El significado de la palabra descubrimiento
es fácil de discernir, se trata, simplemente, de destapar o dejar al aire algo
que estaba cubierto, de manera que lo que no se veía, se ve. Más interesante
que quitar la cubierta a algo es ver quién lo hace y ahí la semántica es algo
más compleja, porque todo descubrimiento es lineal y, por lo tanto, tiene una
dirección y dos sentidos. Esto es mucho más evidente cuando el descubrimiento
se realiza entre seres sentientes, en el caso de América, claramente
identificados, los europeos, que llegaron allí y los que ya estaban allí, los
indígenas americanos, llamados inicialmente indios porque se pensó que
el territorio descubierto eran las Indias y que luego se siguieron llamando
así, porque el territorio pasó a llamarse las Indias Occidentales. Los
indios descubrieron a los europeos, inicialmente a los castellanos y, como es
natural, los dos sentidos con los que los percibieron de inmediato fueron la
vista y el oído. Vieron cómo eran, lo que traían y lo que hacían y oyeron cómo
hablaban. A los castellanos les ocurrió lo mismo; pero en estas páginas nos
ocuparemos de la reacción de los indios.
Consecuencia de los fracasos o, si se
prefiere, magros resultados de las expediciones de Alonso Álvarez de Pineda
(1519) y Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1528) es que, en el siglo XVI e
inmediatamente después, la presencia española en Texas, siempre marginal,
estaría relacionada con la colonización de Nuevo México, es decir, con el oeste
del territorio, el Paso del Norte sobre el Río Grande y como dependiente de la
gran provincia de Coahuila y Texas.
Esta orientación contrasta con la que
adquiriría la política española en el siglo XVIII, como consecuencia de las
variaciones de dependencia de la Florida y, sobre todo, la Luisiana. El interés
por fijar la frontera entre esta última región y el este de Texas llevó a la
Corona a plantearse una acción directa sobre suelo tejano, cuyo resultado más
conspicuo fue la fundación de San Antonio (1718). Mas eso sería doscientos años
más tarde. Interesa precisar esto porque tanto la influencia lingüística como
la visual, tal como se refleja en el arte rupestre tejano, fueron mucho mayores
desde el XVIII y más notables en el oeste y suroeste del actual estado.
Vaquero Alcove (Texas)
Los objetos llevados por los españoles y
nuevos para los indios fueron muchísimos. Para empezar, en el ámbito de la vida
ordinaria, es notable el incremento de especies animales y vegetales en
América. Se habla mucho de la patata, el maíz, o el tomate y el tabaco en
Europa, a pesar de que la patata, introducida, como el maíz, por Pedro Cieza de
León en 1560, se generalizó como comestible, gracias a la agudeza de ingenio de
Antoine Augustin Parmentier y su conocimiento de la codicia humana, a partir de
1785. En cuanto al tomate, también fue de tardía aceptación, porque se
consideró inicialmente como venenoso. Posiblemente la razón era su consumo en
platos que contenían plomo, que reacciona con el ácido del tomate. Si además se
incluyen las plantas medicinales, la lista es amplia. Pero no es menor la
importancia que pasaron a tener en América los cereales, la banana, llegada
desde África, el café (introducido en América en el siglo XVII) o la de las
gallinas, cabras, ovejas, cerdos, caballos y vacas, además del cambio alimenticio que supuso la introducción de la leche, los huevos, el queso, la manteca o mantequilla y el pan. Los Estados Unidos son el primer productor mundial de dos
productos no americanos: la alfalfa, fundamental en el consumo del ganado y la
leche, gracias al extraordinario desarrollo del ganado vacuno europeo. Los
metales y el armamento fueron otro campo nuevo. En la construcción,
especialmente en la obra civil, las diferencias entre la arquitectura indígena
y la europea eran notables, sobre todo en cómo afectaban a la vida de las
personas: carreteras, acueductos, represas, hospitales, escuelas y universidades.
