La palabra identidad
es un latinismo del español, introducido al parecer en fecha relativamente
tardía, pues los ejemplos más antiguos conocidos se sitúan en torno a 1440.
Procede de una palabra artificial en latín, formada en el latín humanístico a
partir de idem, ‘el mismo’. A principios del siglo
XVII ese vocablo identidad no tenía el mismo sentido que hoy, baste con
comparar las definiciones de los diccionarios. Si se considera la definición
que, un siglo después, en 1734, daba el primer diccionario académico, el Diccionario
de Autoridades, para la expresión identidad de razón, “Aprehensión
del entendimiento con que tiene por una misma cosa las que son realmente
distintas”, se puede entender perfectamente la propuesta de la exposición que
sigue, que gira en torno a las palabras españolas árabe, moro, morisco, musulmán,
turco, sus sinónimos en la obra cervantina y otros términos que ayuden a
entender qué percibía como igual Cervantes, aunque en realidad fuese distinto y
que percibía como distinto, que para un lector de hoy podría parecer igual.
Por ejemplo, en una frase
como ¿eres turco de nación o moro o renegado? (1615, Quijote) se aprecia inmediatamente
que el componente común es ser lo que hoy llamaríamos musulmán, pero que
a Cervantes lo que le importa es la diferencia entre el musulmán de oriente (el
musulmán como estructura política, si se quiere), el turco, el musulmán
magrebí (o el musulmán en general, como opuesto a cristiano), el moro, y
el musulmán procedente del cristianismo, el renegado, lo que llevará a
preguntarse qué tipo de adjetivos y descriptores se asocian con cada uno de
estos tres términos y qué caracterización hace el autor de los personajes que
pertenecen a uno de esos tres grupos. También, por supuesto, obligará a
preguntarse por la palabra musulmán o sus sinónimos en la obra
cervantina y por cuáles de las obras contienen más o menos de estos elementos. Evidentemente,
también interesará saber si Cervantes tenía un concepto de árabe y cuál
era éste, de existir. Como rasgo peculiar de la cultura española está también
el morisco, cuya situación entre dos mundos culturales será muy
perceptible en la obra que se analiza.
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Beny Beny Chimeti, Jijona. |
Desde una sociedad
occidental, laica, es muy difícil hacerse hoy a la idea de cómo era el
pensamiento religioso cristiano en el siglo XVII; desde una sociedad musulmana
quizás sea más sencillo. En todo caso, en la realidad de una ciudad musulmana,
como la Argel en la que pasó cinco años y medio cautivo y que, por tanto
conoció muy bien, hay tres tipos de personajes por la religión y dos por su
nación. Los nacionales son los españoles y los turcos. Los últimos son, por su
religión, moros, los primeros son cristianos (normalmente
cautivos, algunos mercaderes y algunos frailes) o renegados. El turco es
enemigo. El renegado a veces ayudará, como español, a veces será enemigo como
el turco, por su condición de moro, de musulmán. Para Cervantes el renegado,
además, es en el fondo un cristiano, o cobarde o errado, pero no alguien que
sinceramente haya aceptado una religión diferente. Los renegados que se han
integrado plenamente en el Islam son tratados como turcos y se sitúan en los
mismos esquemas de comportamiento que estos. Cervantes no concibe que un
cristiano pueda dejar de serlo y convertirse sinceramente al Islam. Cuando acepta
lo contrario, es decir, que un musulmán se convierta al Cristianismo, en la
mayoría de los casos se trata de mujeres. Los mundos masculinos son mundos
opuestos.
En la obra cervantina no
aparece la palabra islam, mientras que musulmán, con la forma mosolimán,
nada más lo hace en dos casos, ambos en 1613, en la novela ejemplar de El
amante liberal, el primero en
plural y el otro, de modo que indica que Cervantes sabía que no era una palabra
corriente, en este pasaje: ¿Cómo, siendo tú mosolimán (que quiere
decir turco), me salteas como cristiano? Es interesante que la
identificación no sea con moro, lo que indica que se percibe la palabra
como una forma oriental.
Sólo en una ocasión, en el capítulo LIII de la segunda parte del Quijote,
aparece la palabra mahomético, referida a su autor apócrifo, Cide Hamete Benengeli:
“Esto dice Cide Hamete, filósofo mahomético”. En la lengua de Cervantes, la
palabra preferida para referirse a los musulmanes por su religión era moro/-a,
que tenía, por tanto, dos acepciones, la de ‘musulmán’ y la de ‘natural de la
Mauritania romana, es decir, del Magreb de los árabes’.
