Sunday, April 12, 2020

Resurrexit sicut dixit. قام حقاً قام

Esta mañana, en Jerusalén, los amigos hemos cumplido el rito de la felicitación pascual enviándonos las grandes palabras de la fe: قام حقاً قام. (Qâm, haqâ qâm!) Literalmente "surgió, de verdad surgió" o, si se quiere, más prosaicamente, "se levantó", referidas al Mesías. No es nuevo para mí, porque llevo escribiéndolo casi veinte años, desde mi primera Pascua en la iglesia maronita de San Jorge en San Antonio, Tejas; pero es natural sentir esas palabras con mayor emoción cuando se vive a seis minutos del Santo Sepulcro, hoy más vacío que nunca . Luego siguen las habituales expresiones de buenos deseos y muchos años de vida. Incluso los amigos ortodoxos me felicitan, aunque para ellos hoy es Domingo de Ramos, ya se sabe, es difícil poner de acuerdo los calendarios, el ser humano es complejo.
Desde esos tiempos tejanos me llama la atención la diferencia entre el vocablo latino, más ligado a la salida del sepulcro, con sentido vertical y horizontal y el semítico, vertical, vinculado a levantarse de un lecho. Luego habrá que volver a ese lecho mortal.
Antes de esa reflexión es natural recoger el sentimiento de la mañana, cuando, aprovechando el permiso para tirar la basura, algo bien prosaico, pero muy conveniente, he dado, con máscara y guantes, un pequeño paseo por los alrededores, de la Puerta Nueva, por la calle del patriarcado latino,  a la Puerta de Jaffa y regreso por el patriarcado greco-católico, para quienes se sitúen. En la pared del patriarcado latino han puesto un gran crucifijo con unos maceteros a los pies y una banda blanca alrededor de la cruz. Poca gente en la calle, casi todos con mascarilla. Yo llevaba hoy la amarilla, predominan las verdes, no faltan las negras, a tono con algunas ropas femeninas. He llamado la atención a dos jovencitas que llevaban la máscara en la barbilla, no tengo remedio. Hicieron caso, aquí todavía se respeta a los mayores.
Doblo la esquina para entrar en la calle del patriarcado griego y escucho los altavoces que se han colocado en las calles para transmitir los oficios, en árabe. No es una lengua sólo de musulmanes, hay una minoría de cristianos árabes, ahora menor que hace años; éste es mi barrio. Es la Semana de los sonidos, en mi apartamento estoy constantemente acompañado por las campanas, cuando tenga que irme las echaré mucho de menos. Estas campanas no sólo suenan, también rezan y danzan. En cambio el edificio donde viven Rommel, mi casero árabe, cristiano ortodoxo, y su familia me protege de los altavoces. El texto litúrgico en árabe es bello, eso no se discute y algunos de mis amigos franciscanos hablan un árabe hermoso, tanto el estándar, como el de estos textos, como el dialectal, que introducen oportunamente cuando predican.
Escribo y suenan las campanas, primero las del Patriarcado, ahora son las de San Salvador. Han rezado el Ave María, son las seis. El alfarero armenio de la esquina tiene los altavoces de su tienda conectados a los oficios, es una costumbre generalizada. Mi frutero, en Jerusalén Este, cerca de la Puerta de Damasco, los tiene permanentemente ligados a una emisora alcoránica. Me pilla un poco lejos; pero tiene una fruta y una verdura excelentes y, cuando compro un poco más de lo habitual me regala grandes manojos de perejil y menta. La mayor parte del perejil la seco en el microondas. En YouTube se aprende de todo. Como otras personas de Jerusalén Este, el tendero pensará que soy turco. A mi compañera turca de clase eso le divierte mucho.
Una Semana Santa por internet y televisión. Acompañar al Papa en la iglesia y la plaza vacías. Amigos italianos no muy practicantes me escriben para decírmelo, la situación también los conmueve. Asimismo me he conectado a mi iglesia de San Antonio para compartir algún oficio con ellos por YouTube. Para todos esta Semana es atípica.
Hubiera querido escribir ayer, Sábado de Gloria en mi infancia, Sábado Santo tras la reforma litúrgica, porque han sido unos días de pensar en un cuadro en concreto, el Cristo yacente de Hans Holbein el joven, de 1521. Pero el día resultó demasiado lleno de conexiones y llamadas y, de todos modos, lo que da sentido al Sábado -y al cuadro- es la Resurrección. La obra se conserva en el museo de arte de Basilea, en Suiza, lo que se traduce inevitablemente en el recuerdo de un gran amigo y maestro, Germán Colón, a quien se llevó este maldito trumpavirus.
