No olvidaré a tu madre, porque a lo
largo de los años he reunido muchos recuerdos y he registrado todos sus cuentos.
Éste es mi favorito: tus padres paseaban por la calle y tu madre miraba
escaparates. En eso algo le llama particularmente la atención, suelta el brazo
de tu padre y detiene su marcha. Cuando la retoma, toma el brazo de tu padre,
pero sigue mirando escaparates unos cuantos pasos, hasta que levanta la vista y
ve a tu padre, muerto de risa, unos pasos más adelante. Distraídamente había
tomado el brazo de otro hombre, que por gentileza no había dicho nada. Y tu
padre, advirtiendo el error, tampoco. Según Carmen, no le perdonó ese silencio
por varios días. Sé que conoces el cuento mejor que yo, pero permíteme que lo
evoque porque describe muy bien a sus protagonistas.
No olvidaré a tu madre. Su belleza
(que hereda tu hija Elvira), su sonrisa, su fe en la educación, su amor por su
marido, su orgullo por sus hijos, nietos y bisnietos. No olvidaré su breve y
contundente bendición antes de comer: “El que nació en Belén bendiga esta mesa.
Amén”. No olvidaré un solo rincón de su casa, donde me recibió con tanta
hospitalidad, ni el retrato de la sala, pintado por su hermano, lo que me trae a
la memoria toda la serie de cuentos relacionados con su infancia, adolescencia y
juventud vascas. No olvidaré las historias de la guerra, ni la bota del
miliciano. El último recuerdo me lo aporta Sole al describirme la manera
admirable en que tu madre transitó su último mes de vida.
Nuestras madres han muerto mayores.
Pertenecieron a una generación fuerte. Fueron grandes dadoras de vida y, quizás
por eso, les costó morir. Construyeron sus familias según el modelo de las
fuertes familias de las que provenían. Y fueron grandes defensoras de esa
construcción, con una fe en la institución familiar que hoy parece ausente.
Mujeres convencidas de que su gran obra eran sus cinco hijos.
Toda esa generación ha muerto.
Cuando se vaya Laura Monti, la ultimísima de mis mayores, sentiré un vacío
enorme. El vacío de los que me protegieron, de los que admiré, de los que me
estimularon con su ejemplo. Y no sé si mi generación sabrá dejar un legado tan
claro.
No olvidaré a tu madre y me alegro mucho de haberla conocido.