en el seno de una familia de bodegueros de origen italiano y, cuando completó el secundario en la Escuela Normal, se trasladó a vivir con sus tíos a Buenos Aires para estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras, de la que egresó en 1941.

Muchas veces calificó esos años como los más felices de su vida; y en verdad, la calidad académica de la Universidad de Buenos Aires y la calidad humana e intelectual de su promoción fueron particularmente brillantes. Ella y sus compañeros constituyeron la llamada “Generación del 40”, integrada por destacadas figuras, entre ellos los poetas Eduardo Bosco, Miguel Echebarne y Daniel Devoto (también músico y filólogo de trayectoria internacional), el arquitecto Eduardo Catalano, la bibliotecóloga Josefa Sabor, el antropólogo Alberto Salas, los profesores Amaro Fernández y Victoria Prati, la traductora Herminda Castagnino y muchos otros. 

Más tarde o más temprano, ese grupo fue sufriendo la diáspora provocada por la vida política nacional, en particular durante la segunda presidencia de Perón.  Laura Monti, una militante de la libertad, no quiso someterse a algunas disposiciones autoritarias de ese gobierno y decidió, con dolor, dejar la Argentina por un tiempo.  Viajó con su hermana menor Alicia a Estados Unidos en 1953.  Al llegar en barco a New Orleans, no hubiera imaginado nunca que ese se convertiría en su querido país de adopción por casi medio siglo.

Se dedicó a la bibliotecología y trabajó en Miami y luego en Gainesville, en la biblioteca de la Universidad de Florida, donde permaneció largos años y estuvo a cargo de la sección de Colecciones Especiales, con un período intermedio durante el que vivió en Washington DC, trabajando en la Folger Shakespeare Library, lo que la ayudó a completar su especialización en libros raros.

Bien conocida en el medio por su vasta formación profesional, por su conocimiento de las lenguas clásicas, por su dominio del italiano y del francés, fue convocada desde la división de investigación de la Boston Public Library como jefa de la sección de Libros Raros.  La propuesta era muy tentadora, pero no le resultó fácil dejar su cálida y amada Florida para establecerse en Massachussetts y enfrentar sus largos y crudos inviernos.  Sin embargo, una vez instalada, supo disfrutar del encanto de la ciudad; adoró Boston y la BPL para la  que trabajó durante más de veinte años.  Fue respetada por sus colegas, quienes valoraban su formación humanística y su capacidad para gestionar en Europa la adquisición de manuscritos y libros raros y antiguos; y también fue muy querida por sus muchos y muy buenos amigos, en su mayor parte estadounidenses.


Entre sus publicaciones cabe destacar las puramente bibliotecológicas (catálogos y bibliografías diversas), pero también sus estudios sobre la correspondencia de Marjorie Kinnan Rawlings (editada por ella y Gordon Bigellow), una historia oral sobre los poetas de Florida y numerosos artículos sobre temas de su especialidad –como archivos de escritores- o de su interés, como “Women in Sarmiento” para un volumen editado por Joseph Criscenti.

Durante su larga trayectoria en Estados Unidos viajó numerosas veces a su país, primero para defender su tesis sobre teatro italiano en la Universidad Católica Argentina, dirigida por Ángel Battistessa, donde se doctoró en Filología (fue la primera doctora en Letras que tuvo esa Facultad); y luego para intentar su reinserción en la vida laboral de Buenos Aires, lo que nunca logró.

Cuidó con alegría y coraje a su hermana, víctima de Alzheimer desde joven y por muchos años, y cuando ésta murió en Boston, sintió que había llegado el momento de retirarse y volver a vivir más cerca de su familia, trasladándose definitivamente a la Argentina en 1996.

A partir de entonces, regresaba a Estados Unidos todos los años a pasar la primavera y el verano, visitaba a sus amigos, a sus médicos, y disfrutaba de salidas y programas, hasta que el largo viaje se hizo demasiado pesado para sus cansados huesos. Su última estadía en Boston fue en 2010.


Laura V. Monti, última representante de aquella Generación del 40, murió en Buenos Aires el 3 de julio de 2014 de un paro cardio-respiratorio, consecuencia de una cirugía de cadera.  Hasta entonces había tenido una ancianidad plena y mantenía, a los 98 años, el gusto por la vida que siempre la caracterizó.