Cuando mis alumnos de Historia del Español o
de otra materia con enfoque histórico empiezan a darse cuenta de que las cosas
no son exactamente como ellos pensaban, les hago -con esta misma fórmula o con
otras parecidas- esta pregunta: ¿En qué medida, por medio de qué instrumentos y
en qué aspectos considera usted que su aportación a la Filología puede
modificar y mejorar el curso de esa ciencia? En Filología queda mucho por hacer,
ni siquiera está hecha la mayor parte del trabajo. Tampoco se podrán enumerar a
continuación todas las posibilidades, por lo que se señalarán tres líneas entre
otras posibles. La primera de ellas corresponde a la revisión y reconstrucción
del trabajo previo a partir de los datos aportados por nuevas perspectivas o
descubrimientos o por innovaciones metodológicas. Por ejemplo, un campo que no
se ha tenido en cuenta en los manuales es el referido a la crítica feminista,
que incluye aspectos tan importantes filológicamente como La Querelle des
femmes (‘la Querella de las mujeres’), que ya interesan a un número creciente de investigadores.
Libro de Alexandre (h. 1205) |
Una segunda línea podría ser la computacional,
con sus muchas variantes, desde las bases de datos a la "hidráulica colectiva" de fuentes en colaboración (crowdsourcing). El computador requiere un cuidadoso trabajo de
preparación de los programas aplicables, que sólo puede hacer el crítico, tras
la investigación preliminar y el replanteamiento de viejas cuestiones. Por
ejemplo, el editor de textos medievales y clásicos, más que el de textos
modernos, está limitado por la exigencia de su trabajo sobre copias que ya han
sido objeto de un trabajo previo de «edición», en el sentido de los problemas derivados
de la transmisión de la obra y que, con seguridad, no siempre se han atenido a
los mismos criterios formales. Como el ordenador no puede tener en cuenta preferencias
subjetivas -pues no es sujeto- no puede dejarse desviar por éstas: el único
subjetivismo posible será el del analista del programa o programas. Sin
embargo, esto no es óbice para la presencia del editor humano, cuya actuación
está necesariamente presente en aspectos como la selección de los textos y su justificación, el etiquetado (o marcado de rasgos «significativos») o la respuesta a preguntas hechas desde algún tipo de
menú. En ambos casos, empero, los procedimientos que se van a seguir deben expresarse
de modo explícito. Una vez que se ha hecho así, el computador sigue estos pasos
sin desviación. Con ello no se quiere decir que el ordenador haga posible
llegar a la cima de la edición «definitiva», sino que siguiendo un conjunto preciso
y precisado de criterios será imposible obtener un texto mejor que el que, con
esos criterios, valga la insistencia, se haya conseguido. Se repite a menudo,
pero parece ser que nunca bastante, que el computador es incapaz de hacer algo
por sí mismo. A quien corresponde tomar las decisiones es al filólogo.
La edición tampoco es el único trabajo posible
del filólogo. El estudio informático del cambio lingüístico, desde la
recopilación de corpus cada vez más completos y corregidos, hasta la
posibilidad de simular sobre datos exactos (en lo posible) todos los
procedimientos, reglas y cronologías relativas que se quieran, abre nuevos
campos que se amplían progresivamente.
En tercer lugar, cabe plantearse el trabajo
posible desde la relación con otras ciencias. La combinación de Arqueología o
Filología goza de una larga tradición; pero la Arqueología del siglo XXI no es
la del siglo XIX y esos cambios deben reflejarse. A veces la Arqueología y la
Filología mejoran combinándose con la Bioquímica, lo que origina toda una línea
de investigación en genes, pueblos y lenguas. Que los resultados sean
imprecisos o discutibles no significa que se deba abandonar una vía,
simplemente que habrá que mejorar el método y quizás replantearse el enfoque de
la investigación. Hoy se sabe mucho más, por ejemplo, del ADN de los pobladores
prehistóricos de Europa o del Norte de África que de las lenguas que hablaban. Mayor
novedad y excepcional interés ofrece la aplicación combinada de Física,Ingeniería y Filología, mediante la adaptación y evolución de técnicas y
maquinaria que originariamente se concibieron para otros usos; pero cuya
aplicación a la Filología abre caminos de indudable interés. El desarrollo de
instrumentos para analizar el interior de los cuerpos opacos, como los rayos-X
y todas las variantes de esa radiación, completan lo que antes sólo mejoraba la
lectura superficial, como la lámpara de cuarzo y la luz ultra-violeta o la
infrarroja. La investigación del siglo XXI incorpora ya la posibilidad de leer
un libro cerrado, penetrando capa a capa en sus páginas y esa posibilidad
ofrece posibilidades tan sugerentes como, por citar ejemplos reales, la
recuperación de los fragmentos de libros antiguos que sirvieron para
encuadernar otros más modernos o la lectura de volúmenes completos carbonizados
en un incendio, como el producido por la erupción del volcán Vesubio en el año
79 d. JC que destruyó las ciudades de Pompeya y Herculano en el sur de Italia.
Estas técnicas permitirán la recuperación de fragmentos e incluso de textos
completos dados por perdidos, que obligarán a revisar el trabajo filológico
anterior.
Me
gusta pensar que los nuevos filólogos tendrán abierto un camino que sólo he
podido entrever y que se irán encontrando soluciones. Y también me gusta recordar
que la Filología es la ciencia que enlaza las Humanidades con la Técnica y que
gracias a ella se podrán reconstruir con detalle los espacios lingüísticos que
han ido dando origen, en la Historia, a las culturas que nos identifican. Sin
el latín, por ejemplo, Europa sería sencillamente impensable; pero el latín no
es sólo la lengua de Roma, es la lengua que ha ido cambiando o haciéndose
presente en otras lenguas (románicas o no) que hoy día definen la presencia de
la cultura europea en el mundo: el nuevo rapto de Europa.