Me sumo, con sincero pesar, al dolor por esta pérdida, que se puede considerar, como bien dice Asunción, en su nota, el fin de una generación. Lo hago desde la admiración a una persona ejemplar y una profesional de gran categoría.
por
Asunción Zumárraga
Laura nació en Guaymallén, provincia de Mendoza, R. Argentina, el 24 de mayo de 1916 en el seno de una familia de bodegueros de origen italiano y, cuando completó el secundario en la Escuela Normal, se trasladó a vivir con sus tíos a Buenos Aires para estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras, de la que egresó en 1941.
Muchas veces calificó
esos años como los más felices de su vida; y en verdad, la calidad académica de
la Universidad de Buenos Aires y la calidad humana e intelectual de su
promoción fueron particularmente brillantes. Ella y sus compañeros
constituyeron la llamada “Generación del 40” , integrada por destacadas figuras, entre
ellos los poetas Eduardo Bosco, Miguel Echebarne y Daniel Devoto (también
músico y filólogo de trayectoria internacional), el arquitecto Eduardo
Catalano, la bibliotecóloga Josefa Sabor, el antropólogo Alberto Salas, los
profesores Amaro Fernández y Victoria Prati, la traductora Herminda Castagnino
y muchos otros.
Más tarde o más
temprano, ese grupo fue sufriendo la diáspora provocada por la vida política
nacional, en particular durante la segunda presidencia de Perón. Laura Monti, una militante de la libertad, no
quiso someterse a algunas disposiciones autoritarias de ese gobierno y decidió,
con dolor, dejar la Argentina por un tiempo.
Viajó con su hermana menor Alicia a Estados Unidos en 1953. Al llegar en barco a New Orleans, no hubiera imaginado
nunca que ese se convertiría en su querido país de adopción por casi medio
siglo.
Se dedicó a la
bibliotecología y trabajó en Miami y luego en Gainesville, en la biblioteca de
la Universidad de Florida, donde permaneció largos años y estuvo a cargo de la
sección de Colecciones Especiales, con un período intermedio durante el que
vivió en Washington DC, trabajando en la Folger Shakespeare Library, lo que la
ayudó a completar su especialización en libros raros.
Bien conocida en
el medio por su vasta formación profesional, por su conocimiento de las lenguas
clásicas, por su dominio del italiano y del francés, fue convocada desde la
división de investigación de la Boston Public Library como jefa de la sección
de Libros Raros. La propuesta era muy
tentadora, pero no le resultó fácil dejar su cálida y amada Florida para establecerse
en Massachussetts y enfrentar sus largos y crudos inviernos. Sin embargo, una vez instalada, supo
disfrutar del encanto de la ciudad; adoró Boston y la BPL para la que trabajó durante más de veinte años. Fue respetada por sus colegas, quienes
valoraban su formación humanística y su capacidad para gestionar en Europa la
adquisición de manuscritos y libros raros y antiguos; y también fue muy querida
por sus muchos y muy buenos amigos, en su mayor parte estadounidenses.
Entre sus
publicaciones cabe destacar las puramente bibliotecológicas (catálogos y
bibliografías diversas), pero también sus estudios sobre la correspondencia de
Marjorie Kinnan Rawlings (editada por ella y Gordon Bigellow), una historia
oral sobre los poetas de Florida y numerosos artículos sobre temas de su especialidad
–como archivos de escritores- o de su
interés, como “Women in Sarmiento” para un volumen editado por Joseph
Criscenti.
Durante su larga
trayectoria en Estados Unidos viajó numerosas veces a su país, primero para
defender su tesis sobre teatro italiano en la Universidad Católica Argentina, dirigida
por Ángel Battistessa, donde se doctoró en Filología (fue la primera doctora en
Letras que tuvo esa Facultad); y luego para intentar su reinserción en la vida
laboral de Buenos Aires, lo que nunca logró.
Cuidó con alegría
y coraje a su hermana, víctima de Alzheimer desde joven y por muchos años, y
cuando ésta murió en Boston, sintió que había llegado el momento de retirarse y
volver a vivir más cerca de su familia, trasladándose definitivamente a la Argentina
en 1996.
A partir de
entonces, regresaba a Estados Unidos todos los años a pasar la primavera y el
verano, visitaba a sus amigos, a sus médicos, y disfrutaba de salidas y
programas, hasta que el largo viaje se hizo demasiado pesado para sus cansados
huesos. Su última estadía en Boston fue en 2010.
Laura V. Monti,
última representante de aquella Generación del 40, murió en Buenos Aires el 3
de julio de 2014 de un paro cardio-respiratorio, consecuencia de una cirugía de
cadera. Hasta entonces había tenido una
ancianidad plena y mantenía, a los 98 años, el gusto por la vida que siempre la
caracterizó.