Los detalles de la obra pueden verse en muchos portales de internet, como https://mydailyartdisplay.wordpress.com/2011/02/20/the-body-of-the-dead-christ-in-the-tomb-by-hans-holbein-the-younger/, dos metros de largo y treinta y un centímetros de alto, para dar una idea general. Conviene tener en cuenta que sobre la pintura unos ángeles sostienen los instrumentos de la Pasión y una inscripción en la que el pincel ha escrito sobre papel:  “IESVS NAZARENVS REX IUDAEORUM”. El cuadro tiene un contexto, representa a un muerto, es cierto; pero un muerto concreto, nominal.
Los textos evangélicos dicen algo que aclara el momento elegido por el pintor. El cuerpo de Cristo fue embalsamado, envuelto en un sudario, con una pieza separada para la cabeza, como bien especifica San Juan, que fue testigo del embalsamamiento y del sepulcro vacío con las telas dobladas, tras la Resurrección, que describe con detalle.  No se puede pintar un cuerpo que no se ve, está claro; pero la pregunta es por qué. y la respuesta porque lo que importa en la representación del cuerpo de Jesús es su carácter de Hombre. Por eso el momento elegido es del descenso de la Cruz, previo al embalsamamiento. En ese momento el cuerpo se presenta totalmente inerme. A la entrada del Santo Sepulcro hay una losa de piedra que, se dice, pudo ser la losa donde se tendió el cuerpo de Cristo para embalsamarlo. Ése es el momento elegido.
Hoy, en general, la existencia del hombre Jesús no es particularmente discutida. Esa miopía histórica parece superada, la duda, que tampoco es nueva, es su condición divina. Pero en la historia del cristianismo son dos las dudas que han estado presentes, una, la de si era Dios, otra, la de si era hombre y, de hecho, la Iglesia recoge la solución con un adjetivo, uero, verdadero hombre y verdadero Dios. Holbein está representando al verdadero hombre.
La liturgia del Viernes, del martirio y muerte, que el artista conocía, presenta al Hombre desde el texto de Isaías, 52-13 - 53-12. Se seleccionan algunos fragmentos, suficientes para establecer la relación: "Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultaban los rostros", "Le dieron sepultura con los malvados y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes". También Isaías nos da la explicación: "Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos".
Hans Holbein el Joven pinta en el cuadro a ese Hombre que representa a todos porque carga con los crímenes de todos. Jesús reposa como Hombre en el sábado y ese reposo es el tiempo profético de espera ante la Resurrección, al tercer día. Si se ve el cuadro como el de un hombre muerto, derrotado, se pierde por completo el sentido profundo de la obra de arte. La pintura está asociada a su representación teológica, es un cuadro dentro de una fe y para una iglesia. Hay que leerla de esa manera y un filólogo tan competente como el Papa Benedicto XVI, el Profesor Ratzinger, si se quiere, en el prólogo a su Vida de Cristo, cuando se detiene sobre el acercamiento filológico, lo ha señalado expresamente. No se puede hacer filología del texto religioso, entendida aquí como filología del texto religioso artístico, del cuadro, de cualquier manera, hay que hacerla, por supuesto, con todo el rigor que permita la ciencia humanística, pero también con todo el rigor que exige su carácter litúrgico. Los comentaristas alcoránicos, por salirnos del cristianismo, lo saben bien.
Si se olvida esto y se pasa a la interpretación individual, se saca el cuadro de contexto y se pueden cometer cuantos errores se quieran. El más notable, porque ha traído después una serie de imitadores, no siempre confesos, fue el de Dostoyevsky. En agosto de 1867 visitó el museo con su esposa, Anna Snitkina,  con quien se había casado hacía poco. La pintura produjo gran impresión en ambos, que Anna relató con detalle. Dostoyevsky se subió en una silla y sufrió tal excitación que incluso tuvo que pagar una multa.
En 1869, en la novela El idiota, el príncipe Myshkin gritó que un cuadro como ése podía acabar con la fe de una persona. Es, desde luego, una apreciación particular, que ha tenido fortuna por su autor y que en el fondo supone una profunda incomprensión de la obra por Dostoyevsky, pues Cristo tuvo que llegar a ese extremo para rescatar al hombre de la muerte y por ello tuvo que pasar por la muerte absoluta. Isaías lo detalla y el breve resumen de San Pedro en los Hechos de los apóstoles lo aclara: "Dios lo resucitó después de soltar las ataduras de la muerte, por cuanto no era posible que fuera dominado por ella". Hans Holbein representó, con extraordinario don, ese momento de sujeción a las ataduras de la muerte.
Vivimos esta Pascua con la sensación, compartida, de que estamos ante un momento diferente y difícil de nuestra existencia. Quisiera por ello terminar estas líneas con el deseo de una Pascua verdadera y feliz para todos, que también nos libere de las ataduras y nos abra a la vida. Y como mi nieto Jaime, a sus siete años, distingue muy bien los cuentos de las fábulas, porque éstas tienen moralejas, esa moraleja sería adecuada a esta fábula.