Tuesday, November 19, 2024

Antes de la Pequeña Edad del Hielo: música y mester

 Se continúa la serie dedicada al Clima y la Filología. Puede verse el primer capítulo en el mes de julio, https://fmarcosmarin.blogspot.com/2024/07/clima-y-filologia.html, el segundo en el mes de agosto,  https://fmarcosmarin.blogspot.com/2024/08/ y el tercero en el mes de octubre, https://fmarcosmarin.blogspot.com/2024/10/clima-silaba-y-mester.html.  Se ofrece esta serie con la intención de mostrar una serie de correlaciones entre fenómenos naturales y hechos humanos con repercusión en la lengua. Repercusión no es causa. El clima, entiéndase bien, afecta al medio ambiente, al entorno en el que se desenvuelven los humanos y, por ello, puede ser un factor que intervenga en su comportamiento, que incluye la actuación lingüística. La idea de que las lenguas del desierto tengan que ser distintas de las de climas húmedos puede ser errónea; pero lo que es acertado es pensar que el comportamiento de los hablantes que viven en el desierto y el de los que disponen de lluvias abundantes muestre diferencias y que se reflejen en las correspondientes actuaciones lingüísticas, testimoniadas en los textos.



El cuaderno de bitácora anterior concretaba lo dicho en los tres primeros capítulos de esta serie con una sucinta explicación de la diferencia entre lenguas isosilábicas, en las que la longitud de la sílaba átona y tónica es generalmente la misma y lenguas isoacentuales, en las que hay una diferencia, puesto que las átonas son de menor duración. En el estado actual de las lenguas, el inglés es una lengua isoacentual y el español una lengua isosilábica; pero el estudio de la sílaba en la evolución fonológica del latín al castellano medieval indica que el castellano medieval inicialmente era una lengua isoacentual, que fue evolucionando a isosilábica. Este proceso pudo empezar en el momento en el que se dejó de percibir el rasgo fonológico definitorio de cantidad del latín. En latín, efectivamente, existía una diferencia con valor fonológico: una vocal larga medía dos moras y una vocal breve una mora. El acento era dependiente de la cantidad, puesto que se marcaba en la tercera mora, empezando por el final de la palabra. La sílaba podía alargarse si terminaba en grupo consonántico. Hay abundantes testimonios que indican que ni el latín de Hispania ni el del Norte de África, sendos antecedentes de iberorrománico o afrorrománico, conservaron el valor fonológico de la cantidad. En consecuencia, el lugar del acento ya no estaba determinado cuantitativamente y quedó marcado por la intensidad. Podría decirse que, en cierto modo, una vocal larga tenía una estructura de geminada vocálica, como si fuese una vocal doble. No es éste el lugar de insistir en ello; pero conviene decirlo. La consecuencia natural es que la vocal sobre la que recaía el acento en latín, acento originariamente determinado por la cantidad, sea la vocal más resistente en la evolución fonética. Pero puede ocurrir que el acento en latín recayera en una vocal breve. El castellano ofrece una solución para esas vocales breves, cuando eran vocales medias, es decir, e [ɛ’] y o [ɔ’]: generalmente diptongan: tierra, pierna, sueño, puerco. No fue un proceso inmediato ni rápido y durante siglos diptongo y vocal sin diptongar se pronunciaron alternativamente. En interior de palabra y en posición final, las átonas estaban en situación de debilidad articulatoria, con tendencia a la pérdida, algo típico de una lengua isoacentual:  ojo, pero oculista, regla o reja (del arado), pero regular. Esas palabras que conservan la vocal átona interna se explican generalmente como prestadas o retomadas del latín, tradicionalmente eran llamadas cultismos. Afrohablantes e iberohablantes estuvieron más tarde en contacto e influidos por otra lengua cuantitativa, el árabe, que también perdió ese rasgo fonológico, de manera que lo más probable es que el dialecto árabe andalusí, igual que el romance andalusí, fuera una lengua isoacentual: sus sílabas inacentuadas tenían menor duración que las acentuadas.

Lo anterior puede parece un poco complejo, aunque he tratado de exponerlo con claridad, dentro de la brevedad. Es necesario traerlo a colación para comprender qué pasa cuando se empieza a componer poesía en lengua romance (e incluso antes, cuando poetas que no hablan un latín cuantitativo tienen que usar una métrica cuantitativa en sus poemas). La situación se arrastra hasta principios del siglo XIII, cuando los poetas ya nos dicen explícitamente que componen “con sílabas contadas”; importa el número de sílabas de un verso, no la longitud de éstas. La poesía del mester de clerecía y posterior es isosilábica. La anterior no lo era. ¿Qué determinaba entonces la estructura rítmica de un verso o, con otras palabras, su música? La única respuesta posible es una estructura silábico-musical. La poesía se cantaba, como de hecho sigue ocurriendo hoy, con la excepción de los poetas librescos o literatos, que también pueden ser cantados, por supuesto; pero que no componen para ser cantados. En la Edad Media, desde luego, por no hablar de después, todo juglar sabía que su composición estaba destinada al canto, no al recitado y mucho menos a la lectura. Si se me permite el juego de palabras, el mester de juglaría era un mester de sílabas cantadas, el de clerecía era de sílabas contadas (aunque también se cantase). Lamentablemente, no conservamos partituras de los cantares de gesta y es probable que no hubiese una notación específica. Nuestra información anotada es posterior y por ello algunas cosas se tienen que quedar en el terreno de la suposición, Dentro de ello parecen ser la mejor explicación posible, la solución más coherente para superar el término inexacto, pero común, de anisosilabismo. Lo que nos queda más cerca es el canto llano, luego música gregoriana, y el recitado salmodiado del hebreo y del árabe. El canto llano o gregoriano era un canto monódico en latín, con una sola línea melódica, sin armonía ni acompañamiento y con separación de hombres y mujeres para no diferenciar las alturas vocales propias del hombre y la mujer. Más tarde se desarrolló la escritura musical en cuatro líneas o tetragrama (Guido D’Arezzo c. 991-1050), seguida de la de cinco líneas o pentagrama, generalizada en el siglo XVI.


En lo que concierne a la música, por lo tanto, la estructura silábica isoacentual del texto del Cantar de Mio Cid o de cualquier cantar de gesta podía adecuarse a un patrón monódico, dentro del cual las notas podían tener una mayor o menor duración, que en períodos posteriores de la historia de la notación musical sería definida por las figuras musicales. Cada una de las figuras musicales tiene un valor en tiempos o pulsos. Si bien ese valor puede cambiar, dependiendo del compás, en el texto y época que nos ocupa, cuando estos conceptos todavía no se habían desarrollado, nos basta con señalar los valores más comunes: una redonda tiene cuatro tiempos, una blanca dos, una negra uno, la corchea ½, la semicorchea ¼, la fusa 1/8 y la semifusa 1/16.

Aunque este esquema sea posterior a la época del Cantar, los valores sirven para explicar cómo un texto en verso “anisosilábico” se puede encajar en un patrón isócrono. En la primera mitad del siglo XII nos puede bastar, al menos de momento, con decir que el texto es la unidad lingüística y musical y que lo único que debe hacer el juglar es crear un patrón isócrono mediante la equivalencia del valor de la figura musical asignado a la sílaba tónica con el asignado a las átonas, con la posibilidad de que a las átonas pudieran asignarse varios valores, determinados, por ejemplo, por los acentos secundarios. Según el valor que se asigne a la sílaba tónica, se asignará el correspondiente a las sílabas átonas en función del patrón musical elegido. Así, si el grupo silábico-musical equivale a una blanca, puede estar formado por varias combinaciones, por ejemplo, por dos negras o por una negra (la sílaba tónica) y dos corcheas (sílabas átonas) o por una negra, una corchea y dos semicorcheas o por dos corcheas y cuatro semicorcheas o por una corchea y seis semicorcheas, ya que las átonas pueden no tener la misma duración. Con la evolución de la música estas asociaciones se hicieron mucho más complejas por la introducción del compás; pero se espera que esta breve explicación sea suficiente para entender los ejemplos.

