Wednesday, July 9, 2014

Laura V. Monti (1916-2014): Primera doctora en Letras de la UCA

Me sumo, con sincero pesar, al dolor por esta pérdida, que se puede considerar, como bien dice Asunción, en su nota, el fin de una generación. Lo hago desde la admiración a una persona ejemplar y una profesional de gran categoría.

por Asunción Zumárraga


Laura nació en Guaymallén, provincia de Mendoza, R. Argentina, el 24 de mayo de 1916 en el seno de una familia de bodegueros de origen italiano y, cuando completó el secundario en la Escuela Normal, se trasladó a vivir con sus tíos a Buenos Aires para estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras, de la que egresó en 1941.

Muchas veces calificó esos años como los más felices de su vida; y en verdad, la calidad académica de la Universidad de Buenos Aires y la calidad humana e intelectual de su promoción fueron particularmente brillantes. Ella y sus compañeros constituyeron la llamada “Generación del 40”, integrada por destacadas figuras, entre ellos los poetas Eduardo Bosco, Miguel Echebarne y Daniel Devoto (también músico y filólogo de trayectoria internacional), el arquitecto Eduardo Catalano, la bibliotecóloga Josefa Sabor, el antropólogo Alberto Salas, los profesores Amaro Fernández y Victoria Prati, la traductora Herminda Castagnino y muchos otros. 

Más tarde o más temprano, ese grupo fue sufriendo la diáspora provocada por la vida política nacional, en particular durante la segunda presidencia de Perón.  Laura Monti, una militante de la libertad, no quiso someterse a algunas disposiciones autoritarias de ese gobierno y decidió, con dolor, dejar la Argentina por un tiempo.  Viajó con su hermana menor Alicia a Estados Unidos en 1953.  Al llegar en barco a New Orleans, no hubiera imaginado nunca que ese se convertiría en su querido país de adopción por casi medio siglo.

Se dedicó a la bibliotecología y trabajó en Miami y luego en Gainesville, en la biblioteca de la Universidad de Florida, donde permaneció largos años y estuvo a cargo de la sección de Colecciones Especiales, con un período intermedio durante el que vivió en Washington DC, trabajando en la Folger Shakespeare Library, lo que la ayudó a completar su especialización en libros raros.

Bien conocida en el medio por su vasta formación profesional, por su conocimiento de las lenguas clásicas, por su dominio del italiano y del francés, fue convocada desde la división de investigación de la Boston Public Library como jefa de la sección de Libros Raros.  La propuesta era muy tentadora, pero no le resultó fácil dejar su cálida y amada Florida para establecerse en Massachussetts y enfrentar sus largos y crudos inviernos.  Sin embargo, una vez instalada, supo disfrutar del encanto de la ciudad; adoró Boston y la BPL para la  que trabajó durante más de veinte años.  Fue respetada por sus colegas, quienes valoraban su formación humanística y su capacidad para gestionar en Europa la adquisición de manuscritos y libros raros y antiguos; y también fue muy querida por sus muchos y muy buenos amigos, en su mayor parte estadounidenses.


Entre sus publicaciones cabe destacar las puramente bibliotecológicas (catálogos y bibliografías diversas), pero también sus estudios sobre la correspondencia de Marjorie Kinnan Rawlings (editada por ella y Gordon Bigellow), una historia oral sobre los poetas de Florida y numerosos artículos sobre temas de su especialidad –como archivos de escritores- o de su interés, como “Women in Sarmiento” para un volumen editado por Joseph Criscenti.

Durante su larga trayectoria en Estados Unidos viajó numerosas veces a su país, primero para defender su tesis sobre teatro italiano en la Universidad Católica Argentina, dirigida por Ángel Battistessa, donde se doctoró en Filología (fue la primera doctora en Letras que tuvo esa Facultad); y luego para intentar su reinserción en la vida laboral de Buenos Aires, lo que nunca logró.

Cuidó con alegría y coraje a su hermana, víctima de Alzheimer desde joven y por muchos años, y cuando ésta murió en Boston, sintió que había llegado el momento de retirarse y volver a vivir más cerca de su familia, trasladándose definitivamente a la Argentina en 1996.

A partir de entonces, regresaba a Estados Unidos todos los años a pasar la primavera y el verano, visitaba a sus amigos, a sus médicos, y disfrutaba de salidas y programas, hasta que el largo viaje se hizo demasiado pesado para sus cansados huesos. Su última estadía en Boston fue en 2010.


Laura V. Monti, última representante de aquella Generación del 40, murió en Buenos Aires el 3 de julio de 2014 de un paro cardio-respiratorio, consecuencia de una cirugía de cadera.  Hasta entonces había tenido una ancianidad plena y mantenía, a los 98 años, el gusto por la vida que siempre la caracterizó.