En
cuanto a la palabra árabe y sus derivados, tampoco es significativa. Lo
referente a la nación, lo que hoy sería la nación árabe, para Cervantes
son los turcos. Arábigo es el nombre de la lengua o su escritura
(tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía, y vile con caracteres que
conocí ser arábigos, Quijote, I, cap. IX). Cuando se aplica a un
personaje, como en (ibidem): “volviendo de improviso el arábigo en
castellano, dijo que decía: Historia de don Quijote de la Mancha, escrita
por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo” lo que se quiere expresar
es que Cide Hamete es un [supuesto] historiador que escribe en árabe, no que
fuera árabe como nacionalidad. Puede
referirse a “raza”, que es lo que significa nación en este texto: “Si a
ésta se le puede poner alguna objeción cerca de su verdad, no podrá ser otra
sino haber sido su autor arábigo, siendo muy propio de los de aquella nación
ser mentirosos; aunque, por ser tan nuestros enemigos, antes se puede entender
haber quedado falto en ella que demasiado.” Como adjetivo relacionado con Cide
Hamete tiene variantes en veta irónica: “Cuenta Cide Hamete Benengeli, autor
arábigo y manchego”. Arabia es la región geográfica, una tierra mítica
de oro y perfumes. Los árabes como pueblo son los beduinos de Arabia,
que se caracterizan por vivir en tiendas: “los árabes, de mudables casas” (Quijote,
I, cap. XVIII).
Otro
término de interés lingüístico es el de aljamiado, una vez en Don
Quijote y otra en el Persiles, palabra, por tanto, de la última
época cervantina, pues falta en el léxico de las obras anteriores. Se usa exclusivamente
como variante de arábigo, para referirse a la lengua árabe o a su
escritura. De los intereses lingüísticos de Cervantes, que se
manifiestan en la inclusión de varias frases breves en árabe en varias obras,
participan, como es natural, los arabismos.
Morisco
tiene tres acepciones: la que se refiere al hombre o la mujer, a la cultura y
los objetos característicos de ambos y la que se refiere a la lengua. En
términos semánticos, moro es el vocablo que tiene la mayor amplitud
semántica, el que se sitúa en el vértice de los hiperónimos, por ello tanto él
como sus derivados son siempre los que ofrecen mayores opciones de
generalización semántica. Buen conocedor de Berbería, Cervantes sabe por
experiencia propia que el morisco es en buena parte ajeno a esa cultura, con la
que tampoco se sentirá cómodo y que, en consecuencia, la expulsión no les ha
permitido reencontrarse con su identidad entre los musulmanes, sino que su
identidad se definía precisamente en los reinos cristianos de los que fueron
obligados a salir. El morisco vivirá la contradicción de su origen moro,
de su raza mora, y su integración en la sociedad cristiana, que puede ser
total, con su sincero cristianismo, sobre todo en las mujeres, pero también en los
hombres. Dos cosas, sin embargo, quedan claras. Del lado cristiano, que no hay
posibilidad de aceptación sin conversión sincera al Cristianismo. Del lado
musulmán, que incluso los que son musulmanes sinceros no se integran en el
ambiente musulmán del Imperio Turco, porque sus patrones culturales han cambiado
y no se reconocen en el Islam norteafricano.
Turco,
como se ha reiterado, es
término amplio. Como turco de nación se refiere al musulmán de
nacimiento, excluye al renegado y al morisco. El femenino turca se usa
en ocho ocasiones, cinco de ellas para contraposición entre turca o
cristiana, como equivalente de mora, con el sentido de “musulmana”,
una de ellas en la frase que, en realidad, tiene valor del cuantitativo todo
o el indefinido cualquiera: “Que
seas turca o seas cristiana, a mí no me importa cosa” (La gran sultana).
Fuera del uso predominantemente administrativo o político, como adjetivo se usa
turquesco/-a.
Hasta aquí las definiciones de carácter general, con sus
consecuencias inmediatas: Cervantes ve el mundo como un enfrentamiento entre
dos culturas, cuyos términos políticos son el Imperio español frente al imperio
turco. Su traducción al mundo religioso es más compleja, porque existen dos
categorías intermedias entre cristiano y musulmán, el morisco y el renegado,
dos grupos que no acaban de integrarse en el ambiente donde viven y que
constituyen muestras ejemplares de la complejidad de los contactos culturales y
de cómo, cuando estos son excluyentes, causan dolor a los seres humanos. El asunto es amplio y habrá que volver a él.