1956, primer disco duro |
https://www.academia.edu/38972909/Las_humanidades_digitales_y_la_ense%C3%B1anza_de_lenguas).
Por eso, ante la afectuosa solicitud de antiguos alumnos y compañeros, me ha parecido que podría ser útil dedicar el espacio de este mes del blog a estas cuestiones, de una manera general.
La primera sorpresa es que la preparación de las clases virtuales exige más trabajo que la de las clases presenciales. Es inevitable recordar ahora las caras de mis colegas de UTSA cuando se referían a mi horario, como si fuera la computadora la que me diera la clase de subgraduados y eso siempre con todo el cariño y el muy buen ambiente sanantoniano. Quienes se alegraban de que, según ellos, las clases virtuales me dejaran tanto tiempo para estudiar y escribir, ahora han experimentado lo que es una clase por internet y su opinión ha cambiado. No dejan tanto tiempo. Nada hay como la experiencia propia.
El computador es hoy, comparado con lo que era hasta hace poco, un aparato bastante sencillo; pero para buena parte del trabajo virtual y la consideración de muchos estudiantes, obsoleto. Las aplicaciones de más éxito funcionan en los teléfonos llamados "inteligentes", con un indudable eufemismo. Los estudiantes, en general, llevan años de ventaja a sus profesores en el uso de esos aparatos; pero se ha demostrado que la capacidad de adaptación del docente es enorme. Una de mis colegas, enemiga siempre de todo lo que fueran máquinas en la enseñanza, termina ahora sus correos electrónicos con el mensaje SÍ SE PUEDE, bien en mayúsculas.
Todo es más sencillo si se planifica previamente. Las verdades de Perogrullo siguen siendo verdades en el mundo electrónico. La improvisación se lleva mal con las máquinas, salvo en los juegos, que están preparados precisamente para que el jugador improvise. En esa planificación hay que tener en cuenta, en primer lugar, los medios disponibles, los del profesor y los de los alumnos. Quizás haya menos tabletas de las necesarias; pero hay muchos teléfonos y una clase virtual se puede preparar para el teléfono. La necesidad de hacerlo impulsará nuevos y mejores programas, con su versión telefónica.
Para no complicar demasiado las cosas, en este blog, se podría plantear la actividad de la clase en cuatro puntos: la presentación teórica, los ejercicios de comprobación, la creatividad del alumno.y el trabajo en grupo. Fuera de la clase hay toda una cohorte de necesidades, especialmente la información, la comunicación, con el incremento del correo electrónico, con alumnos y, sin remedio, con sus familias. Esta parte comunicativa en muchos casos ya existía, recuérdese el popular personaje de "la tita infame"; ahora, al haber desaparecido las reuniones en persona con los tutores o con los profesores, se ha incrementado la comunicación por computador. Muchos centros informaban de sus programas y de sus actividades electrónicamente, incluso con recursos como Facebook o Twitter, que ya forman parte del vocabulario familiar cotidiano. La matrícula por internet no es ninguna novedad. Lo que el trumpavirus ha permitido comprobar es que el sistema educativo español estaba mejor preparado de lo que parecía.
Los alumnos esperan que sus profesores les den la clase. Es un error bastante frecuente (me incluyo) pensar que hay clases, documentales, conferencias estupendas en YouTube, por ejemplo, y que los alumnos se beneficiarán más de ello. Los estudiantes siempre tienen esos medios a su disposición, su profesor, en cambio, es suyo y en general prefieren sentir que está con ellos. Está muy bien apoyarse en fragmentos o clips externos, muchas veces con imágenes, fijas o móviles, que uno no podría hacer; pero es recomendable que no sobrepasen cinco o seis minutos de duración. La atención del estudiante se dispersa y, en casa, más. Tampoco está en casa la mirada comprensiva del profesor, adjetivo que utilizo deliberadamente, porque los profesores sabemos cuándo hay que dejar que un alumno se distraiga unos momentos y cuándo hay que requerir la máxima atención, los padres o la tita no tienen por qué saberlo y pretenden que el alumno esté tres horas seguidas sin levantar los ojos de la pantalla, simplemente porque en ella siempre hay algo. Cuando la enseñanza es síncrona y el profesor siempre puede ver las caras de sus alumnos, es más fácil, aunque sea más pesado, estar pendiente de quién atiende y quién no, o de quién se está enterando y quién vaga por los espacios siderales. Además, poder preguntar a los alumnos y que los alumnos puedan preguntar es importante.