Conviene aclarar, a propósito de estos ejemplos, dos cosas. La primera es que no se propone una reconstrucción musical del Cantar de Mio Cid, que queda fuera de la competencia de este autor, sino simplemente marcar unas pautas de correspondencia entre estructura musical y estructura silábica. Que alguien pudiera aprovecharlas sería deseable y gratificante, por supuesto. La segunda es que un esquema musical del tipo que se propone puede ser fácilmente adaptado por el cantor a sus preferencias o a sus habilidades y limitaciones, porque es muy simple. La diferencia entre el juglar compositor y el juglar intérprete se reduce o incluso se suprime. Como también hoy ocurre con cualquier canción, un buen cantor puede incluso mejorar a un mal compositor o, lamentablemente, al contrario. En la muy simple y limitada notación musical usada en los ejemplos no se pretende marcar ritmo ni melodía; las notas se separan en distintas líneas del pentagrama para que se comprenda mejor la relación entre sílaba y nota. Para los valores de las notas me he ceñido a los dichos en la tabla anterior. Sólo en el ejemplo del verso 1085 se marca el ascenso de tono, por indicar la similitud con un pregón. Para facilitar los ejemplos, se utiliza un tipo de melodía silábica, a cada sílaba corresponde una nota. En la ejecución esto no tendría que ser forzosamente así. 

El verso 15 es el primero de una tirada con nueva rima.

15. Myo Cid Ruy Díaz por Burgos entróde

            El verso 1085 es el primero de la llamada segunda parte o segundo cantar. Pudo o no ser un cantar que naciera independientemente y este verso podría ser simplemente el grito del juglar como pregonero, para atraer a su público. En el manuscrito no está resaltado y aparece en medio de un folio, como un verso más, que inicia una tirada.

1085. Aquis conpieça la gesta de Myo Cid el de Biuar                    

Un análisis exhaustivo de la distribución de sílabas átonas y tónicas en el verso, con el correspondiente ajuste de duración y valores musicales, podría llevar a establecer, inicialmente, si el número de grupos silábico-tónicos es mayoritariamente de cuatro, en cada verso. A continuación habría que ver los casos en los que los versos, como 1085 (si es que es un verso) tienen un grupo silábico-tónico más. En el Cantar el grupo silábico-tónico es la unidad formal de la expresión y su unidad melódica y el verso la unidad formal de contenido. Del mismo modo que se sabe que los encabalgamientos necesarios son muy raros en el texto, donde constituyen el 7,2%, mientras que en el Libro de Alexandre son un 300% más, el estudio de todo lo que constituye una alteración del esquema silábico-tónico, combinado con otras alteraciones textuales posibles, arrojará nueva luz sobre lo que más probablemente pertenezca a los textos más antiguos del Cantar y lo que no. Hay una labor filológica que realizar, apoyada en métodos de investigación cuantitativos y neuronales, que exige una categorización lingüística previa más exacta.

Wednesday, October 23, 2024

Clima, sílaba y mester

 Se continúa la serie dedicada al Clima y la Filología. Puede verse el primer capítulo en https://fmarcosmarin.blogspot.com/2024/07/clima-y-filologia.html y el segundo en https://fmarcosmarin.blogspot.com/2024/08/. Se ofrece esta serie con la intención de mostrar una serie de correlaciones entre fenómenos naturales y hechos humanos con repercusión en la lengua. Repercusión no es causa. El clima, entiéndase bien, afecta al medio ambiente, al entorno en el que se desenvuelven los humanos y, por ello, puede ser un factor que intervenga en su comportamiento, que incluye la actuación lingüística. La idea de que las lenguas del desierto tengan que ser distintas de las de climas húmedos puede ser errónea; pero lo que es acertado es pensar que el comportamiento de los hablantes que viven en el desierto y el de los que disponen de lluvias abundantes muestre diferencias y que se reflejen en las correspondientes actuaciones lingüísticas, testimoniadas en los textos. La serie se interrumpió por el cuaderno del 10 de octubre, dedicado a la escritora surcoreana Han Kang y su Premio Nobel, interrupción justificada por la inmediatez de la noticia.

Terminó el cuaderno de bitácora de tema climático anterior (publicado el 17 de agosto), centrado en el período cálido (también llamado “anomalía climática”) medieval, tal como se dio en la Península Ibérica, con un fenómeno fonológico y otro literario. El fonológico afecta a la sílaba y a la condición de lengua isoacentual del castellano anterior al siglo XIII. El literario se refiere a un tipo de textos en los que la estructura silábica tiene particular importancia, la epopeya castellana. En esta tercera bitácora se tocará el inicio de un nuevo período climático, la Pequeña Edad del Hielo y otro tipo de texto también caracterizado por su estructura silábica, la poesía “erudita” del mester de clerecía.

Concluíamos el texto del 17 de agosto refiriéndonos al cambio climático que se produjo en los primeros años del siglo XIII y que consistió en el paso del Período Cálido Medieval a la Pequeña Edad del Hielo, que duró hasta mediados del siglo XIX. En ese período se consolidó el cambio del carácter isoacentual del castellano medieval al carácter moderno isosilábico, con su correspondiente reflejo en la métrica, en la medida de los versos. Como es natural, el clima no causa el cambio fonológico, es una circunstancia ambiental que hay que tener en cuenta, como otras, para entender cómo y dónde se desenvolvía la población hablante, porque ésa sí fue -y es- afectada por el medio climático. En la Edad Media, cuando la alimentación de personas y ganado dependía del clima, su importancia era quizás mayor que hoy. En nuestros días, de todos modos, el clima afecta a centenares de millones de seres humanos en esa primera necesidad vital, la de comer y criar a sus animales.

Hay un modo sencillo de diferenciar una lengua moderna isoacentual, como el inglés actual, de una lengua moderna isosilábica, como el español actual. Tomo el ejemplo de mi colega en la Universidad de Tejas en San Antonio, Whitney Chapell. En una lengua isosilábica las sílabas, lleven o no acento, tienen una duración similar. Si se lee normalmente una oración como la española La ciruela roja, frutita sabrosa y se aplaude rítmicamente, doce aplausos corresponderán a las doce sílabas del texto. En una lengua isoacentual sólo las sílabas acentuadas, las tónicas, tienen una duración similar, la de las inacentuadas o átonas es menor y diferente entre ellas.  Si pedimos a un hablante nativo de inglés que lea Red plums are a flavorful fruit, que tiene ocho sílabas, y aplauda rítmicamente, no escucharemos más de cinco aplausos.

