Hace mucho que quería escribir sobre la amistad, sobre la amistad y, de alguna manera, por ello, sobre el amor. Las dos palabras están relacionadas y también se relacionan con "ameno". Los lingüistas ven muy plausible su relación con expresiones infantiles (italiano mamma, español mamá, vascuence ama, latín amita 'tía paterna') e incluso con el testimonio de uno de esos radicales comunes a todas las lenguas del mundo, el radical -M-. Se trata en consecuencia, de términos que categorizan relaciones sentidas muy profundamente, muy básicas. Una muy querida amiga ha estudiado precisamente la amistad y hay un amplio despliegue de escritos que, con mayor o menor fortuna, la han tratado.
Aristóteles, sin duda el gran categorizador de la Antigüedad, hizo una primera clasificación tripartita (libro octavo de la Moral a Nicómaco) que sigue sirviendo.
En primer lugar tendríamos la amistad del placer, es decir, la que nos hace juntarnos con otros con quienes compartimos aficiones, diversiones: con éste vamos de tapas, con este al cine, con aquél, a jugar al fútbol o a verlo. La segunda es la amistad del interés. Aclaremos, del interés lícito: esta amiga nos ayuda con las matemáticas, aquél conoce a quien puede sacarnos de un apuro con el auto, éste sabe dónde comprar las mejores chuletas de cordero y ése hace las mejores paellas. Nosotros, seguramente, también servimos para algo, porque todos tenemos amigos así y somos así amigos de alguien. Como dice el Estagirita: "cuando se ama por interés y por utilidad, sólo se busca en el fondo el
propio bien personal. Cuando se ama por placer, sólo se busca realmente
el placer mismo. En estos dos casos, no se ama aquel que se ama por lo
que es realmente, sino que se le ama sólo en tanto que es útil y
agradable. Estas amistades sólo son amistades indirectas y accidentales;
pues no se ama porque el hombre amado tenga tales u cuales cualidades,
cualesquiera que por otra parte sean ellas; sino que se le ama en un
caso por el provecho que procura y por el bien que facilite, y en otro
por el placer que proporciona."
Está claro que lo que sucede con estos modelos basados en lo efímero es que, a la larga, crean insatisfacción. La prueba de fuego es la permanencia, que es lo que da profundidad. Ahí es donde se requiere un principio que opere a lo largo del tiempo, un principio que no puede ser corporal, en esa dicotomía de cuerpo y alma tan helénica. La amistad más profunda, en consecuencia, es la amistad espiritual. "La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas." Alma, aquí, es simplemente un principio activo, como activo es el órgano que se menciona luego. "La amistad perfecta es la de los hombres virtuosos y que se parecen por
su virtud; porque se desean mutuamente el bien en tanto que son buenos, y
yo añado, que son buenos por sí mismos. Los que quieren el bien para
sus amigos por motivos tan nobles son los amigos por excelencia." Anteriormente se ha preguntado si es una exigencia de la amistad la bondad, si se puede amar a quien, diríamos hoy, no lo merece. No con amistad perfecta, podríamos responder ahora. Por eso son tan terribles los desencantos, las pérdidas del sentido común de las vidas, cuando las personas se hacen conscientes de que esa unión perfecta era ilusoria.
En realidad, incluso con nuestros mejores amigos, lo que tenemos es una mezcla de los tres tipos. Aunque hayamos pasado años sin un intercambio de utilidad, sabemos cuándo recurrir a la parte útil de un amigo y, sin duda, siempre esperamos de esa relación algún placer compartido. Cuando pasan los años, la necesidad de la amistad útil crece, porque lo hacen nuestras necesidades.
¿Se puede amar lo perenne o sólo hay verdadero amor a lo que es eterno? Es otra pregunta del filósofo. Ocurre rápidamente la reflexión de que en tiempos en los que lo trascendente no cuenta, los amores son efímeros. Seguramente es una simplificación que esconde el deseo de vivir esa perfección. El maestro lo advierte y se inclina por el papel fundamental de la continuidad: "La amistad sólo es completa cuando media el concurso del tiempo y de
todas las demás circunstancias que hemos indicado; y gracias a estas
relaciones llega a ser igual y semejante por ambas partes, condición que
debe existir también cuando se trata de verdaderos amigos."