También se parte de la idea de que las lenguas son constructos mentales activados por los usuarios y no seres vivos o bienes propios de un territorio, raza o cualquier otra categoría geográfica o antropológica. Por el hecho de ser humano, salvo enfermedad o malformación, se puede hablar cualquier lengua.
Una declaración de lengua oficial, por tanto, comporta ya un cierto tufillo discriminatorio: se pretende favorecer a los usuarios de esa lengua, que queda privilegiada sobre otras con las que coincide en una comunidad de hablantes que ocupan un territorio. Esto puede provocar una cascada de lenguas co-oficiales, propias, patrimoniales, heredadas, con múltiples adjetivos posibles. En resumen, es mucho más sencillo no tener lenguas oficiales y que los hablantes utilicen la lengua que les resulte más útil y cómoda en cada ocasión.
Ya que este texto se escribe en español, puede considerarse como ejemplo la situación histórica de esta lengua en relación con su declaración o no como “oficial”. Aunque a algunos les sorprenda, la primera declaración del español como lengua oficial es la de la Constitución de 1853 de la República Argentina, seguida de la de Colombia en 1886. En España hay que esperar a la Constitución de la segunda república, en 1931. En 1939 dejó de tener vigor esa constitución y España no volvió a tener lengua oficial hasta la Constitución de 1978. Todavía hoy ni la Constitución de Chile ni la de México especifican lengua oficial alguna. Desde el punto de vista administrativo, es el uso y la comodidad de los usuarios, los hablantes, lo que justifica que una lengua se emplee más que otras. En los virreinatos americanos se desechó muy rápidamente, por ley, la idea de obligar a los indoamericanos a aprender el español. La evangelización se hizo en las lenguas indígenas, cuyo conocimiento era necesario para ser nombrado párroco. En el momento de la independencia, sólo un tercio de los habitantes de la América hispana independiente hablaba español. En la América virreinal, el español podía estudiarse en la escuela, voluntariamente. La lengua española se impuso, siguiendo las directivas de la Revolución Francesa sobre la igualdad, después de la independencia, a veces con notable dureza, como han explicado Beatriz Sarlo y otros autores.Dicho esto, queda claro que la declaración del inglés como lengua oficial de los EEUU no es una norma constitucional, es un decreto. En México, por ejemplo, un decreto regula las lenguas nacionales, concepto que incluye las indígenas, y su uso administrativo, no sólo el español. La norma norteamericana, en cambio, es excluyente, sólo se privilegia una lengua. Cuando se estudia el panorama lingüístico norteamericano, esa decisión es difícil de comprender y parece responder a una artimaña política basada en la ignorancia y carente de respeto a la propia historia.
En los Estados Unidos se hablan entre 350 y 430 lenguas distintas. Esa cifra varía porque no siempre se aplica el mismo criterio a si una lengua es tal o es un dialecto de otra ya computada. El censo da una idea bastante exacta; pero deja fuera a la mayoría de los indocumentados, más los que no lo rellenan o lo hacen mal, por ignorancia o por temor. Se suelen computar diez millones de hablantes como los que quedan fuera del censo. Casi cuatro quintos de los hablantes censados dicen que la única lengua que usan en sus casas es el inglés. Esto bastaría para considerar, como hasta ahora, que el inglés es de facto, la lengua oficial. El decreto de 2025 lo hace lengua oficial de iure. El 62% del quinto restante, según el censo, declara que habla español en sus casas, lo que no significa que hablen sólo español o que el español sea su lengua de trabajo y educación, detalle que suele olvidarse. De todos modos, es probable que los Estados Unidos sean el segundo país hispanohablante, detrás de México, porque habría que sumar buena parte de los indocumentados.A partir de aquí se pasará a considerar datos y observaciones de WordFinderX, con la intención de ver qué lenguas son las más habladas del 38% del quinto del censo que no habla ni inglés ni español en casa. Se busca responder a la pregunta de a qué otros hablantes perjudica el decreto de oficialidad del inglés.
Por razones históricas parece natural comenzar por los hablantes de lenguas indoamericanas. Sólo en dos estados, Arizona y Nuevo México, los dos de tradición hispana y por ello sin discriminación racial histórica, una lengua indígena, el navajo (Naabeehó bizaad, Diné bizaad), es la tercera lengua de la población y la tercera lengua en una gran ciudad, Albuquerque. Es una lengua na-dené, del grupo atabasco occidental, emparentada con el apache. Muchos navajos y apaches hablan español o han incorporado muchas palabras o calcos del español a sus lenguas. En otro estado, Dakota del Sur, donde hay población india agrupada en reservas, las lenguas lakotas (siux o sioux) ocupan el tercer lugar, con cifras bajas, en todo caso. Nueve de los lugares más pobres de los diez más pobres de los Estados Unidos son poblamientos lakotas de Dakota del Sur.El alemán es la tercera lengua de los Estados Unidos, hablado en trece estados, principalmente en los que conforman el cinturón alemán que se extiende desde el este de Pensilvania hasta Oregón, aunque con muestras tan al sur como Alabama. Un grupo religioso, los huteritas, hablan un dialecto austro-bávaro. El francés es la tercera lengua en siete estados, el chino en seis, el árabe en cuatro y el vietnamita en tres. Para desmentir a la mitología popular, hay que decir que el polaco, el tagalo y el japonés son la tercera lengua sólo en un estado cada uno (Illinois, Nevada y Hawaii, respectivamente). También hay que tener en cuenta la heterogeneidad de la población de los Estados Unidos. Como el 45% de la población de origen asiático vive en el oeste del país, el tagalo (lengua de Filipinas) es la primera tercera lengua en nueve de las grandes ciudades de esa área, seguido por el chino y el vietnamita, tercera lengua en cuatro ciudades, respectivamente.La nueva situación que se cree tras la declaración de una lengua oficial será, verosímilmente, la que afecte a las lenguas de estudio. Dada la situación del comercio mundial y la práctica de aprender la lengua en la que se venda, el español seguirá siendo la lengua preferida en los países anglohablantes o casi bilingües con el inglés, como sucede en el mundo escandinavo. Destaca, en este sentido, por su novedad, su desarrollo en Suráfrica. Llama la atención la postura resistente del italiano, que se mantiene bien como cuarta lengua, mientras que preocupa el descenso constante del francés. El francés sólo es lengua de estudio preferida en las ciudades principales de cuatro países, los cuatro anglohablantes: Nigeria (Abuja), Kenia (Nairobi), Canadá (Toronto) y Nueva Zelanda (Wellington). Ese panorama, que resulta muy provocador, merece un artículo específico en este cuaderno.