Podemos hablar ahora de una serie de correlaciones. Los cantares de gesta, que constituyen el mester de juglaría, así como otras piezas que formen parte de ese mester u ‘oficio’, están formados por versos que tienen distinto número de sílabas y se escriben, en sus versiones originales, en un momento climático que corresponde al Período Cálido Medieval. En esa ápoca el castellano medieval era una lengua isoacentual, sus vocales acentuadas tenían una duración similar, mientras que las inacentuadas, las átonas, tenían duraciones distintas. Por esa razón las vocales átonas están afectadas por muchos más cambios que las tónicas en la evolución del latín a las lenguas romances, como el castellano y sus dialectos e incluso pueden perderse. Piénsese en los cambios de oculum > ojo,  ille exitum > andaluz el lejío, o en el helenismo latino horologium, francés horloge, español reloj, entre otros muchos. A principios del siglo XIII, cuando se inicia la Pequeña Edad del Hielo, los cambios causados por las diferencias entre vocales átonas y tónicas se consolidan y el castellano pasa a ser una lengua isosilábica, la duración de una sílaba átona y una tónica es similar. En esta época se inicia en los monasterios y centros de conocimiento (clerecía) el mester de clerecía, cuyas composiciones se caracterizan por el isosilabismo: el verso característico es el alejandrino, de catorce sílabas, del que el poeta se enorgullece así en el Libro de Alexandre, cuya primera redacción he propuesto fechar h. 1207. Los manuscritos y fragmentos de esa obra que se conservan son copias muy posteriores. La cuaderna vía a la que se refiere el texto es la estrofa de cuatro versos alejandrinos con la misma rima:

2.         Mester traygo fermoso non es de  ioglaria

mester es sin pecado que es de clerezia

            fablar curso rimado por la quaderna uia

            a silauas contadas que es grant maestría

(Traigo un oficio hermoso, no es de juglaría; es oficio sin faltas, porque es de clerecía medir versos rimados de la cuaderna vía con sílabas contadas, que es gran maestría).

La métrica de la nueva poesía, erudita, de clerecía, se adecua las características de la sílaba, a la nueva tipología de los sonidos estructurados del castellano y da testimonio de ella. Pero ¿qué ocurre con la vida tras el cambio climático? Se ha insistido en que la gran ventaja del período cálido medieval se hallaba en que el clima era predecible. Algunos años podían ser malos; pero eso era lo anormal. Lo normal era que se pudieran organizar las provisiones de agricultura y ganadería, de las que dependía la vida de la mayoría de la población, según las previsiones meteorológicas, con gran probabilidad de acierto. A partir de 1303, 1304, todo eso cambió y el clima dejó de ser previsible. Largos y duros inviernos, largos períodos de lluvias, largas sequías, las siembras se volvieron inseguras, lo que afectó a hombres y ganados, porque es preciso sembrar para que el ganado coma en el invierno. Inviernos largos, estabulaciones largas que requieren provisión de forraje. La población se debilitó, las enfermedades se incrementaron y todo culminó con la gran peste del siglo XIV que provocó la muerte de entre el 30% y el 60% de la población de Europa.

La inseguridad afectó de modo notable a los monasterios, que adquirieron mayor importancia y peso económico. La situación de los habitantes de los monasterios, los monjes, era mejor que la de la mayoría de los campesinos. Las causas eran diversas. Entre ellas se puede señalar una mejor organización del trabajo y un reparto más provechoso de los beneficios, aunque fueran escasos, con una seguridad mínima de las rentas. El monasterio de la Santa Espina, en Valladolid, por poner un ejemplo claro, tuvo que dejar de usar su refectorio original, porque se quedó pequeño por el extraordinario crecimiento de monjes a lo largo del siglo XIII. De unos veinte monjes pasó a más de sesenta. Por supuesto, en cuestiones espirituales no se puede descartar un incremento vocacional; pero sigue existiendo una correlación: cambio climático que endurece las condiciones de vida generales, aumento del número de monjes, que supone también un incremento de la mano de obra, los monjes rezan y trabajan, cambio cultural con su expresión en el cambio literario. Se impone la clerecía, que se expresa en versos con sílabas de una lengua isosilábica, que cuenta igual la átona y la tónica. Mientras tanto la juglaría, en palabras del Marqués de Santillana, en el siglo XV, va quedando relegada a funciones de baja y servil condición.

Thursday, October 10, 2024

Han Kang, primer Premio Nobel de Literatura de Corea

Esta autora surcoreana, nacida en 1970 en Gwangju, Corea del Sur e hija de Han Seung-won, novelista, pasó por una infancia de pocos recursos, pero donde obtuvo una educación, en sus propias palabras, “difícil para una niña, pero buena porque estaba rodeada de libros”. La familia se trasladó a Seúl, la capital coreana, en 1979. Por la pobreza de sus padres tuvo que cambiar a menudo de vivienda y de escuela, lo que hizo de los libros su principal amigo y soporte. Estudió en la universidad Yonsei, en Corea. Fue profesora de Literatura Creativa en el Instituto de las Artes de Seúl hasta 2018. Desde pequeña estuvo informada o fue testigo de sangrientos enfrentamientos políticos, que se exponen en sus libros: “enfrenta traumas humanos” se escribe en la justificación del Nobel. Ello propició una noción de los humanos como seres violentos que permanece en su obra, especialmente visible en la novela Actos humanos, pero clara en todo el resto. En su escritura se halla un espacio constante para el dolor, manifestado expresamente en el color del luto, el blanco, título de una colección de relatos novelados. Al español se han traducido, en 2017 La vegetariana (2007), en 2014 Actos humanos (2014), en 2020 Blanco (2016) y en 2023 La clase de griego (2011).


Esa obra no se inició con la novela, sino con la poesía. Quizás esa circunstancia haya influido en la valoración de su escritura como “una prosa intensamente poética”. En 1994 ganó el concurso de novela Seúl Shinmun e inició su carrera como novelista, en 1998, con la novela que se tradujo al inglés como Black Deer. Ha obtenido valiosos premios, como el Manhae de Literatura de Corea, el Malaparte de Italia o el  Man Booker International en 2016, entre otros varios.


Su escritura es también una búsqueda de estructuras, temáticas, icónicas y lingüísticas, en un proceso que puede ser muy lento. Por ejemplo, en una entrevista con Inés Martín Rodrigo en ABC Cultural, en 2017, explicó la evolución que llevó desde un relato de 1997, “El fruto de mi mujer”, hasta La vegetariana, en 2007. En el primer relato un marido coloca en un tiesto una planta que es el resultado de la metamorfosis de su esposa. La cuida con esmero y así se mantiene hasta el otoño. Se seca entonces y el marido tiene que enfrentarse a la duda de si la planta-esposa renacerá en la primavera siguiente. La trama de La vegetariana es mucho más compleja, aunque se trata de una novela de poca extensión, unas doscientas páginas; pero el tema central es la transformación en vegetal de la protagonista, Yeonghye, una madre de familia que comienza por vaciar la nevera de la carne que había en ella y anunciar a su familia que renuncia a los alimentos de origen animal y que termina por no ingerir alimento alguno y convertirse en árbol. El componente social es la rebelión contra la violencia en la sociedad. Formalmente La vegetariana se estructura como una combinación de tres voces y los sueños de la protagonista, que sólo así tiene una presencia paradójicamente activa. La voz de la primera parte es la del marido, que pasa a ser consciente de la existencia de una mujer que hasta entonces simplemente había estado ahí. La segunda parte corresponde al cuñado artista y sus obsesiones, la tercera tiene como protagonista a la hermana mayor, sobrecargada de trabajo y que se encarga de una tienda de cosméticos. Del monólogo a una situación de uso lingüístico pasado, lengua en desaparición, a veces simplemente sustituida por la imágenes, incluida la de la propia metamorfosis.


