Entre 1929 y 1941, entrada de los Estados Unidos en la segunda guerra
mundial, se produjo un cierre laboral de la frontera que se invirtió en 1941,
cuando la guerra obligó a contratar mexicanos para trabajos que antes
desempeñaban los ahora soldados. Una de sus consecuencias, analizada en Los retos del español, fue la aparición del movimiento chicano.
Además de las consecuencias culturales, como el Teatro Campesino, su repercusión en la música, el cine y los
movimientos de reivindicaciones obreristas, en los que destaca el nombre de
César Chávez, debe recordarse que no se trata de un movimiento reivindicativo
de la lengua española, sino de lo que para los latinoamericanos, especialmente
entre México y el Paraguay, recibe el nombre de raza. Se trata de un sustantivo que designa una percepción
antropológica-cultural de la realidad, más que una diferencia étnica; pero que
tampoco está totalmente exento de algunas implicaciones étnicas. Por ejemplo,
en los Estados Unidos, los hispanos aceptan su no pertenencia al grupo white y reservan ese nombre
(generalmente en inglés) para los anglosajones en particular y europeos en
general: hispanics es una cosa y whites otra. Es más, el tercer grupo, black o, en la preciosa ridiculez de la
“corrección política”, African-American,
tampoco entran los negros hispanos, tan africanos y americanos, por lo menos,
como los hablantes de Black-English.
La expansión de los EUA hacia el oeste |
A. L. Trujillo, en 2011, definió la raza en dos sentidos. El primero, restringido, es el uso chicano, en
que se trata de una distinción de base étnica con el sentido de “uno de los
nuestros”, subrayando la pertenencia a un grupo autodelimitado. En un segundo
uso, más amplio, se trata de “todos los pueblos de las Américas con algunas
raíces culturales españolas” (el texto dice Spanish,
lo que hace pensar si no sería mejor traducirlo, en este caso, por hispanas). En los Estados Unidos los
chicanos vinculan la raza a la
reclamación de Aztlán, el mítico
territorio indio, ligado a los aztecas, que, por supuesto, nunca estuvieron, a
lo largo de su historia, en la mayor parte de él. Igualmente hay que tener en
cuenta, para explicar cómo la distinción se ha conservado después de más de
ciento cincuenta años, que el grupo chicano se mantiene como un grupo
étnicamente diferente porque los contactos con los anglos han tenido lugar a
través de las líneas de clase: en un lado estaban los chicanos, como
representantes del proletariado, y en el otro los anglos, como representantes
de la clase media. Hay también una jerarquía en el trabajo, en la que los
chicanos han ocupado tradicionalmente el nivel más bajo. Son factores propios
de las sociedades en las que existen lo que se llama colonias internas y, como es natural, es una de las razones que
explican por qué se puede encontrar una gran oposición, en ciertos padres, a
que sus hijos reciban una educación bilingüe: quieren deshacerse del español,
para que sus hijos, monolingües en inglés, puedan salir de la clase a la que se
han visto reducidos los padres.
Misión San José, San Antonio TX |
En un primer momento la raza
estaba vinculada también a la religión católica; pero este aspecto ha cambiado,
incluso podría decirse, al menos para San Antonio, que los reducidos grupos que
se pueden englobar como protestantes de
confesiones menores pueden ser más activos en términos de la raza que los católicos, seguramente
porque los católicos de San Antonio tienen también fuertes comunidades no
hispanas (siro-libaneses maronitas, griegos, filipinos, italianos, germanos,
ingleses e irlandeses) situadas predominantemente en el norte de la ciudad, es
decir, en la zona tradicionalmente menos hispana. Esta localización también
está cambiando, porque los nuevos inmigrantes mexicanos, de familias ricas y
niveles culturales más elevados, se establecen en los nuevos barrios del norte
e influyen, lingüísticamente, en el español de las escuelas, la exigencia de
una educación bilingüe de mejor calidad y el refuerzo del español en las
actividades de sus parroquias católicas. Estos nuevos inmigrantes no se
consideran chicanos.
Entre 1967 y 1979, dentro del amplio movimiento social, especialmente
estudiantil, se originaron repercusiones serias del movimiento chicano en el
ámbito educativo. El incremento de la inmigración requería programas de
enseñanza que tuviesen en cuenta a los hijos de esos inmigrantes: el programa Becas para Aztlán, diseñado para que algunos estudiantes chicanos pudieran
seguir estudios en México. Se creó como consecuencia de la preocupación de los
líderes del Raza Unida Party (el Partido Raza Unida o, simplemente, el Partido)
por tener especialmente médicos, investigadores y profesionales de las ciencias
sociales en las crecientes comunidades hispanas; pero también contó con
financiación del gobierno de México.
Pachucos |
El principal
interés del partido se centró en
conseguir el control de los municipios con suficientes votantes hispanos y de
los distritos escolares, con el objetivo de desarrollar programas bilingües y
biculturales. La idea del bilingüismo debe entenderse claramente en el sentido
de que se pudiera utilizar el español, sin ningún tipo de pretensión cultural o
normativa, sino como una medida de presión y diferenciación. Conviene no
olvidarlo, porque explica el conocimiento insuficiente de muchos de los
profesores de español en las escuelas de Tejas (y otros lugares, sobre todo del
Suroeste) en la actualidad y el apoyo que recibe la idea del español de herencia, es decir, una
variante lingüística limitada por su ámbito doméstico y sin fondo cultural más
amplio. Naturalmente, la recuperación de ese español que es todavía parte de la
vida familiar, generalmente de dos generaciones anteriores, sería un trabajo
valioso; pero la pretensión de que tener una abuelita hispanohablante, per se, implica unas mejores condiciones
para aprender el español no cuenta con ningún fundamento científico y, lo que
es peor, puede llevar a posturas de rechazo de todo lo que se salga del propio
pegujal. Esto tampoco quiere decir que todo sea desaprovechable. Si la
abuelita, con su uso lingüístico de una lengua L, hace que el nieto adquiera
una buena base fonológica en la lengua L (y no sucede así de modo regular), el
nieto tendrá una ventaja en el aprendizaje de esa lengua L. Para ello han de
darse unas ciertas condiciones de contacto, no es una condición metafísica. Si
además se dan otros intercambios lingüísticos, en morfología, sintaxis o
léxico, ya no se tratará de hablantes de
herencia, sino de un bilingüismo limitado, de un tipo de variación. En la realidad, se está
ampliando el uso del término español de
herencia también a ese bilingüismo parcial, por razones diversas de
carácter más social que lingüístico, de manera que acaba significando algo tan
vago como “estudiante de español alguno de cuyos ascendientes directos habla
español en casa”.