Thursday, January 4, 2024

El Maestro Dong Yansheng (1937-2024)

 

A mi derecha Cen Chulan, a mi izquierda Dong
Yansheng, a su izquierda Xuhua Liang, en 2018.

El 2 de enero de este nuevo año 2024 falleció una figura señera en el desarrollo del hispanismo en China. Lingüista, traductor, crítico literario y, sobre todo, profundo enamorado del hispanismo. Fuimos compañeros en varias ocasiones, desde mi primer trabajo en China, con la UNESCO, en 1981 hasta nuestro último encuentro en 2019 y excelente cena con otros colegas, coetáneos como la profesora Cen Chulan y más jóvenes, como la doctora Xuhua Liang, discípula de los tres. Durante casi setenta años enseñó español, en activo y como jubilado. Toda una vida dedicada a la difusión y conocimiento de nuestra lengua. Ningún estudioso chino de nuestro idioma desconoce el nombre de Dong Yansheng, como nadie que lo haya tratado puede olvidar sus conocimientos, unidos a un gran sentido del humor, que le ayudaba a disimular su profunda tristeza porque el desarrollo chino no hubiera servido para lograr cotas más altas de libertad. De todos modos, con su extraordinaria inteligencia se las arregló para seguir trabajando e influyendo en su patria y en los estudios de español de los sinohablantes. Durante cuarenta y cuatro años mantuvimos el contacto y el mutuo aprecio, del que me siento muy honrado. Con profunda tristeza iré recorriendo su vida profesional y mi recuerdo.

En 1956 Dong (izquierda de la foto) ingresó en la Facultad de Español de la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing, recientemente constituida por la necesidad de hacer frente a la relación creciente de la República Popular con Latinoamérica y animada por el espíritu de servicio de la profesora Cen Chulan. Los inicios del español en China fueron el resultado de un conjunto de casualidades y el ingreso de Dong en el hispanismo es una de ellas. Al terminar la Secundaria uno de sus mejores amigos le dijo que había elegido estudiar español. En aquella época no era tan sencillo elegir y la reciente creación de los estudios hispánicos ofrecía una posibilidad digna de tenerse en cuenta. Dong se decidió porque, en sus propias palabras recordando esa conversación, le dijo a su amigo: “Yo también, porque, por lo menos, tengo una compañía como tú, para no sentirme muy solo”. Lo más impresionante de la época fue, también según sus palabras, la dureza del estudio, que no es comparable a las facilidades de los estudiantes de los últimos quince o incluso más años. Para empezar, no había libros de ninguna clase. Toda la enseñanza se apoyaba en unas hojas sueltas mecanografiadas y multicopiadas, a veces con poca tinta y por ello borrosas y de difícil lectura. Los que hemos conocido aquellas multicopiadoras a las que llamábamos “vietnamitas” entendemos fácilmente la frustración que podían producir. Se entregaban estas hojas a los estudiantes horas antes de la clase. Los medios audiovisuales, por supuesto, sólo se conseguían excepcionalmente. De materiales de estudio, por tanto, no tenían casi nada.

Un día antes de graduarse su profesor le dijo que esperaba que se quedase en la Facultad como profesor. Tras pensarlo, accedió. La razón principal fue su vocación hacia los jóvenes. Soy testigo del enorme afecto con el que fue correspondido. La enseñanza básica estaba en China en un nivel bajo, especialmente en las áreas apartadas. Contaba que una vez pidió a uno de sus alumnos que le pusiera un ejemplo de un verbo y el estudiante, tras pensarlo un poco, contestó:  “avión”. Cuando le he oído contar esta anécdota, lo que más me ha maravillado ha sido su búsqueda de una explicación: “porque el avión se puede mover y entonces para él eso es un verbo, porque el verbo expresa un movimiento, una acción”.

A finales de los ochenta empezó a redactar sus manuales de español, que sometió a revisiones completas en cada reedición, porque “la lengua evoluciona siguiendo el progreso social. Para comenzar tengo que incorporar muchos vocablos nuevos, muchas expresiones que reflejan nuestra vida actual. Además, nuestros alumnos también son diferentes, porque ahora [2008] estos chicos tienen muchas ventajas respecto a los alumnos que yo tenía hace quince o veinte años, porque estos chicos tienen una visión del mundo exterior mucho más amplia que los alumnos antiguos”.

Escribió manuales, obras introductorias de lingüística y puso enorme empeño en la traducción al chino de obras en español, además de traducir algunas del chino al español. Destaca entre ellas su traducción de Don Quijote, que empezó en 1994 y que le valió el premio literario Lu Xun y el de traducción literaria “Arco Iris”. En el año 2000 España reconoció su trabajo con la encomienda de la orden de Isabel la Católica y en 2015 con la Orden de Alfonso X. La Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA, lo nombró doctor honoris causa en 2019. Más que estos y otros reconocimientos, su mayor contento provenía de la difusión del español en China, de poder encontrar a chinos que hablaban español incluso por la calle: “En todo eso yo he puesto un grano de arena y todo eso me produce una sensación de satisfacción”. Para sus antiguos alumnos, no sólo es su profesor, sino “el maestro de sus vidas”.


En 2017 se creó la Fundación Dong Yansheng para la excelencia docente y la investigación, en la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing, con una muy generosa donación suya y con la finalidad de premiar a profesores que destaquen por su trabajo en el área del español. “Servirá por lo menos para que surja un contingente de hispanistas cada día numerosos. Ahí está nuestra voluntad y nuestro deseo.”


Su actuación no se limitó a la universidad, también acudió a escuelas secundarias si hacía falta convencer a esos alumnos más jóvenes y, a veces, poco motivados, de la importancia de estudiar “la tercera lengua del mundo”. Para resumir lo que motivó toda su vida terminaremos con sus propias palabras: “La perspectiva de la enseñanza del español en China tiene que ser bastante prometedora”.

A partir de cierta edad, utilizar las formas de pasado del verbo para referirse a padres y amigos resulta natural, inevitable. Cuando llega el momento de usarlas para referirse a compañeros, amigos, personas admiradas y queridas con las que se ha vivido como coetáneos, se siente más profundamente la importancia de las vidas transcendentes que se han compartido y el deseo de preservar su memoria y reconocer su generosa aportación al progreso.


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