En Actos humanos la estructura formal es una narración en segunda persona, lo cual puede dejar a veces una leve sensación de desajuste. El fondo es el de mayor dureza externa de su obra, puesto que se trata de la represión sangrienta de la protesta pacífica de unos dos millares de estudiantes y civiles, en favor de la democracia y contra la dictadura militar de Chun Doo-hwan, en la ciudad natal de la autora, Gwangju. Dong-ho, un quinceañero, acude a buscar el cuerpo de su mejor amigo en el depósito de cadáveres instalado en un polideportivo municipal tras la masacre. Para un ser humano normal es imposible comprender una carnicería semejante y expresarla por una sola persona. Por ello intervienen seis personajes que van narrando cómo fueron afectados por la crueldad durante un largo período, cuarenta años. Empieza, como es natural, hablando sobre y desde el cadáver, el espíritu de su joven amigo. Se pasa a continuación a 1985 y la lucha de una editora contra la censura, Desde allí a las torturas padecidas en 1990 y 2002 por dos prisioneros, con minucioso detalle sobre el daño infligido a la mujer, con detallado contenido sexual. El regreso al mundo contemporáneo se hace mediante la madre del niño cuyo cadáver buscaba Dong-ho y culmina con la inclusión en la novela de la propia escritora, que analiza su motivación y participación en la escritura y sus consecuencias.


En La clase de griego una mujer asiste a clases de griego clásico. La razón es la pérdida del habla y la esperanza de recuperarla mediante el aprendizaje de una lengua que ya no se hable. Es una difícil situación creada por la muerte de su madre y la pérdida de la custodia de su hijo de ocho años. Cuando tiene que leer un texto griego en voz alta, en clase, no es capaz. El silencio es el aislamiento y la voz el contacto. Ese contacto puede ser imperfecto, como le sucede al profesor, que ha regresado a Corea después de años en Alemania y que se encuentra con que ya no posee ninguna de las dos lenguas sobre las que construyó su trabajo y su vida. A ello se añade, en el caso del profesor, la progresiva pérdida de la vista. Es ahora la oscuridad la que significa el aislamiento. En su desesperación las voces se intercalan y el lector busca y espera el paso a la palabra para salvarse del silencio y la oscuridad.

Ha sido un triunfo difícil, porque son muchas las transformaciones que provoca su lectura. Tardó en ser admitida en Corea, donde presentaba temas y tratamientos muy ajenos a la cultura dominante y donde el trasfondo político era complicado de aceptar. Fue traducida tarde al inglés, en 2016, sólo un año antes que al español y publicada por un editor británico, no estadounidense, lo cual también es significativo. Ha mantenido con bastante sosiego su actividad en verso y prosa. Recibe ahora un reconocimiento que hace también una llamada a la pregunta constante de qué es el ser humano y a su respuesta desde la voz y la luz.

Me gustaría terminar con una reflexión sobre el trabajo de Sunme Yoon, traductora de La Vegetariana, Actos humanos, Blanco y La clase de griego. Tengo que aclarar que mi ignorancia del coreano sólo me permite trabajar de modo comparativo con versiones a las lenguas que conozco, es decir, una reflexión sobre la traducción comparada. Esta comparación me ha llevado a apreciar la dificultad que tiene verter unos libros que se caracterizan, en parte, por la destrucción del lenguaje, tantas veces subordinado a la imagen, lo icónico o visual, o limitado por las propias peripecias metamórficas de los protagonistas. Esta búsqueda de las transformaciones, que nos lleva entre los modernos a Kafka, naturalmente, tiene ecos indoeuropeos que pasan por el iraní Sadegh Hedayat y El búho ciego (1937) y llegan hasta los clásicos como Ovidio y Platón, cuyo mito de la caverna parece hacer que estos personajes se nos muestren como sombras sobre un fondo de luz imprecisa.

Saturday, August 17, 2024

Clima, juglares y epopeya

Se continúa la serie dedicada al Clima y la Filología. Puede verse el primer capítulo en https://fmarcosmarin.blogspot.com/2024/07/clima-y-filologia.html . Se ofrece esta serie con la intención de mostrar una serie de correlaciones entre fenómenos naturales y hechos humanos con repercusión en la lengua. El clima, entiéndase bien, afecta al medio ambiente, al entorno en el que se desenvuelven los humanos y, por ello, puede ser un factor que intervenga en su comportamiento, que incluye la actuación lingüística. La idea de que las lenguas del desierto tengan que ser distintas de las de climas húmedos puede ser errónea; pero lo que es acertado es pensar que el comportamiento de los hablantes que viven en el desierto y el de los que disponen de lluvias abundantes muestre diferencias y que se reflejen en las correspondientes actuaciones lingüísticas, testimoniadas en los textos. 

En este capítulo se correlacionará el período cálido (también llamado “anomalía climática”) medieval, tal como se dio en la Península Ibérica, con un fenómeno fonológico y otro literario. El fonológico afecta a la sílaba y a la condición de lengua isoacentual del castellano anterior al siglo XIII. El literario se refiere a un tipo de textos en los que la estructura silábica tiene particular importancia, la epopeya castellana.

El mapa precedente, tomado de Benito Ferrández Gerardo (PresentacionBenito.pdf (histocast.com) muestra los períodos en los que se alcanzó el pico de temperaturas en el período cálido medieval. Se aprecia claramente que a ese pico no se llegó en todos los lugares simultáneamente y que, para la Península Ibérica se pueden señalar tres períodos, dos de ellos, entre 950 y 1100, en el oeste del Portugal actual y en la Baja Andalucía. El tercero, que cubre la mayor parte del territorio peninsular, tuvo lugar entre 1150 y 1200. Durante el siglo XI, según el meteorólogo español Inocencio Font Tullot, ya citado, la calidez fue la nota dominante y no se registraron inviernos severos, salvo el de 1077 y el muy lluvioso de 1084- 1085. Las sequías, en cambio, fueron de extrema gravedad en 1057-1058, 1088 y 1094. El ambiente cálido se mantuvo durante el siglo XII, en el que fueron pocos los inviernos fríos y tampoco abundaron los veranos agobiantes. Para nosotros hoy, posiblemente lo más llamativo es que durante todo este período el clima fue en general predecible. Ello permitió planificar la siembra y administrar el terreno, algo que conviene tener en cuenta especialmente en el alto Ebro y el valle del Duero. Se destacan estas zonas porque fueron las reconquistadas en estos siglos y además el lugar donde empezaron a hablarse variantes iberorrománicas evolucionadas, o sea, diferenciadas del latín, como el gallego, el astur-leonés y el castellano. Estos dos últimos dialectos latinos tendrán mayor relevancia para lo que sigue.

Un clima predecible ayudaba a resolver la preocupación de hacer frente a las necesidades humanas, la principal de las cuales, a la que se destinaba el 90% del esfuerzo, era procurarse alimento. La tranquilidad que proporcionaron las buenas cosechas y un buen aprovechamiento del terreno generaron un incremento de la capacidad económica, con dos efectos adicionales. El primero es que atrajo a cristianos andalusíes (llamados mozárabes por los cristianos de los territorios a los que llegaron, quizás con un sentido irónico-despectivo “el que se las da de árabe sin serlo”, discutible). El segundo es que permitió el avance de los cristianos. Las fechas así lo indican. En el siglo VIII Alfonso I conquistó Zamora (748) y amplió el reino astur con Galicia hacia el noroeste. En el siglo IX hubo una nueva progresión hacia León (856), Oporto (868), Simancas (889); pero en el X fue contenido por la consolidación del califato. Sin embargo, ni siquiera un general tan triunfante como Almanzor (939-1002), que contribuyó en gran medida a detener el avance cristiano con numerosas victorias, incluido el saqueo de Santiago de Compostela en 997, recuperó territorio. Burgos, fundada en 884, en 930 pasó a ser capital del entonces condado de Castilla. En lo que fue inicialmente el reino de Pamplona-Nájera, luego Reino de Navarra, la ciudad de Nájera fue reconquistada en 925. Terminados los terrores apocalípticos del año 1000 y muerto Almanzor en 1002, los habitantes de la Península Ibérica prosiguieron el avance hacia el sur durante el siglo XI y se logró la consolidación de la frontera con la conquista de Toledo (1085) y la de Zaragoza (1118), que aseguraron los límites del Tajo y del Ebro, respectivamente. La conquista de Valencia por el Cid Campeador (1094) no se pudo mantener por la presión de los invasores almorávides. También conviene destacar que durante el largo y fructífero reinado de Alfonso II el Casto (nacido en 760, rey 780-842) se enviaron tres embajadas al rey franco y emperador Carlomagno, la primera en 795. Desde muy temprano, por tanto, se fraguó la relación entre los cristianos peninsulares y el gran rey de los francos.

