En los dos países ibéricos, España y Portugal, se hablan hoy, con distintos marchamos de oficialidad, dos tipos de lenguas: (1) románicas, lenguas flexivas derivadas del latín (catalán, castellano o español, gallego, portugués, más las hablas intermedias, aragonés o fabla y asturiano o bable-s). Por razones políticas, la variante del catalán de la comunidad autónoma valenciana se llama valenciano y se trata como si fuera una lengua diferenciada. Existen además numerosas variantes o dialectos de esas lenguas. Tres de esas lenguas se han extendido a las islas españolas y portuguesas: Baleares (catalán y español) , Canarias (español), Madera y Azores (portugués); (2) una lengua no románica, sin relación probada con ninguna otra lengua, diferente de las románicas por su tipología aglutinante y no flexiva, que es la lengua vasca, vascuence o euskera
Las lenguas románicas o romances son resultado de la evolución del latín usado en la Península e Islas Baleares. La lengua latina, lengua del Imperio de Roma, llegó a la Península Ibérica en fecha relativamente temprana, el año 218 a. JC. La causa de la llegada de los romanos y la posterior conquista de Hispania, nombre latino de la Península, fue una guerra púnica, la segunda de las guerras por el dominio del Mediterráneo entre Roma y Cartago, ciudad fundada por los fenicios en el Norte de África. La palabra púnico deriva del término latino que corresponde a fenicio (griego Φοίνικες, phoínikes). Los romanos comprendieron la importancia estratégica de la Península para contener las posibles invasiones africanas por el oeste y procedieron inmediatamente a su conquista, que completaron dos siglos después, el 19 a. JC. Esa tardanza en conquistar los últimos territorios, sin embargo, no debe llevar a una idea equivocada de la conquista de Roma. Los centros culturales y administrativos, que corresponden a las ciudades actuales de Tarragona, Cartagena, Salamanca, Toledo, Mérida, Córdoba, Málaga, Sevilla o Cádiz se fueron incorporando mucho antes. El latín se impuso como lengua común.
Antes de que las sustituyera el latín se hablaban en Hispania varias lenguas, llamadas prerromanas. Algunas de ellas eran lenguas de colonizadores o comerciantes, como el púnico o cartaginés, una lengua semítica, derivada del fenicio, o el griego, una lengua indoeuropea. Otras eran lenguas que habían ido llegando a la península en sucesivas invasiones, de pueblos indoeuropeos, como los celtas, o de otras variedades de lenguas, como los iberos. La hipótesis de una relación entre el ibero y el vascuence carece de pruebas fiables y es rechazada por los investigadores actuales. El territorio propio de los iberos pudo ser pequeño, limitado a una zona oriental entre Valencia y Murcia; pero su influencia fue mucho más extensa, al constituir, con hablantes de celta, el grupo celtíbero. Al suroeste se fundó una cultura desarrollada, la tartésica, activa hasta el s. VI a.J.C. De los sucesores de los tartesios en esa zona, los turdetanos, escribió el geógrafo griego Estrabón, del siglo I, que tenían escritura, obra literaria y leyes muy antiguas en verso. Varias de esas lenguas tenían escritura; se han conservado algunas inscripciones, monedas y nombres de personas (onomástica) o de lugares (toponimia). Ninguna de ellas sobrevivió al triunfo del latín. Algunas palabras del español se consideran prerromanas, aunque ese origen es a veces discutido: alcarria, colmena, madroño, páramo, perro.
La única lengua no románica con estatuto oficial en España es el vascuence o euskera. La Arqueología moderna prueba de manera convincente que no es una lengua prerromana en Hispania y no es la lengua de los antiguos vascones. Esos vascones antiguos, localizados en parte de lo que hoy es Navarra y relacionados con otros pueblos al oeste de esa área, eran de lengua indoeuropea, hablaban originariamente celta y estaban bastante romanizados ya en el siglo I a. JC. Los hablantes de euskera o euskaldunes, que tomaron después el nombre de vascos, procedían de la zona de Aquitania, en el centro de la vertiente francesa de los montes Pirineos e invadieron el territorio de los vascones a finales del siglo V d. JC. o a principios del siglo VI. Se extendieron hacia el oeste (el actual País Vasco) y el sur, hasta llegar al norte de la actual provincia de Burgos. Ocuparon el área que corresponde hoy a parte del suroeste francés y, en España, a Navarra, Guipúzcoa, Vizcaya, Álava y la Rioja, con extensiones y ramificaciones un poco más al sur. Después de establecerse en esa zona, su lengua se dividió en varios dialectos, hablados en las zonas francesa y española. En la actualidad un proceso de planificación ha llevado a una lengua unificada o batua (bat es “uno” en vascuence). Esto quiere decir que los préstamos o palabras que los romances tomaron del vascuence son relativamente tardíos y que la influencia del vascuence en el español debe situarse a partir del siglo VI d.JC. Como el castellano, origen luego del español, se formó en el territorio fronterizo con el vascuence, ese influjo es, aunque relativamente tardío, muy interesante. También es posible que algunas de las influencias que se han atribuido al vascuence provengan de lenguas establecidas en esos territorios antes del vasco. Cada vez adquiere más importancia la idea de que el celta pudo ejercer una influencia más duradera y profunda de lo que tradicionalmente se había supuesto. Entre las lenguas indoeuropeas, el celta y las lenguas itálicas, como el latín, forman parte del mismo grupo.
Desde el punto de vista estrictamente lingüístico, el tipológico, Hispania estaba poblada y se siguió poblando por hablantes de lenguas flexivas, como las indoeuropeas (celta y luego latín) y las semíticas (púnico y después hebreo y árabe) y por hablantes de lenguas aglutinantes, como el ibero (prerromano) y el vascuence (post-romano). En una lengua flexiva los morfemas gramaticales o desinencias se unen al radical o parte de la palabra que lleva el significado léxico, diferenciados en categorías nominales y verbales. Un morfema puede expresar varias categorías gramaticales unidas en una forma (-ba- en la forma cantaba expresa tiempo pasado y aspecto imperfectivo, acción considerada en su duración). En las lenguas aglutinantes el mismo morfema se une a raíces nominales y verbales y cada morfema expresa una sola categoría gramatical (en vascuence n- inicial ante una forma verbal expresa la primera persona del singular y -n final el tiempo pasado, para el verbo ekarri, ‘llevar’, la forma nekarren significa ‘yo + llevar + pasado’).