Elsa Malvido (1941-2011)
En el plano médico también se produjeron cambios notables, al igual que en el desarrollo científico y técnico. Según Elsa Malvido (en el vol. 7 de la Historiaeconómica de México. La población, siglos XVI al XX) desde 1519 y durante
el siglo XVI hubo diecinueve episodios de epidemias, no todas de origen
europeo. Los más graves fueron de viruela, sarampión, peste (quizás cocoliztli
o tabardillo), tifus, paperas y tlatlacistli. En el XVII hay treinta y una
epidemias documentadas, las más graves de sarampión, viruela, tifus, cocoliztli
o tabardillo, tos chichimeca o tosferina y peste. En el siglo XVIII el número
se redujo a quince, como viruela, sarampión, peste, tabardillo, alfombrilla y
matlazáhuatl. En el siglo de la independencia, el XIX, las epidemias subieron a
cuarenta y dos. A la etiología europea hay que sumar la africana. Los esclavos
negros contribuyeron con el paludismo y la fiebre amarilla, entre otras
enfermedades. La sífilis o mal francés, por las cepas nuevas llevadas de América a Europa, donde
algunos investigadores defienden que se conocía una versión menos virulenta, fue una terrible plaga en el otro continente, el europeo. Conviene tener presente esta cita de Jesús Kumate, en
su artículo de 2010 sobre “Las epidemias en México”, porque tiene valor general: “Las medidas puestas en
operación hasta pasada la mitad del siglo XIX no fueron –no podían ser— racionales
o científicas porque no se conocían ni la etiología microbiana de las
infecciones ni los mecanismos de su transmisión o contagio”. En ambos lados del océano el contacto produjo enormes transformaciones y
requirió una adaptación que ha sido muy poco valorada, porque se ha narrado muy
mal. El paisaje botánico y zoológico de la América actual es muy diferente del
de 1492; pero también lo es el paisaje humano.
El contacto entre los españoles, pronto
novohispanos, y los indígenas en los territorios del norte de la Nueva España y
adyacentes, es decir, lo que hoy constituye el suroeste de los Estados Unidos,
con parte del sureste (la Florida y sur de Georgia), ha sido muy poco conocido,
sobre todo en comparación con lo que se sabe de los grandes virreinatos. Las
expediciones fueron muchas menos. Los escritos sobre estas tierras, más escasos, han permanecido
más tiempo inéditos o siguen estándolo. El material, más tardío, ha llamado
menos la atención hasta que, recientemente, se ha empezado a estudiar el siglo
XVIII como una de las claves del mundo contemporáneo, como parte de la
modernidad. La realidad fundamental, sin embargo, es fácil de resumir. En 1492
los indios tenían una cultura neolítica, no manejaban los metales ni como
instrumentos ni como armas, seguían usando la piedra pulimentada. En América del Sur, en el imperio
incaico, aunque se conocía la rueda, estaba prohibido usarla en el transporte.
Había sacrificios humanos y antropofagia, que la arqueología actual permite
documentar sin duda. Hasta 1821, fecha de la independencia de México, los
indios habían estado protegidos por las Leyes de Indias, que hicieron que su vida pasara a tener otra
consideración, más valiosa. Tenían la protección de las leyes y eran aceptados como grupo según su grado
de integración y pacifismo. Una de las falacias más extendidas entre el público ignorante es la de la esclavitud de los indios. Como ha estudiado Concepción García Gallo, la esclavitud se conoció en las Indias desde muy temprano. Ya que inmediatamente se prohibió la esclavitud de los indios (los primeros viajeros habían llevado indios a España como esclavos, liberados inmediatamente por los Reyes), se autorizó a los que viajaban a Indias a llevar desde España los esclavos que necesitaran para su servicio. Estos esclavos eran negros y bereberes, incluídos habitantes indígenas de las Canarias. Específicamente a partir de 1542, esclavizar indios estaba penado con penas muy
crueles, incluida la de muerte.
Las gentes, antes de 1492
Durante el virreinato la mayoría de los indios se integró sin
dificultad en unas estructuras básicas bien definidas: conservaron sus
territorios tribales, mejoraron sus condiciones laborales, educativas y
sanitarias. Para el trabajo diario contaron con instrumentos metálicos. Los misioneros tuvieron presencia activa en la
educación y los hospitales. Una ingente obra civil mejoró el sistema hidráulico y, en consecuencia, la salubridad. Se constituyó una nueva sociedad que aceptaba el
mantenimiento de las lenguas de cada comunidad india y los matrimonios mixtos. Entre españoles, mestizos de españoles e indios destinados a oficios administrativos y de dirección o gestión se empleaba el español. En la comunicación general se empleaban las grandes lenguas indias, como lenguas francas o generales. En
el momento de la independencia, sólo un tercio de los habitantes de los
virreinatos españoles hablaba español. La imposición de la lengua española sólo empezó tras la independencia, como consecuencia del postulado de Igualdad de la
Revolución Francesa. Para igualar educativamente, les fue necesario a las nuevas repúblicas imponer una
lengua, que, por ser la común, administrativa y unitaria, fue el español. La vida en el Virreinato no era
el paraíso, pero era mucho mejor de lo que había sido antes y de lo que vino después. Con la independencia, los indígenas dejaron de estar protegidos por las Leyes de Indias y empezaron a ser
despojados de sus territorios, lo que ocasionó el desarrollo de un sentimiento
de rechazo a la independencia en muchos lugares, especialmente los más alejados de los centros de poder, como Nuevo México, California, Arizona
o Texas en el caso de Norteamerica. Pero lo peor estaba por llegar, porque donde literalmente se dijo que el único indio bueno era el indio muerto fue en los Estados Unidos.