En el siglo X se conjuntan al norte del Duero y en el alto Ebro una serie de circunstancias: la seguridad del clima favorece una cierta tranquilidad económica, con una racionalización de la explotación agrícola y ganadera que tiene apoyo en una serie de monasterios, que también contribuyen a una síntesis cultural que permite el desarrollo de bibliotecas y escritorios. La guerra contra los sarracenos, llamados moros, crea un ambiente épico que da lugar al nacimiento de una épica cantada por los juglares. Los cantares de gesta que definen esta epopeya se refieren a héroes castellanos, como los Infantes de Lara, el conde Garci Fernández o el Cid Campeador; pero también recogen hechos atribuidos a los caballeros de la corte de Carlomagno. Una consecuencia del tema carolingio en la épica castellana puede verse en la Crónica de la repoblación de Ávila, de 1256, cuyo autor testimonia que “cantavan en los corros” esta canción paralelística:

Cantan de Roldán, cantan de Olivero,

Non de Çorraquín Sancho   que fue buen cavallero.

Cantan de Olivero, cantan de Roldán,

 E non de Çorraquín Sancho   que fue buen barragán.

Los abulenses se quejaban de que se prefiriese cantar las hazañas de los caballeros carolingios a las de uno de sus coterráneos, activo en 1158, que se enfrentó él solo a sesenta caballeros moros y rescató a los pastores cristianos que llevaban cautivos. Los nombres de los héroes carolingios se encuentran en la onomástica hispana. Oliverius u Olivarius (para el hijo mayor, si dos hijos tienen esos nombres) y Rodlandus o Rolandus aparecen en documentos desde finales del X hasta principios del XII. Además, en una versión de la Estoria de España de 1270 se cita a Roldán, Reynalte de Montalvan, el conde don Olivero, el conde Terryn d'Ardeña, el conde don Dalbuey, el gascón Angelero, el arçobispo Torpín, don Oger de las Marchas, Salamano de Bretaña. Aparecen también una serie de motivos árabes, como el autoapellido (“yo soy Rui Díaz…”), el nombre de las espadas (también presente en la épica francesa), la presencia de la mujer en el combate o las técnicas adivinatorias ismaelitas, entre otros. Hoy ya nadie duda de la existencia de esta epopeya castellana, aunque la mayoría de sus textos se haya perdido, por ello vale la pena reflexionar sobre qué favoreció su existencia, como producto social, cómo configuró un género, el mester de juglaría, y por qué fue sustituida en el siglo XIII por el mester de clerecía.

Los estudios sobre la épica que ha perdurado en algunos pueblos hasta el siglo XX, como los de Parry y Lord sobre los serbios,  pueden dar una idea de las condiciones en las que estos juglares se movían. También algunos fueros, como el de Madrid (1202), en el que se estipulan las condiciones a las que debía sujetarse todo juglar que llegara a Madrid a caballo a principios del siglo XIII. Poseer un caballo no estaba al alcance de cualquiera, lo que quiere decir que el nivel de ingresos de los juglares épicos en esa época era elevado. Es natural, puesto que cantar esos poemas, generalmente largos, requería un esfuerzo y exigía una técnica que tampoco estaba al alcance de cualquiera. Es cierto que había varios tipos de juglares, pero los de “baja y servil condición”, en palabras del Marqués de Santillana, siglos después, no podían comprar un caballo. Los siglos X, XI y XII ofrecieron unas condiciones climáticas que permitieron el desarrollo de una economía boyante, de la que pudieron beneficiarse ciertos grupos sociales, incluidos estos grandes juglares, que mantuvieron activa una tradición épica especializada. En el siglo XIII cambió drásticamente el clima. Empezó la Pequeña Edad del Hielo y las condiciones económicas de los campesinos empeoraron gravemente. Dada la situación, es natural pensar que dejaron de poder permitirse estos recitados juglarescos. También cambió la estructura lingüística de la sílaba, una lengua isoacentual dio paso a una lengua isosilábica. La lengua de la epopeya, isoacentual, que se movía por esquemas silábico-musicales que se explicarán en otro capítulo de esta serie, dio paso a la lengua del mester de clerecía, una lengua isosilábica, que permitía componer los poemas con sílabas contadas. Aunque los clérigos presumieran de su gran maestría, no era menor la que habían necesitado los juglares para acomodar a un esquema musical exitoso una lengua cuyas sílabas, tónicas o átonas, tenían distinta longitud y que, además, estaba en un proceso de cambio. En el siglo XIII, para los clérigos, átonas y tónicas ya medían lo mismo.


Tuesday, July 30, 2024

Clima y Filología

Jacob Malkiel
 Se inicia en este cuaderno una nueva serie, dedicada al Clima y la Filología. Se ofrece con la intención de mostrar una serie de correlaciones entre fenómenos naturales y hechos humanos con repercusión en la lengua. Hoy día se habla constantemente de cambio climático, de modo que podría dar la impresión de que ese fenómeno no se ha dado en otras épocas. Me sumo, ciertamente, a la necesidad de cuidar la Tierra y evitar que el factor humano acabe destruyendo el planeta. Sin embargo, la Arqueología y la Historia me enseñan que hay otros muchos factores que intervienen en distintas épocas y que la investigación siempre es positiva. Como lingüista, reclamo la herencia de mi llorado amigo y querido maestro Jacob Malkiel y me apoyo, en lo posible, en la causación múltiple. Como historiador de las religiones citaré el Libro del Génesis, 21-22: “Al aspirar Yahveh el calmante aroma [de los sacrificios], dijo en su corazón: ‘Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre, porque las trazas del corazón humano son malas desde su niñez, ni volveré a herir a todo ser viviente como lo he hecho [por el diluvio]. 22. Mientras dure la tierra, sementera y siega, frío y calor, verano e invierno, día y noche, no cesarán’.”

Gregorio Salvador
En 1982 se publicó Introducción plural a la gramática histórica, un libro en el que se recogían artículos de investigadores consagrados y de otros jóvenes. El primer artículo, de Gregorio Salvador, se titulaba “Hipótesis geológica sobre la evolución de F- > h-“. En él se trataba de “establecer una vinculación entre un hecho geológico comprobable y un fenómeno controvertido”. En rápida síntesis digamos que se pretendía correlacionar la evolución de [f] a [h] en posición inicial (farina > harina) con el tipo de agua, nada fluorada, de la zona donde se originó supuestamente la evolución. Este tipo de agua sería el causante de la pérdida temprana de piezas dentarias, a partir de los 25-30 años. Los hablantes desdentados habrían empezado el proceso con la evolución de [f] labiodental a [ɸ] bilabial. Puede adelantarse que la hipótesis no se sostiene para esa época porque los campesinos medievales, como demuestran los restos arqueológicos, tenían una esperanza de vida de 27 años. En esas condiciones de la mayor parte de la población no podía haber un gran número de desdentados. No obstante, lo atractivo y novedoso de esa ingeniosa propuesta era la relación entre una situación externa, fijada para mucho tiempo, definida por la Geología, y una situación interna de la lengua, una alteración de su sistema. Lingüistas como Pisani, en 1953, o Coseriu, en 1956, señalaron que cabe una correlación entre la Lingüística y las Ciencias Naturales, siempre que el lingüista se limite a interpretarla en sus efectos lingüísticos.

