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Benjamin Lee Whorf |
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Edward Sapir |
antropólogos casi estrictamente coetáneos Edward Sapir (1884–1939) y Benjamin Lee Whorf (1897-1941) nunca formularon directa y conjuntamente la hipótesis que recibe ese nombre.
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Kenneth Lee Pike |
El lenguaje es uno de los sistemas culturales con posible influencia en la conducta; por ello no es de extrañar que sea en América, influida durante largo tiempo por la filosofía conductista, donde se presenta una doble consideración. Una es la de autores como Hoijer y Pike, quienes sostienen que el lenguaje, como parte del todo constituido por los hechos culturales, organizados en los restantes sistemas culturales, no es algo distinto de estos últimos. La otra es la de quienes diferencian estructuralmente lenguaje y conducta como muestra de una separación drástica inicial entre unidades verbales y no verbales (como proponía en Inglaterra Robins).
Para Edward Sapir, de
época posterior a Humboldt, situado en un entorno cultural distinto y con preocupaciones
concretas diferentes, las soluciones llegarán por caminos menos etéreos. Para
él, el lenguaje refleja el ambiente según dos tipos de factores: medio físico y
medio social. El medio físico se refleja en el lenguaje indirectamente, pues el
medio social le es imprescindible. Podría establecerse como factor común de
esta escuela y las anteriores el hecho de que en la aprehensión del mundo
exterior intervienen factores subjetivos que transforman la captación objetiva
de la realidad y que se pueden considerar socialmente, en lo que von Humboldt
llamaba nación y Durkheim y Mauss pensamiento colectivo, que no
son conceptos intercambiables ni mucho menos. Autores diversos (Humboldt,
Durkheim, Mauss y Sapir) coinciden en que entre el medio físico y el lenguaje están
los factores sociales que influyen en el reflejo del primero sobre el
segundo. Además, es necesario tener en cuenta que el medio social es bifacial:
hay una influencia social directamente ligada al medio físico, y una influencia
social más independiente de éste. Como
Sapir expone claramente que el ambiente físico y social de los hablantes de una
lengua se expresa en el léxico (en el “patrimonio de palabras", textualmente),
en éste resultan incluidos los dos tipos de factores sociales: el relacionado
con el medio físico, de mayor concreción, y el menos relacionado con el medio
físico, de mayor abstracción.
En resumen, puede concordarse en que el lenguaje no es un calco de la realidad, sino la expresión de lo que de la misma aprehende el cerebro, aprehensión en la que no sólo interviene el subjetivismo del hablante, sino también la acción colectiva de la sociedad, en la que está incluido lo lingüístico. Esta circularidad pone de relieve el doble carácter del lenguaje: como producto (en Humboldt ergon) y como actividad (energeia) que influye, junto a los restantes factores sociales, en su nueva aparición sincrónica como producto. En este hacerse y deshacerse del lenguaje se entretejen factores temporales o diacrónicos y de ubicación o diatópicos que transforman, disgregan y unifican las lenguas en el tiempo y en el espacio.
El individuo, por
tanto, no percibe la realidad como si fuera una máquina, sino que tiene dos motivos
de transformación, uno endógeno, su subjetivismo, otro exógeno, el ambiente, la
propia sociedad. Cada sociedad tiene su propio sistema de aprehensión del mundo
exterior, fijado en sus categorías. Lo que puede ser todavía aceptable (y también rechazable, valga el oxímoron) dentro
de la hipótesis Sapir-Whorf, especialmente en la formulación más extrema de
este último, sería la influencia de esta categorización del mundo real
(expresada lingüísticamente en las categorías lingüísticas) en la categorización
mental. Pero todo individuo podría cambiar de código (y por ello de categorización)
sin que ello signifique, como pretendía Humboldt, que su concepción del mundo
cambie.