Los indios del norte de la antigua Nueva España, como todos los habitantes de esa zona, vieron cómo se les movía la frontera poco después de la independencia de México y pasaban a estar en otro mundo legal y cultural, el de los Estados Unidos. Primero se independizó Texas, en 1836.
Una de las primeras consecuencias de esa independencia fue la recuperación legal de la esclavitud,
que había sido abolida en México en 1829. En 1846 Texas fue anexada a los Estados Unidos. En 1848, como consecuencia de la
guerra con los Estados Unidos, México perdió definitivamente el 52% del
territorio de lo que había sido la Nueva España. Por el tratado de Guadalupe-Hidalgo, de ese año, los Estados Unidos pagaron a México quince millones de dólares por la anexión de Texas. Las consecuencias de la victoria norteamericana sobre la propiedad de la tierra y la estructura social de los territorios anexionados fueron tremendas. Si bien en Texas se había mantenido el reconocimiento
de los títulos de propiedad de la Corona española, no sucedió lo mismo en el
Suroeste. El Senado de los Estados Unidos nunca ratificó los artículos sobre la propiedad del tratado de Guadalupe-Hidalgo. Si los propietarios hispano-mexicanos fueron así
despojados de sus propiedades, es fácil suponer lo que les ocurrió a los
indios, aunque Hollywood haya creado una leyenda que nada tiene que ver con la
realidad. Para los norteamericanos los indios pasaron a ser “salvajes”, directamente, se les fue quitando el territorio y se los fue colocando en reservas, en un continuo proceso de degradación. Los matrimonios mixtos desaparecieron, salvo entre individuos considerados de ínfima categoría. Hasta 1967, por una decisión del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, no se autorizaron los matrimonios interraciales en todo el territorio norteamericano. El primer matrimonio interracial en la Florida española se había celebrado cuatrocientos años antes. Algunos testimonios literarios comoEl último mohicano, publicado en 1826, de Fenimore Cooper, considerado pro-indio, llegan al extremo de que los dos enamorados, blanca e indio, que son los héroes de la novela, tienen que morir, porque ese matrimonio habría sido rechazado por los lectores anglos.
Un ejemplo entre muchos de lo que puede hacer el maniqueísmo cinematográfico es el de los apaches. Éstos habían vivido con relativa tranquilidad en sus territorios de la Nueva España, donde habían encontrado protección frente a los comanches. Tras la independencia fueron desposeídos de sus tierras por el gobierno mexicano. Como su área vital había quedado dividida por el tratado de Guadalupe-Hidalgo, otra parte quedaba en los Estados Unidos. Se enfrentaron por ello tanto al gobierno mexicano, al sur del Río
Bravo como al norteamericano, al norte, donde se pretendió encerrarlos en la reserva. Se desató una guerra feroz, contra los estadounidenses y los mexicanos, dirigida por Gerónimo, un personaje equiparado con el diablo en el cine norteamericano
del Oeste y que, sin embargo, era un indio hispanohablante, que sabía leer y
escribir y había sido bautizado.
Además de las investigaciones de tipo
“tradicional” o “filológico”, el estudio del contacto entre las lenguas se
beneficia de la capacidad moderna de acceder computacionalmente a la
información, que puede estar muy dispersa. Por ella se ponen en relación datos
muy pequeños, hasta conseguir un corpus aceptable, que va ofreciendo los medios
de entender qué ocurrió en el cambio de mentalidades que se produjo tras la
conquista de América por los castellanos. Para ello se pueden utilizar dos
fuentes de información. Una, la menos tradicionalmente lingüística, es la que
se observa en las pinturas rupestres históricas de los indios del
Suroeste. Otra, estrictamente lingüística, es la que se refleja en las
alteraciones del español y de las lenguas amerindias. Esas alteraciones no sólo
afectan al léxico, también a la semántica, lo que hace su estudio más difícil.
Es difícil ser competente en una o varias lenguas indoamericanas y ello obliga
a depender de fuentes secundarias. Mientras que las alteraciones del español (y
otras lenguas europeas) por los préstamos de las lenguas indígenas de América,
los llamados indigenismos, han sido muy estudiadas, no sucede lo mismo a
la inversa. Sin embargo, para el conjunto de la acción del español sobre las
lenguas de América hay que concordar con Marcos A. Morínigo en que las
consecuencias de estos análisis son siempre productivas.
Este artículo amplía la primera parte de "Contactos lingüísticos y cruce de mentalidades con los indios de Texas y el Suroeste". La segunda parte de ese artículo se dedica específicamente a los préstamos del español a las lenguas indoamericanas de los Estados Unidos. Como se trata de un trabajo en curso, es posible que de vez en cuando aparezcan novedades y modificaciones en esta bitácora.