Para las personas, la dependencia del clima es mayor en las sociedades agrarias que en las industriales. Por eso en la Edad Media la esperanza de vida era tan baja, porque las exigencias biológicas estaban ligadas a una meteorología que, además, condicionaba la actividad humana. El 90% del esfuerzo laboral era exigido por la necesidad de disponer de alimentos durante todo el año. Los restos arqueológicos humanos nos muestran cuerpos de menos de treinta años destrozados por la artrosis, el daño a la columna vertebral por llevar cargas enormes y otras muchas enfermedades que explican la brevedad de aquellas vidas.

Jac. van Ginneken
La relación del clima con la historia está consolidada en los estudios históricos, sobre todo aquellos que incluyan una interpretación económica. En todas las épocas, los historiadores han dado noticia de meteoros que causaban alteraciones en el discurrir del tiempo, grandes sequías o inundaciones, temperaturas inusuales, por calor o por frío, y sus consecuencias. La derrota de Napoleón en Rusia siempre se explica por el clima ruso, por el durísimo invierno de 1812-13. En cambio, no se encuentra esa relación en las historias de las lenguas. En ellas el factor humano, que se considera lingüística externa, tiene menos importancia que los factores de lingüística interna, como la fonología, la tipología o la sintaxis o incluso que otro factor externo, la Literatura. Es posible que lo que ocurra en un momento determinado no tenga una gran influencia en la historia de una lengua; pero ha llegado la hora de plantearse en qué medida el clima de períodos más amplios puede tener una correlación con las lenguas habladas en ese territorio. Gregorio Salvador advierte del riesgo de interpretaciones no comprobadas, que pueden encontrarse en autores de prestigio como el profesor de Nimega Jac. van Ginneken. Para este autor las lenguas de los climas fríos tenían más fonemas cerrados que las de los climas cálidos, en los que predominaban los fonemas abiertos. Ni el finlandés ni varias lenguas africanas confirman esta hipótesis. Lo que hay que destacar no son los resultados concretos en un momento de la investigación, sino la oportunidad que la apertura a nuevos enfoques científicos brinda a los humanistas.

I. Font Tullot
¿Por qué en este momento vale la pena dedicar horas de estudio a replantearse la relación entre clima e historia de las lenguas? Posiblemente porque hoy se conocen mucho mejor los detalles de cada una de estas ciencias y porque otras relaciones entre ciencias naturales, como la Biología, y ciencias humanas, como la Lingüística, nos han hecho perder el miedo a intentarlo. Para los estudiosos de la historia de los romances ibéricos, sus orígenes y consolidación, que se mueven entre el siglo VIII y el siglo XV, es útil saber que entre los años 701 y 1300 se produjo un período climático de aumento de la temperatura y cierta estabilidad de lluvia y calor en el mundo. En la Península Ibérica esa mejoría climática se estableció dos siglos más tarde que en el centro y norte de Europa. Inocencio Font Tullot, el meteorólogo español de lectura imprescindible para este período, destacó la calidez como rasgo más destacable de los siglos XI y XII. Las excepciones fueron el invierno de 1077, las lluvias de 1084 a 1085, que debilitaron Toledo y propiciaron su reconquista y las sequías de 1057-1058, 1088 y 1094. Pese a conservar las buenas temperaturas, en el siglo XII ya se notó un descenso en el noroeste ibérico en 1110-1111, 1113-1114 y 1133-1134. Al fin del siglo XII, en torno a 1190, el invierno fue tan frío que se congelaron algunos ríos. Hubo inundaciones en las dos vertientes hidrológicas. En la atlántica las provocaron el Miño en 1102, el Tajo en 1138 y 1168 y, también ese último año, el Guadalquivir. En la vertiente mediterránea se desbordó el Llobregat en 1143 y en los años 1172-1173 hubo varias inundaciones en diversos territorios del reino de Aragón. El clima ibérico del siglo XIII muestra un aumento de la pluviosidad en la vertiente atlántica, que pasó a la mediterránea en el último tercio del siglo. Ese tercio, en cambio, fue muy seco en Galicia y Cantabria, cuyas ganaderías padecieron un gran retroceso. Empero, en general, el clima de 1001 a 1300 fue mucho más propicio a las labores agrícolas y al bienestar de los campesinos que los siglos posteriores a 1300. Lo fue porque habitualmente el tiempo meteorológico fue predecible. Se pudieron organizar las siembras con un tercio del terreno para cereales, un tercio para legumbres y un tercio de barbecho, lo que daba mayor confianza en la recolección y mayor seguridad a la perspectiva alimentaria. Recuérdese que la seguridad de las cosechas era imprescindible para los humanos y para la ganadería. El circuito alimentario era totalmente dependiente de la meteorología de cada año.

A partir de 1300 el clima cambió súbitamente y se pasó a la llamada Pequeña Edad del Hielo, en la que lo distintivo no es sólo la gran caída de las temperaturas anuales medias, sino la irregularidad de las lluvias y la imposibilidad de predecir el tiempo meteorológico. Este ambiente se mantuvo hasta 1850. En un mundo dominado por la actividad agraria, se produjo un grave debilitamiento de la población en general, con largas hambrunas. Nótese que esta Pequeña Edad del Hielo fue la época en la que se produjeron la Peste Negra (1347-1353) en la que murió el 35% de la población europea, la instauración de la dinastía Ming en China (1368-1644), el fin de la Reconquista (1492), el descubrimiento y evolución posterior de América (1492-1821), la reforma protestante (1517), la Independencia de los Estados Unidos (1776), la Revolución Francesa (1789) y la independencia de las naciones iberoamericanas (1821), entre otros muchos acontecimientos.

La evolución del clima, por ejemplo, explica por qué los vikingos no pudieron instalarse en Norteamérica. Después de 982 empezaron a colonizar la costa sur y oeste de Groenlandia. El nombre que dieron a ese territorio, que significa “tierra verde”, era claramente un reclamo y un atractivo para que fueran más europeos nórdicos para instalarse allí. La temperatura media podía ser hasta cuatro grados superior a la actual. Durante muchos meses los animales podían vivir a la intemperie y la temperatura del agua permitía que hubiera mucho bacalao cercano a la costa. Los análisis de restos humanos certifican que la alimentación en esta época era en un ochenta por ciento de procedencia terrestre y en un veinte por ciento marina. Los vikingos, como germanos, no eran partidarios de mezclarse con la población inuit, esquimal. Cada uno vivió por separado. Estamos bastantes seguros de que desde Groenlandia llegaron a Terranova y desde allí muy probablemente al continente, a la península del Labrador. En ese largo período mantuvieron relaciones marítimas constantes con Islandia y Escandinavia, porque la estabilidad climática permitía una navegación bastante tranquila y segura. Cuando ya habían consolidado la colonización del oeste de Groenlandia y hubieran tenido recursos humanos para instalarse en el continente americano, la temperatura cambió completamente. Se sucedieron largos inviernos de nieve y frío, los hielos cerraron el paso marítimo hacia el oeste y el mar dejó de estar tranquilo y permitir la navegación con Europa. Los colonos de Groenlandia dejaron de recibir ayuda y mercancía de Islandia y Noruega. El bacalao se desplazó hacia aguas más cálidas, al sur. El ganado tenía que estar tanto tiempo en establos invernales que al llegar la tardía primavera tenían que sacar a las vacas en brazos, porque no podían andar. La dieta pasó a ser de un 80% de origen marino y tuvieron que aprender de los esquimales a utilizar los recursos que estos empleaban para sobrevivir, hasta que, lentamente, acabaron desapareciendo en el siglo XV. En el siglo XVIII se recuperó el contacto y en 1814 pasó a depender de Dinamarca, separada entonces de Noruega. Mas la posibilidad de una colonización nórdica de Norteamérica había pasado. Ni el Canadá ni los Estados Unidos hablan una lengua germánica nórdica, por causas climáticas.

