El concepto de periodización parece inherente a los estudios historiográficos, en los cuales se dividen las parcelas cronológicas en distintos sectores, con criterios bien procedentes de acontecimientos o hechos externos, bien rastreables en el objeto mismo. Cuando se analiza la contribución de los investigadores españoles, un rasgo destaca sobre el conjunto: la similitud de las divisiones, sean cuales fueren los criterios, y el entrecruce de argumentos. Es decir, las épocas en que se divide la historia de la lengua española son más o menos las mismas y los autores manejan habitualmente criterios mixtos, por lo cual resulta complejo buscar líneas puras metodológicas. La razón se encuentra en la tradición humanística española, que mantuvo unidas durante mucho tiempo la lengua y la literatura en la enseñanza y que ha producido, en el campo de la historia de la lengua, excelentes investigadores de la historia de la literatura como, por ejemplo, Ramón Menéndez Pidal, Américo Castro, Dámaso Alonso, Rafael Lapesa, Alonso Zamora Vicente, Diego Catalán, Emilio Alarcos o Manuel Alvar.
Cuando se habla de una distribución cronológica basada en acontecimientos externos al objeto de estudio, como la invasión de la Península Ibérica por los árabes y musulmanes, el 711 d.J.C., para fijar un período lingüístico inicial o protorrománico, se usa un criterio externo de periodización. Cuando, por el contrario, se fija la mirada en un proceso del propio objeto, la lengua en este caso, como la desfonologización de la oposición sorda/sonora en el sistema de sibilantes y palatales del castellano del s. XV, transición entre la lengua medieval y la moderna, se utiliza un criterio interno de periodización, un criterio lingüístico, ahora, puesto que se hace historia de la lengua.
Al hablar de la lengua española castellana, los criterios externos, no lingüísticos, pueden dividirse en tres grupos: históricos, histórico-literarios e histórico-sociales.
El criterio histórico busca la coincidencia
de las etapas de la lengua con las grandes etapas establecidas en la
periodización de la historia de España: (1) castellano medieval, hasta 1492, fecha de
la conquista de Granada y el descubrimiento de América, (2) español de los
siglos de oro, desde 1492 hasta 1700, inicio de la guerra de sucesión y fin de la casa
de Habsburgo (los Austrias), (3) español moderno, desde 1700 hasta 1898,
pérdida de los últimos territorios de ultramar, Cuba y Puerto Rico en América,
Filipinas y Marianas en Asia, y (4) español contemporáneo, desde 1898 hasta hoy.
El criterio histórico literario establece las transiciones entre unas y otras épocas según las grandes etapas de la creación artística y los movimientos literarios. De acuerdo con él tendríamos una época medieval, (hasta Celestina, 1499), renacentista (siglo XVI), barroca (siglo XVII), neoclásica (siglo XVIII), romántica (siglo XIX), realista-naturalista (desde finales del siglo XIX hasta 1970) y post-modernidad (desde La condición posmoderna, 1970, hasta hoy).
El criterio histórico-social depende de los
acontecimientos históricos culturales y no de los guerreros o dinásticos como
el histórico recogido anteriormente. El español medieval llegaría hasta el descubrimiento
de América (1492); luego vendría el español clásico, es decir, el momento
en el que se plasma un ideal de lengua histórico artístico, en los siglos XVI y
XVII. Desde el triunfo de la dinastía borbónica (1713), con el influjo francés
y la fundación de las Reales Academias, se habla del español neoclásico o de la Ilustración, tras el cual se entra
en el español moderno, hasta 1955, del que
puede desgajarse, como última etapa, el español contemporáneo, hasta hoy. La
popularización de la radio de transistores, precisamente en los años 50, puede
marcar el eje temporal cultural de la diferenciación.
Nótese, una vez más, la posibilidad de introducir otras variantes; se podría
hablar del español de la sociedad feudal, desde entonces hasta
la revolución burguesa, y desde ésta hasta la sociedad neocapitalista, con un excurso para
estudiar las posibles diferencias lingüísticas entre los países hispánicos con
diferentes regímenes políticos y formas de gobierno. Los análisis sociológicos
que permitirían este tratamiento no están igualmente desarrollados para todas
las áreas: son suficientes para España, pero no para todo el complejo mundo
hispanoamericano.
En lo que se refiere a los criterios internos de la periodización, podrían considerarse los Orígenes del Español. de Ramón Menéndez Pidal como el primer intento científico de dividir la historia de la lengua en períodos según un criterio interno. Se pueden seguir varios tipos de criterios internos, empezando por el de Menéndez Pidal, el documental, al que pueden añadirse el fonemático y el de planificación lingüística.
El criterio documental. se basa en los datos
que ofrecen los textos o documentos escritos, al analizarlos lingüísticamente.
Se trata, por tanto, de un criterio gráfico. Gracias a él se puede hablar de una etapa de
documentación en latín, con más o menos elementos románicos, desde el siglo IX
hasta el siglo XIII, dividida en época de orígenes, hasta el s. XI, época
de relatinización, en el XI-XII, y época
de castellanismo
creciente, en los ss. XII-XIII. A partir de h.1250 la documentación real está
escrita en castellano, dentro de un sistema gráfico que se llama alfonsí, mantenido en sus
rasgos esenciales de manera espontánea hasta fines del siglo XV y, por presión
escolar, de modo artificial hasta 1726. Desde 1726 hasta 1817 tenemos textos
con un sistema gráfico académico, y desde 1815-17 hasta
hoy el sistema gráfico actual, que ha sufrido muy escasas variaciones. Este criterio
permite, en consecuencia, fechar los textos de acuerdo con su sistema gráfico:
>f-< inicial mantenida hasta 1520, luego >h-< como forma general;
>ç< hasta 1726; >-ss-< hasta 1763; >x< con valor de 'jota'
(fricativa velar sorda) hasta 1815-17 (con restos en >México, mexicano,
Texas, texano< que deben leerse con jota “méjico, tejas”), entre otros
ejemplos.
El criterio fonemático se desarrolló a partir de las enseñanzas de Rafael Lapesa en la Universidad Complutense, basadas a su vez en los estudios de Menéndez Pidal y los comentarios de Américo Castro en el primer tercio del siglo XX. Combina aspectos del documental (la dependencia de las grafías, como índices) con criterios funcionales: tesis de A. Martinet y enfoque metodológico de la Fonología Española de E. Alarcos. Este criterio permite establecer cinco períodos: 1) prealfonsí, hasta 1250; 2) alfonsí, con la codificación del escritorio real, por relativa que ésta sea; 3) clásico, desde 1499 hasta 1726; 4) de fijación académica, de 1726 a 1815-17, y 5) contemporáneo, desde esta última fecha, división que refleja la progresiva adecuación de la grafía a los tres sistemas fonológicos: prealfonsí, alfonsí y clásico, que llega hasta hoy con muy leves variantes.
El criterio de planificación lingüística corresponde a la visión de la historia de la lengua como resultado de una serie de reformas y modernizaciones. Tal vez no sea un criterio puramente interno, puesto que, según él, las reformas lingüísticas se presentan siempre movidas por una voluntad política de acción sobre la lengua; en todo caso, no es tampoco propiamente externo, pues no depende, en su fin, de un objeto que no sea la propia lengua, aunque las fuerzas que actúen no sean lingüísticas. Con este criterio se divide la historia de la lengua española en épocas separadas por cuatro reformas: la alfonsí (h. 1250), la humanística (segunda mitad del s. XV), la académica (1714) y la contemporánea, que se desarrolla sobre todo a partir de 1965.