He tenido ocasión de reseñar recientemente un libro que me parece merecedor de reflexión. Se trata del editado por Ángela Di Tullio y Rolf Kailuweit, El español rioplatense: lengua, literatura, expresiones culturales. (Madrid-Francfort: Iberoamericana-Vervuert,
2011. Pp. 319. ISBN 978-84-8489-636-4). Resumo algo de lo dicho en la recensión crítica, suprimo las observaciones formales y añado otros detalles.
Aunque los compiladores dividen los trabajos, con buen criterio, en cuatro secciones, en opinión de este crítico se pueden analizar en tres: estudios sobre
caracterización lingüística específica o general (Virginia Bertolotti, Andrea
Pešková, Christph Gabriel, Ingo Feldhausen, Esther Rinke), contribuciones sobre la
constitución propia de la variedad argentina, entre rechazo y aplicación de la
norma general (Antonella Cancellier, Valeria Sardi, Guiomar E. Ciapuscio, Carla
F. Miotto, Ángela di Tullio, Rolf Kailuweit, Kathrin Engels), y artículos de
tipo empírico (Jaqueline Balint-Zanchetta, Christoffe Apprill, Stefan Pfänder,
Facundo Nazareno Saxe). Estos últimos están generalmente basados en corpus, en
los que se analizan los rasgos lingüísticos e identitarios con base en obras
literarias y en el tango. Llama la atención el hecho de que ninguno de los
autores tiene apellidos españoles criollos. Su herencia cultural, por lo tanto,
tendrá tintes centroeuropeos o "tanos", algo perfectamente asumible; pero que
conviene señalar para el lector general. Éste hallará una abundante información y
una rica variedad de ejemplos que da a este volumen interés y utilidad para
investigadores y docentes, dentro de que, como toda obra colectiva, se puedan
encontrar desiguales las contribuciones. El español, el francés, el italiano,
dialectos y variantes de todos ellos, con las referencias oportunas al inglés
y, de manera polémica, al gallego (Eva Gugenberger), muestran el trabajo arduo
dentro del espacio de lenguas en cruce.
Se parte de asunciones, como que hay una oralidad
totalmente espontánea y una representación literaria de la realidad. Los
compiladores, en su introducción, son claros en su negación de que la lengua
objeto de la lingüística sea sólo la lengua oral y argumentan con buen criterio
que el texto literario es un producto también lingüístico. Muy oportuna es su
postura de que el vínculo entre oralidad y argentinidad les parece anacrónico.
Quedará claro en las contribuciones que los rasgos lingüísticos específicos
argentinos se presentan y se quieren presentar en la obra literaria. Algunas de
sus consecuencias resultan útiles en el contexto de la formación de las
variedades lingüísticas de los Estados Unidos. Así, en la página 230, K. Engels
y R. Kailuweit apuntan la idea del desarrollo y pervivencia del cocoliche
(habla mixta ítalo-hispana) como lengua del aprendiz, una variedad aprendida y
mantenida a partir de la segunda generación, que ya domina la variedad local,
porteña en el entorno estudiado. Esta segunda generación, que se expresa
habitualmente en el castellano del área, aprende el cocoliche. Esta
circunstancia puede estar apareciendo en el desarrollo de las hablas mixtas que
se agrupan bajo la denominación de ‘spanglish’, que aparece con cierta
frecuencia como recurso lingüístico de identidad en hablantes que dominan el
inglés e, incluso, las dos lenguas, cual se aprecia en escritores y profesores
tejanos como Norma Cantú.
Es recurrente en los estudios incluidos la cuestión
del Estado y la lengua nacional argentina, aunque los autores se inclinan por
una caracterización de usos rioplatenses (ambas orillas, argentina y uruguaya),
frente a usos del interior de la Argentina. Los editores destacan el papel
fundamental de la inmigración europea, con su doble función de consolidación de
las instituciones e instrumento de población. Frente al inmigrante, el
autóctono estaba alfabetizado, ejercía sus derechos cívicos y estaba empleado.
Si bien la educación era una palanca de movilidad social, el sistema escolar no
creaba una clase “culta” por sí mismo, sino que, por sí mismo, recuérdese, sólo podía
proporcionar una base “semiculta”, que favorece un tipo de escuela externa a
los aspectos más profundos de la producción cultural. Como se observa en los Estados
Unidos también ahora, los productos de esa escuela son lectores de diarios,
revistas y folletines. El resultado en la Argentina de ayer como en los Estados
Unidos de hoy es el incremento de esos medios de comunicación semicultos, sin
olvidar que en la época argentina de referencia (fines del XIX, principios del
XX), no existían ni la radio ni la televisión, es decir, que toda esa formación
se concentraba en las publicaciones impresas. Las manifestaciones prototípicas
de ese espacio cultural creado por la relación estrecha entre Argentina y Uruguay
son el tango y el sainete criollo.
La modalidad rioplatense se define por una serie de
rasgos lingüísticos que son considerados dentro de una escala de
posicionamientos que van desde la simple variante hasta el germen de una nueva
lengua nacional. Es muy interesante y está bien documentada la aportación de
Juan Bautista Alberdi a la evolución de las ideas sobre el español de la
Argentina. Ciapuscio y Miotto (pp. 169 ss.)
no presentan la consecuencia de que existan dos niveles que constituyen
una diglosia, A, el francés y B, el argentino, que sí será explícita en
artículo siguiente, de Di Tullio. Una figura crucial, como Miguel Cané, expresó
perfectamente (p. 194) las limitaciones de la educación lingüística del rioplatense
por el desequilibrio en su trato con los libros franceses y la literatura
española: “Las primeras impresiones positivamente desagradables que sentí
respecto a la manera con que hablamos y escribimos nuestra lengua, fue cuando
las exigencias de mi carrera me llevaron a habitar en el extranjero, países
donde también impera el idioma castellano”.
En esta parte central del libro también se dedica
espacio a la distinción entre la construcción con las preposiciones de o en
del sintagma “español de/en la Argentina”. Como se aprecia, este tipo de
discusiones tienen lejanos antecedentes y son permanentes. La percepción como
problema de la variedad rioplatense (o de cualquier otra variedad
hispanoamericana) no es exclusiva de los
españoles de España o de América, sino que está muy presente en las corrientes
que se mantienen con fuerza. Particular importancia tiene la educación; pero
también la prensa participa de esta idea en muchos períodos. Respecto a la participación de foráneos en las
discusiones, es oportuno recordar la cita de Victoria Ocampo (p. 198): “El
extranjero de fama trata de dar respuestas sentidas; pero el hecho es que, por
lo general, sólo despierta protestas. Si es irónico, lo encuentran superficial;
si es sincero, insolente. Al fin de cuentas, le darán la espalda”. Por lo general, debajo de la cuestión
lingüística hay un planteo de actitudes temerosas ante el supuesto
neo-imperialismo español, a cuyo servicio estaría la lengua. Esta actitud no ha
desaparecido y produce un antagonismo que se muestra en cada crisis económica y
se manifiesta léxicamente en términos extremos como “gallego bruto” y “sudaca”.
Ambos términos reflejan por igual el espíritu de campanario.
Desde el punto de vista lingüístico y cultural –hay
coincidencia en los autores—el habla rioplatense se constituyó por medio de
textos literarios. Es otro ejemplo claro de que la separación entre lengua oral
– lengua escrita – lengua literaria es una falacia que carece de justificación,
salvo para construir corpus.