Thursday, October 5, 2017

Ramón Menéndez Pidal y Erna Ruth Berndt. Sentido del hispanismo.


¿Quién, al comprar un libro usado, no se ha preguntado quién era el anterior propietario, sobre todo si hay una dedicatoria? ¿Qué relación existía entre el autor y el dedicatario? ¿Qué otros datos de interés nos aporta la dedicatoria? La historia de un libro puede ser muy interesante, se pueden encontrar en él fragmentos de obras perdidas, anotaciones en otras lenguas, notas biográficas o históricas, entre otras muchas cosas. Reconozco haber pasado muchas horas buscando, interpretando y “descubriendo” noticias de diverso valor, disfrutando de esa intimidad con el libro que a veces se consigue. Algunos de esos datos han valido la pena, otros, como en el caso que presentaré ahora, nos llevan además a otro tipo de reflexiones.
Por exactamente un dólar compré hace pocos años un ejemplar encuadernado en un tomo de la magna edición del Cantar de Mio Cid de don Ramón Menéndez Pidal. Independientemente de que el precio hacía la compra obligada, porque siempre se podía regalar a un alumno (desde mi época como tal tenía ya mi ejemplar), lo que me llamó la atención fue que estuviera dedicado de propia mano por don Ramón y que, además, la dedicatoria diera información más allá de la simple nota de cortesía: “A Erna R. Berndt / deseando ver pronto publicada / su Tesis Doctoral / Saludo afectuoso / (rúbrica: RMenendezPidal)”.  ¿Por qué tesis doctoral se interesaba don Ramón y quién era esa Dra. Berndt?
La pregunta quedó sin resolver durante algún tiempo y quizás hubiera tardado bastante más de no ser por una circunstancia fortuita. Pasó unos días con nosotros en San Antonio un fraternal amigo, gran hispanista y gran especialista en bibliotecas. Hablamos de libros, claro y, aprovechando que estábamos en mi despacho de la Universidad de Tejas en San Antonio le enseñé el ejemplar del Cantar y le mostré la dedicatoria. La reacción de Charles B. Faulhaber, quien era mi visitante en ese momento, despejó de golpe toda una serie de dudas y abrió la puerta a las respuestas.
Erna Ruth Berndt (1927-2009) era argentina. Se doctoró en la Universidad de Wisconsin, Madison, en 1959, con una tesis dirigida por J. Homer Herriott titulada Tratamiento de algunos temas humanísticos en La Celestina. Fue profesora de Smith College y dirigió el programa de Junior Year Abroad del college con el que Charles B. Faulhaber pasó su primer año en España. Tuvo, en consecuencia, una influencia mucho mayor en el hispanismo de la que tuvo su tesis, hecha ya libro, publicado en Madrid por la prestigiosa editorial Gredos, en 1963, con el título de Amor, Muerte y Fortuna en la Celestina. Mantuvo profesionalmente su apellido de soltera, ampliado con - Kelley tras su matrimonio, y siguió en Smith College por lo menos hasta la década de los noventa del pasado siglo. En la Biblioteca Nacional de España se conserva una carta a Guillermo de Torre, del 5 de febrero de 1963. Del libro hay dos reseñas, ambas en revistas de ámbito y peso distintos, pero de gran repercusión. Una, en Hispanic Review, extensa, es sumamente crítica, la otra, en Hispania, el órgano de la poderosa AATSP, es mucho más breve y más positiva. Pese a ese juicio único negativo, el libro, esa tesis a la que se refería don Ramón, ha gozado de difusión y es citado con frecuencia por los estudiosos de Celestina. Como Berndt-Kelley siguió publicando sobre Celestina y Siglo de Oro fundamentalmente. No he conseguido una fotografía. Agradezco a Georgina Olivetto su cooperación, que agradeceré también vivamente a quien pueda proporcionarme más datos. 