En una próxima página de este cuaderno espero presentar algunas relaciones entre el clima y determinados acontecimientos que marcan el inicio de las lenguas iberorrománicas, sin descuidar las lenguas semíticas. Más que de proponer nuevas creencias, se trata de ofrecer nuevas reflexiones o incluso nuevas presentaciones de reflexiones anteriores de otros autores. Quienes estén más interesados en esos inicios y en esas reflexiones quizás se animen a consultar Dominio y lenguas en el Mediterráneo Occidental hasta los inicios del español.

Sunday, June 30, 2024

Gentes, lenguas y objetos en Texas y el Suroeste de los Estados Unidos

Mapa de Coahuila y Texas
El significado de la palabra descubrimiento es fácil de discernir, se trata, simplemente, de destapar o dejar al aire algo que estaba cubierto, de manera que lo que no se veía, se ve. Más interesante que quitar la cubierta a algo es ver quién lo hace y ahí la semántica es algo más compleja, porque todo descubrimiento es lineal y, por lo tanto, tiene una dirección y dos sentidos. Esto es mucho más evidente cuando el descubrimiento se realiza entre seres sentientes, en el caso de América, claramente identificados, los europeos, que llegaron allí y los que ya estaban allí, los indígenas americanos, llamados inicialmente indios porque se pensó que el territorio descubierto eran las Indias y que luego se siguieron llamando así, porque el territorio pasó a llamarse las Indias Occidentales. Los indios descubrieron a los europeos, inicialmente a los castellanos y, como es natural, los dos sentidos con los que los percibieron de inmediato fueron la vista y el oído. Vieron cómo eran, lo que traían y lo que hacían y oyeron cómo hablaban. A los castellanos les ocurrió lo mismo; pero en estas páginas nos ocuparemos de la reacción de los indios.

Consecuencia de los fracasos o, si se prefiere, magros resultados de las expediciones de Alonso Álvarez de Pineda (1519) y Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1528) es que, en el siglo XVI e inmediatamente después, la presencia española en Texas, siempre marginal, estaría relacionada con la colonización de Nuevo México, es decir, con el oeste del territorio, el Paso del Norte sobre el Río Grande y como dependiente de la gran provincia de Coahuila y Texas.

Esta orientación contrasta con la que adquiriría la política española en el siglo XVIII, como consecuencia de las variaciones de dependencia de la Florida y, sobre todo, la Luisiana. El interés por fijar la frontera entre esta última región y el este de Texas llevó a la Corona a plantearse una acción directa sobre suelo tejano, cuyo resultado más conspicuo fue la fundación de San Antonio (1718). Mas eso sería doscientos años más tarde. Interesa precisar esto porque tanto la influencia lingüística como la visual, tal como se refleja en el arte rupestre tejano, fueron mucho mayores desde el XVIII y más notables en el oeste y suroeste del actual estado.

Vaquero Alcove (Texas)
Los objetos llevados por los españoles y nuevos para los indios fueron muchísimos. Para empezar, en el ámbito de la vida ordinaria, es notable el incremento de especies animales y vegetales en América. Se habla mucho de la patata, el maíz, o el tomate y el tabaco en Europa, a pesar de que la patata, introducida, como el maíz, por Pedro Cieza de León en 1560, se generalizó como comestible, gracias a la agudeza de ingenio de Antoine Augustin Parmentier y su conocimiento de la codicia humana, a partir de 1785. En cuanto al tomate, también fue de tardía aceptación, porque se consideró inicialmente como venenoso. Posiblemente la razón era su consumo en platos que contenían plomo, que reacciona con el ácido del tomate. Si además se incluyen las plantas medicinales, la lista es amplia. Pero no es menor la importancia que pasaron a tener en América los cereales, la banana, llegada desde África, el café (introducido en América en el siglo XVII) o la de las gallinas, cabras, ovejas, cerdos, caballos y vacas, además del cambio alimenticio que supuso la introducción de la leche, los huevos, el queso, la manteca o mantequilla y el pan. Los Estados Unidos son el primer productor mundial de dos productos no americanos: la alfalfa, fundamental en el consumo del ganado y la leche, gracias al extraordinario desarrollo del ganado vacuno europeo. Los metales y el armamento fueron otro campo nuevo. En la construcción, especialmente en la obra civil, las diferencias entre la arquitectura indígena y la europea eran notables, sobre todo en cómo afectaban a la vida de las personas: carreteras, acueductos, represas, hospitales, escuelas y universidades. 

Elsa Malvido (1941-2011)
En el plano médico también se produjeron cambios notables, al igual que en el desarrollo científico y técnico. Según Elsa Malvido (en el vol. 7 de la Historiaeconómica de México. La población, siglos XVI al XX) desde 1519 y durante el siglo XVI hubo diecinueve episodios de epidemias, no todas de origen europeo. Los más graves fueron de viruela, sarampión, peste (quizás cocoliztli o tabardillo), tifus, paperas y tlatlacistli. En el XVII hay treinta y una epidemias documentadas, las más graves de sarampión, viruela, tifus, cocoliztli o tabardillo, tos chichimeca o tosferina y peste. En el siglo XVIII el número se redujo a quince, como viruela, sarampión, peste, tabardillo, alfombrilla y matlazáhuatl. En el siglo de la independencia, el XIX, las epidemias subieron a cuarenta y dos. A la etiología europea hay que sumar la africana. Los esclavos negros contribuyeron con el paludismo y la fiebre amarilla, entre otras enfermedades. La sífilis o mal francés, por las cepas nuevas llevadas de América a Europa, donde algunos investigadores defienden que se conocía una versión menos virulenta, fue una terrible plaga en el otro continente, el europeo. Conviene tener presente esta cita de Jesús Kumate, en su artículo de 2010 sobre “Las epidemias en México”, porque tiene valor general: “Las medidas puestas en operación hasta pasada la mitad del siglo XIX no fueron –no podían ser— racionales o científicas porque no se conocían ni la etiología microbiana de las infecciones ni los mecanismos de su transmisión o contagio”.  En ambos lados del océano el contacto produjo enormes transformaciones y requirió una adaptación que ha sido muy poco valorada, porque se ha narrado muy mal. El paisaje botánico y zoológico de la América actual es muy diferente del de 1492; pero también lo es el paisaje humano.

