La formación del español y su “eclosión” en el siglo X en las Glosas
Emilianenses implican una buena cantidad de mitos y visiones desenfocadas de
la realidad histórica y lingüística de la Península Ibérica, las Islas Baleares
y las provincias romanas de África. Sigue siendo necesario referirse a la
pervivencia del mito biologicista; pero en esta presentación se atenderá con la
brevedad requerida por este medio lo que se caracterizará, en principio, como un
desenfoque y tres mitos.
Tres mitos han condicionado la visión de España,
sus características, su formación y su desarrollo medieval. El primero de ellos
es el del vascuence como lengua prerromana. Los vascones de Estrabón
eran celtíberos. Los hablantes de euskera, como grupo para establecerse,
llegaron a Hispania en el siglo VI después de Jesucristo, poco más o menos cuando los visigodos iban
cambiando el reino de Tolosa por el de Toledo, contra el segundo mito, el de la
temprana instalación de los visigodos en Hispania. Los visigodos entraron en la Península Ibérica en el siglo V d. JC en varios momentos, para expulsar a los vándalos, por ejemplo; pero mantuvieron su capital en Tolosa, hoy Toulouse, en Francia. Su instalación con centro en Toledo se produjo también en el siglo VI d. JC. La causa, en ambos casos,fue el empuje de los francos y sus victorias. Mientras que la Galia cambió su nombre por el de los conquistadores germánicos: Francia, porque estos conservaban su lengua germánica, Hispania, que recibió a unos visigodos hablantes de latín tras varios siglos dentro de las fronteras del Imperio, mantuvo el suyo y no se llamó Gotia. Eso, adviértase, no hace a los visigodos ni a los hispano-romanos "españoles", su percepción del mundo y su proyección de la vida desde esa percepción hacia un futuro, su vividura, no eran las que caracterizarán a los españoles siglos más tarde.
Kahina o Dihya, Khenchela, Argelia |
El tercer mito, de consecuencias
más graves, es el de la conquista de Hispania por musulmanes arabófonos. Quienes llegaron a la Península Ibérica en 711 no podían saber árabe, porque no había tenido tiempo para aprenderlo. Conviene recordar también que la conquista musulmana del Mogreb o noroeste africano no fue sencilla. No sólo Cartago tuvo que ser conquistada tres veces, sino que todavía se mantiene el mito de Dihya (Daya Ult Yenfaq Tajrawt), llamada al-Kâhina 'la sacerdotisa profetisa' en árabe, a quien se atribuye entre los bereberes hasta hoy la oposición a los conquistadores árabes y una resistencia legendaria, plasmada en la literatura oral.
La
conquista de Hispania se inició ese año 711 a partir de Ceuta, una ciudad del Imperio bizantino, donde se hablaba latín
desde hacía siglos, por grupos de bereberes latinizados que no podían saber
árabe, salvo en los casos de sus jefes, como Tariq, que tendrían que
comunicarse con los directores de la operación, musulmanes árabes como Muza.
Al-Andalus se fue convirtiendo en una parte del mundo árabe-musulmán en un
proceso que duró algún tiempo, lo que no impide aceptar que la incorporación de
Al-Andalus a ese mundo fue completa, sin que tenga sentido seguir hablando de
“España musulmana” o “islam cristianizado”. Los musulmanes africanos llevaron
sus variantes afrorrománicas en la conquista y eso facilitó la comunicación con
los iberorromanos.
Cuando el árabe se impuso, a lo largo del siglo VIII, esas
variantes afrorrománicas e iberorrománicas fueron desapareciendo del territorio andalusí; pero al norte, el
choque de euskaldunes, vasco-latinos, hispano-latinos y afro-románicos en la zona de la Bureba, entre Burgos, Vasconia y La Rioja, propició el desarrollo de variantes integradas de intercomprensión. La
llegada posterior de los andalusí-románicos se sumó y permitió la formación
verdadera de la lengua que a finales del siglo XV llegó a ser el español.
PARA IR MÁS LEJOS
No es misión de este cuaderno presentar los temas en toda su complejidad, para eso está la bibliografía científica. El tema tratado aquí implica una serie de consecuencias tan graves como la necesidad de reescribir la Historia de la lengua española desde la Prehistoria hasta al menos el siglo X J.C. Por ello se ha considerado conveniente introducir algunas referencias, mínimas, para seguir avanzando:
González Ollé, Fernando
(2016): «Vascones y vascuence. Historia (para romanistas) de una relación», Revista Iberoamericana de Lingüística, 11, 35-172.
Marcos Marín, Francisco (2016): «Los posibles contactos africanos del romance andalusí», Antes se agotan la mano y la pluma que su
historia. Magis deficit manus et calamus quam eius hystoria. Homenaje a Carlos
Alvar, I, San Millán de la Cogolla, Cilengua, 199-216.