El autor, Arthur L. Askins y Charles B. Faulhaber: tempus fugit
La nota anterior lleva a reflexiones de índole general. Las interconexiones señaladas pueden aumentarse fácilmente. Charles B. Faulhaber, por ejemplo, fue Research Assistant del Profesor J. H. Herriott, el director de la tesis de E.R. Berndt, en la Universidad de Wisconsin, de 1964-1965, además del descubridor del fragmento manuscrito de Celestina en la Biblioteca de Palacio, en Madrid. Es además un gran conocedor de la lengua catalana y la cultura en catalán. Lo que quisiera destacar va más allá. Se trata de recordar que la cultura española, en sentido amplio, merece la atención y el respeto de una amplia serie de profesionales, docentes e investigadores, a los que conocemos con el nombre de hispanistas y que contribuyen decisivamente a dar a España, a la España de todas sus lenguas y sus variantes, un lugar de honor en el mundo. Existen, por supuesto, grandes organizaciones, como la Asociación Internacional de Hispanistas; pero fuera de esos movimientos y esas relaciones de fuste y boato, lo que hay que destacar es el trabajo continuo y dedicado de muchos miles. A veces esa vocación hispana se debe a circunstancias familiares ajenas a lo científico. Por ejemplo, cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores de España impulsó un programa de apoyo al español en los países en torno a Guinea Ecuatorial, Camerún y Gabón, me encontré con el hecho de que había muchos profesores, con un excelente nivel, porque todos ellos eran hijos de trabajadores cameruneses o gaboneses en Guinea y todos habían estudiado en Guinea Ecuatorial el Bachillerato y el curso Preuniversitario, el grado más alto que se podía estudiar allí, cuando Guinea era provincia española. La historia de la enseñanza del español en China, donde me llevó una consultoría de la UNESCO, es otra muestra prodigiosa de cómo el empeño de un puñado de profesores (originariamente preparados para el francés) y la visión de lo que iba a ser el mundo hispánico, cambiaron definitivamente la presencia y la importancia del estudio del español en China. Podría ir recorriendo el mundo de este modo.
¿Qué hace que tantas personas de España o de fuera de ella, hablantes nativos de español o las otras lenguas españolas o no, dediquen sus vidas a las lenguas de España y a la cultura española expresada en cualquiera de ellas y, sobre todo, a la lengua española castellana, la de dimensión mayor? No es desde luego, por desgracia, el gran apoyo que reciben de sus gobiernos respectivos, ni los pingües beneficios que obtienen. Ni siquiera se ha desarrollado, como en Francia, un sistema de reconocimiento y pensiones para los docentes naturales de los países hispanohablantes, en sus propios países. Los naturales de otros pueden tener en eso más suerte. Pero no se trata ahora de reivindicaciones socioeconómicas, por justificadas que estén. Se trata de algo más profundo: miles de personas entienden que España y la cultura en español valen la pena, hasta el punto de dedicarles sus vidas. Se enfrentan con mayor o menor paciencia, pero con seguridad, al reto de deshacer leyendas negras, ignorancias varias y reivindicaciones descarriadas de los profesionales del rencor. Defienden el valor de los logros humanos, con sus limitaciones en cada ambiente, como contribuciones al progreso general. No tienen que justificar nada, aunque se les ataque desde la visión del pasado con juicios del presente e ignorancia del entorno. Incansables exponen y sitúan los hechos en los contextos respectivos. Exponen también la lección crítica y extraen de la Historia las reflexiones que puedan servir para mantener vivas las ansias de Libertad y Progreso. Estas ideas no sufren ni se debilitan por el mejor conocimiento y la mejor valoración de la Historia de España. Unas líneas en un libro, que costó un simple dólar, llevan a esta reflexión agradecida. Porque, situados en sus países y sus ambientes familiares, menos tocados que los españoles por las tensiones del entorno ibérico, son los hispanistas quienes nos enseñan que no se puede vivir desviviéndose.