Se continúa la serie dedicada al Clima y la Filología. Puede verse el primer capítulo en https://fmarcosmarin.blogspot.com/2024/07/clima-y-filologia.html y el segundo en https://fmarcosmarin.blogspot.com/2024/08/. Se ofrece esta serie con la intención de mostrar una serie de correlaciones entre fenómenos naturales y hechos humanos con repercusión en la lengua. Repercusión no es causa. El clima, entiéndase bien, afecta al medio ambiente, al entorno en el que se desenvuelven los humanos y, por ello, puede ser un factor que intervenga en su comportamiento, que incluye la actuación lingüística. La idea de que las lenguas del desierto tengan que ser distintas de las de climas húmedos puede ser errónea; pero lo que es acertado es pensar que el comportamiento de los hablantes que viven en el desierto y el de los que disponen de lluvias abundantes muestre diferencias y que se reflejen en las correspondientes actuaciones lingüísticas, testimoniadas en los textos. La serie se interrumpió por el cuaderno del 10 de octubre, dedicado a la escritora surcoreana Han Kang y su Premio Nobel, interrupción justificada por la inmediatez de la noticia.
Terminó el cuaderno de bitácora de tema climático anterior (publicado el 17 de agosto), centrado en el período cálido (también llamado “anomalía climática”) medieval, tal como se dio en la Península Ibérica, con un fenómeno fonológico y otro literario. El fonológico afecta a la sílaba y a la condición de lengua isoacentual del castellano anterior al siglo XIII. El literario se refiere a un tipo de textos en los que la estructura silábica tiene particular importancia, la epopeya castellana. En esta tercera bitácora se tocará el inicio de un nuevo período climático, la Pequeña Edad del Hielo y otro tipo de texto también caracterizado por su estructura silábica, la poesía “erudita” del mester de clerecía.
Concluíamos el texto del 17 de agosto refiriéndonos al cambio climático que se produjo en los primeros años del siglo XIII y que consistió en el paso del Período Cálido Medieval a la Pequeña Edad del Hielo, que duró hasta mediados del siglo XIX. En ese período se consolidó el cambio del carácter isoacentual del castellano medieval al carácter moderno isosilábico, con su correspondiente reflejo en la métrica, en la medida de los versos. Como es natural, el clima no causa el cambio fonológico, es una circunstancia ambiental que hay que tener en cuenta, como otras, para entender cómo y dónde se desenvolvía la población hablante, porque ésa sí fue -y es- afectada por el medio climático. En la Edad Media, cuando la alimentación de personas y ganado dependía del clima, su importancia era quizás mayor que hoy. En nuestros días, de todos modos, el clima afecta a centenares de millones de seres humanos en esa primera necesidad vital, la de comer y criar a sus animales.
Podemos hablar ahora de una serie de correlaciones. Los cantares de gesta, que constituyen el mester de juglaría, así como otras piezas que formen parte de ese mester u ‘oficio’, están formados por versos que tienen distinto número de sílabas y se escriben, en sus versiones originales, en un momento climático que corresponde al Período Cálido Medieval. En esa ápoca el castellano medieval era una lengua isoacentual, sus vocales acentuadas tenían una duración similar, mientras que las inacentuadas, las átonas, tenían duraciones distintas. Por esa razón las vocales átonas están afectadas por muchos más cambios que las tónicas en la evolución del latín a las lenguas romances, como el castellano y sus dialectos e incluso pueden perderse. Piénsese en los cambios de oculum > ojo, ille exitum > andaluz el lejío, o en el helenismo latino horologium, francés horloge, español reloj, entre otros muchos. A principios del siglo XIII, cuando se inicia la Pequeña Edad del Hielo, los cambios causados por las diferencias entre vocales átonas y tónicas se consolidan y el castellano pasa a ser una lengua isosilábica, la duración de una sílaba átona y una tónica es similar. En esta época se inicia en los monasterios y centros de conocimiento (clerecía) el mester de clerecía, cuyas composiciones se caracterizan por el isosilabismo: el verso característico es el alejandrino, de catorce sílabas, del que el poeta se enorgullece así en el Libro de Alexandre, cuya primera redacción he propuesto fechar h. 1207. Los manuscritos y fragmentos de esa obra que se conservan son copias muy posteriores. La cuaderna vía a la que se refiere el texto es la estrofa de cuatro versos alejandrinos con la misma rima:
2. Mester
traygo fermoso non es de ioglaria
mester es sin pecado que es de clerezia
fablar
curso rimado por la quaderna uia
a silauas contadas que es grant
maestría
(Traigo un oficio
hermoso, no es de juglaría; es oficio sin faltas, porque es de clerecía medir versos
rimados de la cuaderna vía con sílabas contadas, que es gran maestría).
La métrica de la nueva poesía, erudita, de clerecía, se adecua las características de la sílaba, a la nueva tipología de los sonidos estructurados del castellano y da testimonio de ella. Pero ¿qué ocurre con la vida tras el cambio climático? Se ha insistido en que la gran ventaja del período cálido medieval se hallaba en que el clima era predecible. Algunos años podían ser malos; pero eso era lo anormal. Lo normal era que se pudieran organizar las provisiones de agricultura y ganadería, de las que dependía la vida de la mayoría de la población, según las previsiones meteorológicas, con gran probabilidad de acierto. A partir de 1303, 1304, todo eso cambió y el clima dejó de ser previsible. Largos y duros inviernos, largos períodos de lluvias, largas sequías, las siembras se volvieron inseguras, lo que afectó a hombres y ganados, porque es preciso sembrar para que el ganado coma en el invierno. Inviernos largos, estabulaciones largas que requieren provisión de forraje. La población se debilitó, las enfermedades se incrementaron y todo culminó con la gran peste del siglo XIV que provocó la muerte de entre el 30% y el 60% de la población de Europa.
La inseguridad afectó de modo notable a los monasterios, que adquirieron mayor importancia y peso económico. La situación de los habitantes de los monasterios, los monjes, era mejor que la de la mayoría de los campesinos. Las causas eran diversas. Entre ellas se puede señalar una mejor organización del trabajo y un reparto más provechoso de los beneficios, aunque fueran escasos, con una seguridad mínima de las rentas. El monasterio de la Santa Espina, en Valladolid, por poner un ejemplo claro, tuvo que dejar de usar su refectorio original, porque se quedó pequeño por el extraordinario crecimiento de monjes a lo largo del siglo XIII. De unos veinte monjes pasó a más de sesenta. Por supuesto, en cuestiones espirituales no se puede descartar un incremento vocacional; pero sigue existiendo una correlación: cambio climático que endurece las condiciones de vida generales, aumento del número de monjes, que supone también un incremento de la mano de obra, los monjes rezan y trabajan, cambio cultural con su expresión en el cambio literario. Se impone la clerecía, que se expresa en versos con sílabas de una lengua isosilábica, que cuenta igual la átona y la tónica. Mientras tanto la juglaría, en palabras del Marqués de Santillana, en el siglo XV, va quedando relegada a funciones de baja y servil condición.