Thursday, July 5, 2012

Un paseo por Madrid


La mañana del 13 de mayo de aquel año, miércoles, fue especialmente hermosa y soleada. La temperatura permitía salir en mangas (largas) de camisa. La calle de Almansa, como el barrio, está en obras. Algo de los nuevos tendidos eléctricos. Entre los alcorques de los árboles y las zanjas de las obras pasear es un ejercicio de alpinismo. Los árboles, por cierto, plátanos en Almansa, acacias en Los Vascos, la perpendicular, están hermosos. El Ayuntamiento parece que ha hecho un esfuerzo de conservación y se nota.

Tengo que ir al cruce de Santa Engracia y Alonso Cano, a renovar el permiso de conducir español, que ha caducado en estos días. Voy a hacerlo a la mutualidad del taxi, que se encarga de todo y hace también el reconocimiento médico-psicotécnico. El camino me lleva por Reina Victoria a la plaza de Cuatro Caminos, que cruzo por su lado sur, para luego ir bajando por la calle de Santa Engracia. Ese nombre siempre me hace pensar en mi padre. A pesar de que el régimen franquista cambió los nombres de las calles y Santa Engracia pasó a ser García Morato, el héroe de la aviación española, mi padre siempre la llamaba por su nombre antiguo, como llamaba la Calle Ancha a la Calle Ancha de San Bernardo. A veces lo hago yo también, un poco por recuerdo, un poco para burlarme de las nuevas generaciones (¿manifestación de la envidia de la edad?). La calle Ancha tenía tranvías y pasa por delante de la antigua sede de la Universidad Complutense. Universidad se llama el distrito donde nací, como si estuviera predestinado. Pero hoy no voy hacia allá, me quedaré un poco más arriba y un poco más al Este, en Chamberí.

La acera o vereda o banqueta de la derecha es la del Oeste. A estas horas da el sol, mitigado por las sombras de los árboles, que se mantienen a lo largo de toda ella. Es una de las zonas urbanas más arboladas de Madrid. La calle es ancha y las aceras amplias. Hay muchos autos, como en todas partes; pero el camino bordea los antiguos terrenos del Canal de Isabel II, la gran obra de Bravo Murillo, cuya calle corre divergente de Santa Engracia desde la glorieta de los Cuatro Caminos, en realidad cinco: Reina Victoria hacia la Ciudad Universitaria y el Oeste. Bravo Murillo hacia el Norte y el Sur, única calle que conserva su nombre al cruzarla, Santa Engracia, divergente como dije, también hacia el Sur y, hacia el Este, para cruzar la Castellana y unirse a las Rondas y la carretera de Zaragoza, ya con otro nombre, Raimundo Fernández Villaverde.

Ya no hay tranvías en Cuatro Caminos, ni existe, muy cerca de donde ahora vivo, el antiguo Metropolitano, el campo del Atlético de Madrid al que iba con mi padre (uno de sus alumnos era portero suplente del Atleti). Yo entonces era del Athletic de Bilbao, como mi familia materna, así que el Atleti me resultaba simpático. Lo pronunciábamos distinto: A-tlé-tic era el de Bilbao, el bueno, Al.leti era el de Madrid. Esa costumbre de pronunciar tlé desde pequeño me ayudó luego mucho para pronunciar las palabras del náhuatl. En el viejo Metropolitano vimos una vez un campeonato juvenil de fútbol. Eran los años cincuenta. Muchísimos años después recuerdo una parada del portero polaco encima de la misma raya de gol. La regla dice que el balón tiene que traspasar totalmente la línea, así que no fue gol. Nosotros íbamos con los polacos, que eran católicos y estaban oprimidos por los rusos, países satélites de  Rusia, se llamaban entonces. Mis primeros pasaportes, años después, serían validos para Europa, primero, luego para todo el mundo, “excepto Rusia y países satélites”.

Los antiguos terrenos del Canal de Isabel II, bajo los cuales se almacenaba el agua sana que tanta fama dio a Madrid, no sé si siguen albergando hoy depósitos o algo. Siguen las oficinas y en parte de ellos hay parques públicos, otros son zonas verdes, todavía cerradas. También persiste, muy modernizado, el viejo club deportivo del Canal, donde a veces veníamos con mi madre a la piscina o a jugar al parque. Entonces no sabía que con el tiempo la llamaría alberca o pileta. Entrábamos con algún carnet que nos prestaban, recuerdo vagamente que a veces teníamos algunos problemas y a mi madre discutiendo con el guarda. Lo que más me gustaba eran los tubos anchos de la canalización, allí almacenados para sustituciones. Eran ideales para esconderse y trepar por ellos. Como todo lo bueno, estaba prohibido. No hacíamos ni caso.

