Patio de la Acequia. Granada, Generalife. |
El registro
arqueológico, el registro de los restos, es útil para la explicación histórica,
que incluye, naturalmente, la de historia lingüística. Por ejemplo, Thomas
Glick ha podido relacionar métodos de irrigación organizados
tribalmente, tal como se practican ahora en diversos lugares del mundo, con
sistemas hidráulicos medievales, que hoy pueden, en algunos casos, estar
abandonados en Europa y tener continuidad en ciertas regiones de América. También
es preciso tener en cuenta que el agua se asocia a la tierra, es
decir, la propiedad de la tierra implica la propiedad de una parte del agua o,
si se prefiere, el derecho a usar una tanda de riego, la que se haya
establecido como necesaria. El sistema hidráulico que se considera incluye no
sólo la captación, almacenamiento y distribución por acequias, sino el
aprovechamiento pre-industrial, por molinos de agua o aceñas. Se sabe que en
al-Andalus se regaba de acuerdo a uno de estos dos sistemas o a la combinación
de ambos: bien llevando el agua a los terrenos individuales por canales, que se
estructuraban por la gravedad y que partían de un río o de una fuente o bien
elevando el agua hasta el nivel del campo por una rueda hidráulica movida por
un animal. En la combinación, era el agua de un río o un canal la que podía
mover la rueda. En todo sistema de riego en regiones donde el agua es escasa el
enfrentamiento mayor se da entre los regantes de cabeza y los regantes de cola.
La solución es el establecimiento de turnos y de controles que eviten el robo
de agua. La organización y el control del agua en al-Andalus eran tribales y
locales, respectivamente, no había una ley general. El agua se toma de una
fuente o de un embalse que la capte y se distribuye mediante la acequia. Como
parte de la estructura se incluye un molino.
Acequia y Molino de la Misión San José (San Antonio, TX) |
Recuérdese que en la Edad Media
ibérica todos los molinos son hidráulicos, los molinos de viento se implantaron
como consecuencia de las relaciones con Flandes a partir del siglo XVI y todavía
para Cervantes eran unos elementos monstruosos, rompedores del paisaje, contra
los que hace luchar a Don Quijote. En la Cataluña feudal el molino recibía el agua de
la cabeza, mientras que en al-Andalus lo habitual era que la recibiera de la cola.
Es decir, la molturación, derecho del señor, era primordial en el primer caso, mientras
que, en el segundo, en el que la molturación no era privilegio señorial, era
subsidiaria del riego: lo más importante era la producción. Los molinos
andalusíes podían pertenecer al modelo comunal o al privatizado.
Un tipo andalusí
del paisaje hidráulico transformado, agrícola, se inicia en el Yemen, es decir,
incluye a hablantes árabes sudarábigos. El paisaje correspondiente, en el Yemen,
está relacionado con la retención del agua de escorrentía, mediante unos
complejos mecanismos de captación que la van derivando hacia embalses cerrados
por diques. Estos mecanismos, según Glick, son tan complejos como
los que se desarrollan para captar el agua de fuentes. La investigación
arqueológica correspondiente ha sido desarrollada por Miquel Barceló,
quien establece una relación entre una kunya
o alcurnia yemení, los Banu Ru’ayn y cierta
toponomástica arábiga y andalusí: Binirroi
(Mallorca), Biniarroi (Menorca), Benirroym (Ibiza), Beniaroaym (Vall de Gallinera, Alicante). Analiza también la
imposición del modelo sirio y habla incluso de una “sirianización del paisaje”
como fenómeno generalizado en la primera época del emirato Omeya. Este tipo de
paisaje hidráulico se puede observar, en España, en la zona levantina y se ha
extendido a las Baleares.
La distribución del
agua está relacionada con una amplia terminología. Un modelo está relacionado
con un préstamo del árabe al léxico agrícola, la dula, dawla en árabe clásico. El término es empleado en el sistema yemení de
riego, en oasis saharianos, en el sur y sureste de España y en Canarias. En su
estudio del Atlas Lingüístico de
Andalucía, Julio Fernández Sevilla documentó dula en algunas localidades de la provincia de Granada, frente a la
palabra más frecuente, tanda, que es
otro arabismo (< tanẓīm,
‘disposición en serie, regulación’). El sistema de riego y su terminología se
llevó a Canarias y, muy posiblemente desde allí, llega a San Antonio, Tejas, de la mano de los fundadores canarios de la ciudad
tejana, el 9 de marzo de 1731.
Acueducto de la Misión Espada (San Antonio, TX) |
Desde el punto de vista del paisaje, se
relaciona con la utilización de acequias para el riego y para mover molinos
hidráulicos, en una alternancia que tiene que estar bien regulada y que se
sigue regulando, de acuerdo con el sistema andalusí, localmente. La dula es, precisamente, el sistema de
regulación, el turno. En la dula a la
valenciana el regante, dentro de su turno, toma el agua que quiere. San
Antonio sigue un sistema diferente del valenciano, el sistema canario de
Tenerife, y la dula equivale allí a
un día de agua. También, por cierto, desarrolla un uso específico, que no
encuentro explicado, aunque sí citado, en otros lugares, el de “una medida de
tierra, equivalente a la suerte”, quizás la tierra que se podía regar con una dula. La propiedad
de la tierra, como ya se dijo, está vinculada al derecho a disponer del turno
correspondiente de riego.
El paisaje hidrológico
se asocia con unos elementos lingüísticos que lo configuran desde su origen
sudarábigo hasta la realidad tejana, viva desde el siglo XVIII hasta hoy,
pasando por al-Andalus y Canarias. Esos elementos configuran un paisaje
lingüístico de origen árabe y desarrollo andalusí e incluyen designaciones
antroponímicas, toponímicas y términos técnicos del riego, como tanda o dula. La vinculación del paisaje y la lengua es tan fuerte que, en
las zonas en las que se han destruido las acequias al sur de San Antonio, en el
área de la Misión San Juan, la comunidad original se ha disgregado, mientras
que donde se han mantenido, en el área de la Misión de San Francisco de Espada,
la comunidad, con su lengua hispana, también ha pervivido. Muchos siglos
después, por lo tanto, la Edad Media peninsular proyecta un paisaje que se
originó en el Yemen, se consolidó en parte de Al-Andalus y continúa en su reflejo
sobre las Indias.