La parte asíncrona puede dejarse para los ejercicios, con la ventaja de que las plataformas existentes permiten manejar todos los tiempos como se quiera, se pueden poner limitaciones de minutos a cada pregunta. Si no se contestó en un tiempo, aparecerá la siguiente de modo automático. Se puede limitar también el tiempo del ejercicio en conjunto y asimismo las fechas de entrega. He practicado con éxito la táctica de que se pueda entregar tarde, pero entonces valga sólo la mitad o el porcentaje que se estime. Después de una o dos veces, la mayoría entrega sus ejercicios electrónicamente cuando corresponde. Golpear el reloj no mata el tiempo. Todos los ejercicios, con tiempo y paciencia, se pueden construir para que sea el ordenador quien los corrija y puntúe. Incluso los de composición, siempre que no se trate de corregir una composición completa, sino sólo los aspectos de ella que se consideren esenciales, como el uso de formas verbales, partículas, presencia o ausencia del artículo, esas cosas. Hay que invertir mucho tiempo en la preparación de los ejercicios, es cierto; pero se ahorra tiempo de corrección, que se puede invertir en poner observaciones a los alumnos. También se puede aprovechar la retroalimentación que envíen. Los alumnos, en general, están acostumbrados a resolver preguntas y jugar con el teléfono o el ordenador y los ejercicios, aunque no sean un juego, entran bien en esa mentalidad.
Claro está que hay profesores más dotados que otros para esa faceta creativa de los ejercicios; pero no hay que irse a ningún extremo. Cuando empezamos nuestras carreras, todos pensamos que sólo los alumnos más inteligentes comprenden nuestro sentido del humor. Perdemos esa ilusión cuando tenemos hijos. Claro que cuando entran en la universidad nos hacen recuperar un poco nuestra autoestima, necesitan más dinero. La aborrescencia es dura. He escrito miles de ejercicios para la corrección automática y he aprendido mucho de las notas que me ponían mis alumnos y que, casi siempre, permitían mejorarlos y beneficiar a los siguientes. No hay que pensar que estemos en un período transitorio, es razonable pensar que se seguirán manejando esos recursos. Esta situación inesperada ha demostrado que existe una gran creatividad en el mundo educativo y además, ha hecho ver a las familias que la tarea de la escuela no es algo que pueda hacer cualquiera.
Estas breves notas serían estupendas si los lectores (gracias al que haya llegado hasta aquí) pensaran que ya sabían todo esto. Para terminarlas se harán unas referencias a dos aspectos creativos de la clase. Las clases se pueden dividir virtualmente en grupos pequeños, de dos o de tres alumnos y el profesor irá recorriendo esos espacios virtuales e interactuando con ellos. Previamente, se habrá asignado un trabajo para que cada grupo haga una parte, es decir, que no conviene improvisar, aunque a veces pueda resultar. El trabajo en grupo es mucho más formativo de lo que parece al principio, siempre que se respete un principio básico: los grupos deben cambiar sus miembros constantemente. Si los estudiantes quieren reunirse virtualmente después de clase y trabajar en sus grupos de amigos, estupendo; pero en clase los grupos deben variar, porque todos tienen que trabajar con todos. Crear un ambiente virtual de clase no es fácil, tampoco lo es en la clase presencial; pero el computador da la ventaja de que el profesor aísla electrónicamente a quienes quiera que trabajen juntos. Otro aspecto creativo que puede resultar atractivo es crear un blog o, si se puede, varios, un espacio en donde los alumnos puedan incluir preguntas, datos y enlaces externos, impresiones propias y, en las clases de lenguas, poemas, suyos o ajenos, chistes, anécdotas. Hay muchas herramientas para hacer blogs. Éste mío no es un buen ejemplo, ya me he instalado en la comodidad de lo que manejo y no veo una exigencia de cambiarlo. Me importa más presentar un contenido útil. Quisiera que éste lo fuera; pero de no ser así, porque todo el mundo sabe más de lo que aquí se ha dicho, bárbaro.