Paseando y recordando, como no podía ser menos, me pasé de largo mi destino, que estaba en la otra acera, y me encontré en la glorieta de Iglesia, así llamada porque en ella se encuentra la de Santa Teresa y Santa Isabel, donde se casaron mis padres, el 15 de septiembre de 1945 (según me dijeron, porque yo no estaba, las cosas se hacían ordenadamente en esa época).

La glorieta se llama oficialmente del Pintor Sorolla, que vivió por allí cerca, pero es un nombre que sólo usan los funcionarios de Correos o del Ayuntamiento. Sorolla es el autor del cuadro sobre la Pedriza del Guadarrama que se conserva en el Meadows, en Dallas. Las asociaciones son a veces sorprendentes. La iglesia es del siglo XIX y fue reconstruida en los cuarenta gracias a la ayuda de Felix Huarte, uno de los constructores que se enriquecieron en ese período. Durante la guerra la construcción había sufrido numerosos daños. Es valioso su retablo barroco de finales del siglo XVII, procedente de la iglesia de San Pelayo de Villaumbrales de Campos y no de la Villa de Becerril de Campos (Palencia), como se repite. Debo el dato a don Eloy Merino Jato, hijo menor del Sacristán - Organista de Villaumbrales entre 1921 y 1972. Una imagen de la Virgen del Carmen ocupa el centro del mismo y su cofradía - la de Nuestra Señora del Carmen - es la encargada de sacarla en procesión, como patrona del Barrio de Chamberí, todos los 16 de julio. Siempre entro en la iglesia y recuerdo a mis padres. Pienso en su boda, según la foto tradicional, mi madre de negro, con ramo de flores blancas. Nunca aceptó haberse casado de negro y mi padre cargó con ese reproche toda su vida. Él no quería vestirse de pingüino, como decía, por lo que no había posibilidad de que ella se casara de blanco. Admiro mucho a mi padre; pero me alegro de no haber heredado esa intransigencia.
  Tengo otras, propias, por supuesto.
Volví sobre mis pasos y resolví mis trámites administrativos, sin mayores inconvenientes. Desde allí, por José Abascal y Cea Bermúdez, fui al banco; pero llegué tarde. Por las fiestas de San Isidro, cierra esta semana a las 12:30. Ya ni me enfado, es suficientemente triste que un país esté convencido de que se puede vivir bien sin trabajar. Regresé por la zona deportiva que ocupa ahora lo que fue el Campo de las Calaveras, un viejo cementerio que ya no era tal en mi niñez. Por aquí aprendí a montar en bicicleta y, en ese campo de fútbol, fuimos mi padre y yo a ver jugar al Rayo Vallecano un año que tuvo que desplazarse desde Vallecas por obras en su cancha de origen. Mucho antes, de niño, me llevaba, algo más al norte, a los campos de la Federación, los domingos por la mañana, a ver algún partido de Regional Preferente.

Volví a las obras, las zanjas, los árboles de Reina Victoria, de los Vascos, de Almansa, de la urbanización. Regresé al presente.

Postdata, gracias a don Eloy Merino Jato:

En el libro de la parroquia de San Juan y San Pelayo de Villaumbrales existente en el Archivo Diocesano del Obispado de Palencia consta que: "En fecha 6 de Marzo de 1946 se vendieron a la Catedral de San Isidro de Madrid, el retablo mayor de San Pelayo y otro más pequeño, junto con dos tallas, por un importe de veinte mil pts." El Sr. Patriarca D. Leopoldo Eijo Garay lo vendió a la parroquia de Santa Teresa y Santa Isabel por veintiún mil pts. antes del año 1.949, fecha de su reconstrucción.

¿Dónde está entonces el retablo mayor de San Pelayo de Becerril de Campos? Don Eloy me aclara que en 1943 el párroco de la iglesia del Sagrario de Málaga, D. Francisco Solá Avilés se desplazó a Becerril de Campos en busca de retablos, pues de las siete iglesias que existían, cinco estaban en ruinas. Cinco retablos de Becerril de Campos fueron a Malaga. El retablo mayor de San Pelayo de Becerril de Campos está en la capilla 19 de la catedral de Málaga, dedicada al Sagrado Corazón.