El contacto entre los españoles, pronto novohispanos, y los indígenas en los territorios del norte de la Nueva España y adyacentes, es decir, lo que hoy constituye el suroeste de los Estados Unidos, con parte del sureste (la Florida y sur de Georgia), ha sido muy poco conocido, sobre todo en comparación con lo que se sabe de los grandes virreinatos. Las expediciones fueron muchas menos. Los escritos sobre estas tierras, más escasos, han permanecido más tiempo inéditos o siguen estándolo. El material, más tardío, ha llamado menos la atención hasta que, recientemente, se ha empezado a estudiar el siglo XVIII como una de las claves del mundo contemporáneo, como parte de la modernidad. La realidad fundamental, sin embargo, es fácil de resumir. En 1492 los indios tenían una cultura neolítica, no manejaban los metales ni como instrumentos ni como armas, seguían usando la piedra pulimentada. En América del Sur, en el imperio incaico, aunque se conocía la rueda, estaba prohibido usarla en el transporte. Había sacrificios humanos y antropofagia, que la arqueología actual permite documentar sin duda. Hasta 1821, fecha de la independencia de México, los indios habían estado protegidos por las Leyes de Indias, que hicieron que su vida pasara a tener otra consideración, más valiosa. Tenían la protección de las leyes y eran aceptados como grupo según su grado de integración y pacifismo. Una de las falacias más extendidas entre el público ignorante es la de la esclavitud de los indios. Como ha estudiado Concepción García Gallo,  la esclavitud se conoció en las Indias desde muy temprano. Ya que inmediatamente se prohibió la esclavitud de los indios (los primeros viajeros habían llevado indios a España como esclavos, liberados inmediatamente por los Reyes), se autorizó a los que viajaban a Indias a llevar desde España los esclavos que necesitaran para su servicio. Estos esclavos eran negros y bereberes, incluídos habitantes indígenas de las Canarias.  Específicamente a partir de 1542, esclavizar indios estaba penado con penas muy crueles, incluida la de muerte. 

Las gentes, antes de 1492
Durante el virreinato la mayoría de los indios se integró sin dificultad en unas estructuras básicas bien definidas: conservaron sus territorios tribales, mejoraron sus condiciones laborales, educativas y sanitarias. Para el trabajo diario contaron con instrumentos metálicos. Los misioneros tuvieron presencia activa en la educación y los hospitales. Una ingente obra civil mejoró el sistema hidráulico y, en consecuencia, la salubridad. Se constituyó una nueva sociedad que aceptaba el mantenimiento de las lenguas de cada comunidad india y los matrimonios mixtos. Entre españoles, mestizos de españoles e indios destinados a oficios administrativos y de dirección o gestión se empleaba el español. En la comunicación general se empleaban las grandes lenguas indias, como lenguas francas o generales.  En el momento de la independencia, sólo un tercio de los habitantes de los virreinatos españoles hablaba español. La imposición de la lengua española sólo empezó tras la independencia, como consecuencia del postulado de Igualdad de la Revolución Francesa. Para igualar educativamente, les fue necesario a las nuevas repúblicas imponer una lengua, que, por ser la común, administrativa y unitaria, fue el español. La vida en el Virreinato no era el paraíso, pero era mucho mejor de lo que había sido antes y de lo que vino después. Con la independencia, los indígenas dejaron de estar protegidos por las Leyes de Indias y empezaron a ser despojados de sus territorios, lo que ocasionó el desarrollo de un sentimiento de rechazo a la independencia en muchos lugares, especialmente los más alejados de los centros de poder, como Nuevo México, California, Arizona o Texas en el caso de Norteamerica. Pero lo peor estaba por llegar, porque donde literalmente se dijo que el único indio bueno era el indio muerto fue en los Estados Unidos. 

Los indios del norte de la antigua Nueva España, como todos los habitantes de esa zona, vieron cómo se les movía la frontera poco después de la independencia de México y pasaban a estar en otro mundo legal y cultural, el de los Estados Unidos. Primero se independizó Texas, en 1836. Una de las primeras consecuencias de esa independencia fue la recuperación legal de la esclavitud, que había sido abolida en México en 1829. En 1846 Texas fue anexada a los Estados Unidos. En 1848, como consecuencia de la guerra con los Estados Unidos, México perdió definitivamente el 52% del territorio de lo que había sido la Nueva España. Por el tratado de Guadalupe-Hidalgo, de ese año, los Estados Unidos pagaron a México quince millones de dólares por la anexión de Texas. Las consecuencias de la victoria norteamericana sobre la propiedad de la tierra y la estructura social de los territorios anexionados fueron tremendas. Si bien en Texas se había mantenido el reconocimiento de los títulos de propiedad de la Corona española, no sucedió lo mismo en el Suroeste. El Senado de los Estados Unidos nunca ratificó los artículos sobre la propiedad del tratado de Guadalupe-Hidalgo. Si los propietarios hispano-mexicanos fueron así despojados de sus propiedades, es fácil suponer lo que les ocurrió a los indios, aunque Hollywood haya creado una leyenda que nada tiene que ver con la realidad. Para los norteamericanos los indios pasaron a ser “salvajes”, directamente, se les fue quitando el territorio y se los fue colocando en reservas, en un continuo proceso de degradación. Los matrimonios mixtos desaparecieron, salvo entre individuos considerados de ínfima categoría. Hasta 1967, por una decisión del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, no se autorizaron los matrimonios interraciales en todo el territorio norteamericano. El primer matrimonio interracial en la Florida española se había celebrado cuatrocientos años antes. Algunos testimonios literarios como El último mohicano, publicado en 1826, de Fenimore Cooper, considerado pro-indio, llegan al extremo de que los dos enamorados, blanca e indio, que son los héroes de la novela, tienen que morir, porque ese matrimonio habría sido rechazado por los lectores anglos. 
(https://youtu.be/gD82Psv64Uw?si=KyDFc5G4pXQL4q0r)




Gerónimo (1829-1909)
Un ejemplo entre muchos de lo que puede hacer el maniqueísmo cinematográfico es el de los apaches. Éstos habían vivido con relativa tranquilidad en sus territorios de la Nueva España, donde habían encontrado protección frente a los comanches. Tras la independencia fueron desposeídos de sus tierras por el gobierno mexicano. Como su área vital había quedado dividida por el tratado de Guadalupe-Hidalgo, otra parte quedaba en los Estados Unidos. Se enfrentaron por ello tanto al gobierno mexicano, al sur del Río Bravo como al norteamericano, al norte, donde se pretendió encerrarlos en la reserva. Se desató una guerra feroz, contra los estadounidenses y los mexicanos, dirigida por Gerónimo, un personaje equiparado con el diablo en el cine norteamericano del Oeste y que, sin embargo, era un indio hispanohablante, que sabía leer y escribir y había sido bautizado.

Además de las investigaciones de tipo “tradicional” o “filológico”, el estudio del contacto entre las lenguas se beneficia de la capacidad moderna de acceder computacionalmente a la información, que puede estar muy dispersa. Por ella se ponen en relación datos muy pequeños, hasta conseguir un corpus aceptable, que va ofreciendo los medios de entender qué ocurrió en el cambio de mentalidades que se produjo tras la conquista de América por los castellanos. Para ello se pueden utilizar dos fuentes de información. Una, la menos tradicionalmente lingüística, es la que se observa en las pinturas rupestres históricas de los indios del Suroeste. Otra, estrictamente lingüística, es la que se refleja en las alteraciones del español y de las lenguas amerindias. Esas alteraciones no sólo afectan al léxico, también a la semántica, lo que hace su estudio más difícil. Es difícil ser competente en una o varias lenguas indoamericanas y ello obliga a depender de fuentes secundarias. Mientras que las alteraciones del español (y otras lenguas europeas) por los préstamos de las lenguas indígenas de América, los llamados indigenismos, han sido muy estudiadas, no sucede lo mismo a la inversa. Sin embargo, para el conjunto de la acción del español sobre las lenguas de América hay que concordar con Marcos A. Morínigo en que las consecuencias de estos análisis son siempre productivas.


Este artículo amplía la primera parte de "Contactos lingüísticos y cruce de mentalidades con los indios de Texas y el Suroeste". La segunda parte de ese artículo se dedica específicamente a los préstamos del español a las lenguas indoamericanas de los Estados Unidos. Como se trata de un trabajo en curso, es posible que de vez en cuando aparezcan novedades y modificaciones en esta bitácora.